Archivo mensual: octubre 2007

Huellas sin rostro

[Esta nota se publica hoy en EL PAÍS

Evidencias de un agresor desconocido

La nueva base de datos puede ayudar a esclarecer el caso de Ahmed Tommouhi 

BRAULIO GARCÍA JAÉN Madrid31/10/2007  

Emilia M. volvía a casa el [8] de abril de 1995 cuando un chico se le cruzó en la carretera y empezó a golpear el capó de su coche. Era medianoche, estaba descalzo y le pedía ayuda. Sentada en el arcén estaba Alfonsa, su novia. Dos hombres la acababan de violar. «¿Es que no me conoces?», preguntó Alfonsa. «La tenía vista», dice Emilia. Porque ambas vivían en Esparraguera, un pueblo de Barcelona. La reconoció y los acercó al cuartel de la Guardia Civil. Emilia tenía 19 años. Cuatro años antes, y a menos de un kilómetro de allí, dos hombres habían violado también a su hermana Isabel.

La violación de Isabel de 1991 continúa impune. Por la de Alfonsa sólo ha sido condenado uno de los autores. Los restos de semen recogidos en seis violaciones cometidas en 1995, la de Alfonsa entre ellas, sirvieron para condenar a Antonio García Carbonell a 228 años de cárcel. El perfil genético del otro violador era siempre el mismo, pero éste no ha sido detenido todavía. El archivo centralizado que prevé crear la nueva Ley sobre identificadores de ADN permitirá saber si ese perfil genético anónimo es compatible con el de alguno de los condenados, dispersos en los distintos registros policiales.

Pero Emilia no es el único nexo vivo entre las agresiones cometidas en 1995 y las ocurridas en 1991. Reyes Benítez, guardia civil, participó en ambas investigaciones. Un informe suyo de 1996 trazó un puente inesperado entre las dos olas de violaciones: García Carbonell era también el autor de una de las violaciones de 1991 por la que habían sido condenados, injustamente, los marroquíes Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouhi -muy parecido físicamente a García Carbonell-. El ADN demostró que la víctima se había equivocado al identificarlos.

El desconocido que acompañó a García Carbonell es un familiar cercano suyo, como muestra su perfil genético. La Ley de Enjuiciamiento Criminal establece desde 2003 que ningún sospechoso puede negarse a dar una muestra de ADN si lo ordena un juez. Fiscales y policía podrían emplearse ahora en obtener perfiles que permitan tanto hallar culpables como reparar los casos de inocentes condenados.

 

Dos falsos policías (I)

[BORRADORES]

[…] 1.- El caso de Gavà

 Versión pdf

El primero de los asaltos del otoño de 1991 ocurrió sobre las dos de la madrugada del 5 de Octubre, en una riera paralela a la carretera de Sant Climent de Llobregat, a las afueras de Viladecans, en la provincia de Barcelona. Un lugar apartado y sin iluminación donde E y su novio pasaban el rato dentro del Seat Ibiza de él. El atestado dice que “en actitud amorosa”. El chico vio llegar un coche, un Ford Orion o Escort oscuro con [un alerón trasero y]  matrícula de Barcelona, que, despacio, los rebasó y se paró unos cinco metros por delante del suyo. Enseguida, sin embargo, dio marcha atrás, pasó de nuevo junto a ellos, se detuvo unos metros por detrás y apagó las luces. El novio de E no le prestó mayor atención. Aunque sí observó cómo, a continuación, dos hombres se bajaban del coche, uno de ellos con una linterna en la mano, y llegaban hasta ellos. El que traía la linterna alumbró el interior del coche de la pareja.  Fue entonces cuando la chica, que no se había percatado de nada, los vio: declaró que uno era un hombre mayor, de unos 45 años, de uno setenta y cinco de estatura, algo obeso, que vestía una camisa y un pantalón de tergal. No pudo precisar los colores. El otro le pareció más joven, delgado y de una estatura similar, pudiendo vestir pantalón tejano, camisa blanca y un gorro blanco** también, en la cabeza. Este último tenía los ojos saltones y oscuros, la tez morena. Su novio intentó arrancar el coche, aunque sin tiempo: uno de ellos golpeó con un objeto contundente la ventanilla del conductor, rompiendo el cristal y encañonándolo con un revólver. Les pidieron el carné, les preguntaron por el “otro chico” –no había nadie más y era evidente—y hablaron de que si los iban a llevar a comisaría. Los chicos declararon primero y por separado, que el acento les sonó sudamericano.  Casi un mes después añadieron que cuando los asaltantes hablaban entre ellos les pareció que lo hacían en “una lengua árabe”. A la chica, en un primer momento, sí que le dieron la impresión de ser policías. Acto seguido los dos asaltantes le ataron al chico las manos a la espalda y le vendaron los ojos con un trapo, aunque por un claro veía cómo uno le golpeaba con la mano que asía el revólver. Le obligaron a pasarse al asiento del copiloto. El del revólver arrancó el coche del chico, con él y su novia dentro; el otro se subió al que traían ellos y se trasladaron a unos huertos cercanos. Una vez allí, el chico pudo ver desde el asiento trasero, donde permaneció bajo amenazas el resto del tiempo, cómo sacaban a su novia del coche y de pie, apoyada sobre la puerta lateral izquierda, la tocaