Archivo de la categoría: Rafael Ricardi

Última actualización

A partir de hoy, el dominio http://www.ladoblehelice.com acoge la transformación de este blog en otra cosa. Esta herramienta que durante casi dos años y medio ha estado al servicio de un proyecto, la investigación y escritura de un libro, Justicia poética, deja por tanto de actualizarse.

Pero no se vayan, porque todo seguirá donde estaba: www.ladoblehelice.com

Justicia Poética está en las librerías

Poco más de un mes

El libro estará en las librerías españolas a finales de enero. He cambiado el título. Y estoy muy contento: Falsos testigos del porvenir era mucho más oscuro que Justicia poética. Los dos recogen bien el tiempo del que habla, pero el de la edición argentina lo hacía sólo calificando a sus funcionarios, que levantan acta del mundo como si el mundo fuera una hoja en blanco. Este de la edición española anuncia mejor el estilo y el tema del libro, que es para lo que sirven los títulos. Y es, aun con todas sus ambigüedades, más transparente. La portada de Martín Elfman, como ya dije, creo que  ilustra a la perfección la tesis del libro. Tanto, que incluso contiene la doble lectura que el texto no llega a desarrollar del todo y que no sé si alguna vez escribiré. Los párrafos de la contraportada mejoraron mucho después de pasar por las manos de Arantxa Martínez. En fin, que no me importaría que me juzguen no sólo por el contenido, sino también por la forma del libro, cosa que agradezco a Elena Ramírez, editora de Seix Barral, hacia donde un mensajero se acaba de llevar las pruebas corregidas.

Edición española

La versión española de Falsos testigos del porvenir aparecerá  en febrero de 2010, publicada por Seix Barral.

Así que ahora que empiezo a trabajar con vistas a esa reedición, y trabajaré hasta que termine agosto, agradezco los comentarios, sugerencias y correcciones que los lectores de la edición argentina quieran dejar aquí.

El libro está en la calle

Falsos testigos del porvenir ya está disponible aquí.

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El Supremo admite a trámite el recurso de revisión de otro condenado por la cara, Rafael Ricardi

Comentarios/ Tote Henares:

 

No, no se trata de Tommouhi, su “baraka” debe de ser todavía más chunga que la de Ricardi.

Una condena por violación se revisará al probar el ADN la inocencia

EL PAÍS – Sociedad – 19-12-2008

“La Sala Penal del Tribunal Supremo ha autorizado a Rafael Ricardi Robles, condenado en 1996 por dos delitos de violación, a interponer un recurso de revisión ante la aparición de nuevos elementos de prueba que evidencian que su ADN no se corresponde con las muestras recogidas en la ropa de la víctima y que por tanto, pudo tratarse de un error judicial. Ricardi ha pasado 13 años en prisión y salió en libertad el pasado 25 de julio.”

La fiscalía pide la excarcelación de Rafael Ricardi

Pedro Espinosa, EL PAÍS

Un hallazgo casual. La Fiscalía de Cádiz atribuye prácticamente a la suerte la inminente puesta en libertad de Rafael Ricardi, un reo que lleva 13 años en prisión que el Ministerio Público ahora piensa que no cometió. Y lo argumenta con una prueba fundamental conseguida casi milagrosamente: un descarte de ropa de la víctima no examinada entonces que permanecía almacenada desde hace una década en los almacenes del Instituto Nacional de Toxicología.

La petición de la fiscal Ángeles Ayuso permitió encontrar esa prenda, realizar un análisis y descubrir restos no hallados hasta ahora. Pertenecen a dos hombres distintos ya identificados. Ninguno es Ricardi. Ahora la Fiscalía pide su excarcelación inmediata.

Ricardi lleva encerrado desde 1995 por aquella violación. Fue condenado con el testimonio de la víctima como principal prueba inculpatoria. La mujer le identificó por la voz y un defecto en la vista. Fue sentenciado a 36 años de prisión. En 2000 la policía empezó a sospechar que era inocente, cuando un informe del Instituto Nacional de Toxicología concluyó a través del análisis de una gasa que los restos de ADN no eran de Ricardi, aunque ni fiscalía ni defensa reclamaron la revisión de la condena porque no se hallaron restos del segundo agresor y porque la principal prueba contra él había sido el testimonio de la víctima.

Esos restos de ADN pertenecían a Fernando Plaza, como pudo descubrir la Policía cuando detuvo a este hombre por otro delito en junio de 2007. También fue arrestado Juan Baños, al que la investigación apunta como presunto compañero de fechorías. Eso se supo en abril de este año. Fue entonces cuando la Fiscalía ordenó reabrir la causa. Después de 10 reconocimientos, 13 declaraciones de testigos, varias de imputados, localizaciones de fichas policiales de Ricardi y Plaza y seis tomas complementarias de ADN la Fiscalía seguía manteniendo su postura inicial de que no había motivos para revisar la condena.

Sólo hasta que la fiscal jefe de Cádiz, Ángeles Ayuso, no tuvo en su poder los resultados de las nuevas pruebas toxicológicas, que descartan a Ricardi, el Ministerio Público no ha tomado su decisión de reclamar la excarcelación del reo, a través de la libertad condicional y un tercer grado, y de pedir la revisión del caso ante el Tribunal Supremo. Una medida en la que ha intervenido directamente la Fiscalía General del Estado.

El Ministerio Público tiene por delante investigar la cadena de errores que han mantenido a un inocente tantos años en la cárcel. Entre ellos, el que se permitiera a la víctima lavarse las manos en comisaría en la noche del suceso, que no se analizara el casco y la moto en la que viajaba la mujer cuando fue agredida o que en las fotos que vio para identificar al violador sólo en una apareciera un hombre con un defecto en la vista. Él era Rafael Ricardi. La familia ya anunció que reclamará indemnizaciones y responsabilidades por estos fallos. La Fiscalía investiga una decena de violaciones ocurridas en la bahía de Cádiz durante aquella época, en la que podrían estar implicados Plaza y Baños.

En portada

[ÚLTIMAS NOTICIAS SOBRE RICARDI:

La fiscalía pedirá la liberación inmediata de Rafael Ricardi]

 

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Está en Italia. Pero volverá. Le pedí que fuera pensando en una ilustración para la portada del libro. Y me lo prometió. Conoce la historia y este blog, así que es el talentoso ideal. El único problema es que es mi amigo, aunque cosas peores se han visto. Aquí en ladoble ya han colgado algunos de sus regalitos. Mañana, si mis fuentes no me engañan (1), debuta en EL PAÍS. Pero es aquí, desde hace casi tres meses, donde va esbozando su anecdotario caricato: Martín Elfman.

(1) Me engañaban: finalmente debutó el viernes, 18 de julio.

La nueva justicia

El reportaje de ayer de El País escurre el bulto que bloquea el caso del condenado de Cádiz cuya inocencia defiende ahora la policía: ¿en la violación por la que fue condenado Rafael Ricardi –la de Carmen– se ha perfilado la huella genética (ADN) de los dos violadores? Si así fuera, y ninguna de ella correspondiera a Ricardi, todo la supuesta autoridad que se arroga la Audiencia de Cádiz sobre la imposibilidad de revisar el caso quedaría expuesta al ridículo que merece: la venganza de los hechos, pues el recurso de revisión que con toda seguridad presentaría la fiscalía se dirigiría ante el Tribunal Supremo, como corresponde, y no ante la Audiencia.

Jurídicamente, no hay casos cerrados. Hay sentencias firmes. Porque el recurso de revisión, si bien es extraordinario, no tiene limitaciones temporales. Las limitaciones son de otro tipo, entre las más importantes: no se pueden valorar elementos sobre los que ya en su día se pronunció el tribunal juzgador y los motivos que sostengan la solicitud de revisión deben ser indubitables: esto es, deben demostrar la inocencia del condenado, al contrario de lo que se pide durante el proceso ordinario, donde lo que se debe demostrar es la culpabilidad. De haberse probado que el ADN de los dos violadores de Carmen, la chica citada en el reportaje de ayer, no se corresponden con el de Ricardi, el recurso de revisión tendría todas las posibilidades de prosperar. Así ocurrió en el caso de Olesa: los dos perfiles genéticos descifrados en las muestras de semen no correspondían ni a Tommouhi ni a Mounib y, en consecuencia, la sentencia fue revocada. Caso cerrado, pues, sólo tiene sentido policialmente, como el que aquí nos ocupa.

Pero esa bolita roja no aparece debajo de ninguno de los párrafos que hablan de las muestras genéticas y que tan armoniosamente se reparten por el texto: «la Comisaría de Policía cientifíca dictaminó que ese mismo ADN [perteneciente a Fernando P.G.] se había encontrado en cuatro violaciones. Entre ellas, la de Carmen, por la que Ricardi se encuentra entre rejas desde 1995.»(párrafo 11). «Los análisis confirmarían que su perfil genético [el de Juan B.] coincide con el encontrado en una de las violaciones en la que también intervino supuestamente su compinche» (párrafo 13). «La policía tiene acreditada, a través del ADN, su [la de ambos] participación en cinco violaciones» (párrafo 16). Lamentablemente para Ricardi, esos cinco perfiles, de momento, sólo son cuatro más uno: y este uno, que corresponde a uno de los dos violadores de la chica que identificó a Ricardi, no es suficiente para descartarlo a él, puesto que después de una sentencia firme él siempre puede seguir siendo el otro violador de Carmen. Aún con todo, será interesante, por lo que respecto del caso de Mounib y Tommouhi pudiera significar, esperar a ver qué decisión toma la fiscalía.

Dicho esto, tanto el razonamiento citado de la Audiencia de  Cádiz como la sentencia de una de las causas de Tommouhi, la de Cornellà, coinciden en que resuelven la dialéctica entre la palabra de la víctima y las pruebas científicas, a favor de la primera. La coherencia del testimonio, que es el primer criterio que los jueces se llevan a la boca a la hora de valorar la certeza de las identificaciones, prevalece sobre la supuesta incoherencia del mundo, cuando éste no alcanza a hacer coincidir el violador y los restos de semen. Luego vienen el convencimiento, la espontaneidad, etc., pero todos comparten el esquema de la coherencia: su efectividad se compara consigo misma, no con el mundo. La coherencia es, a este respecto, lo que la verosimilitud al nuevo periodismo: la coartada técnica que permite dictar sentencia contra la evidencia de los hechos.

El mundo podrá llevarse las manos a la cabeza, pero nadie nos prometió que las consecuencias del efectismo no fueran a ser reales.

Un apunte sobre la culpa (y unas notas sobre el comienzo)

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Work in progress. El libro empieza, finalmente, en 1995. Ejerzo así un derecho narrativo que traiciona en parte mi impresión de que una crónica fiel debe empezar por respetar el orden cronológico de los hechos, pero por una vez creo que hace justicia a lo que la crónica cuenta: el hilo narrativo de la primera parte (1991-1997) es la investigación de la Guardia Civil que desembocó en la revisión de la condena de Olesa (1997), y esa investigación empezó en 1995, tras la detención de García Carbonell, y no en 1991, durante la ola de violaciones del otoño y la contemporánea detención de Ahmed Tommouhi y Abderrazak Mounib, cuando más que reunir vestigios, se dieron palos de ciego.

Es también una manera de permitir al lector desconocido que comparta conmigo la lectura del caso, conociendo desde el principio el mismo vuelco que yo conocía: que las víctimas de 1995 seguían señalando a los dos marroquíes que estaban en la cárcel desde 1991 como sus violadores. A partir de ahí, será responsabilidad del lector reeditar la vigilancia que yo he puesto al escribirla, para que no se le escapen los detalles.

Una primera parte en la que no sé si lograré trasmitir la fascinación que sentía yo al leer las declaraciones, los informes forenses y diligencias policiales del sumario, pero con ello es con lo que intento que el lector me siga. Entiendo que no me entiendas: pero leer esos folios escritos a máquina, con faltas de ortografía, mal puntuados, y con algún eufemismo de risa, me producía una sensación de casi materialidad sobre lo que allí estaba leyendo. Lo cual no tiene sólo que ver, aunque también, con la sensación de tener acceso directo a ese material (y su forma: fotocopias, frases hechas encabezando los escritos, sellos, etc), sino con la impresión que la lectura de esa prosa burocrática, descriptiva, secuencial, y el imaginar los hechos a los que se aplicaba, deparaba. Un cierto vértigo, y la sensación de que no hay trapecio para recorrerlo. Esto es, sin un estilo cuya contemplación distraiga de lo real, que es dar con esos huesos en el suelo.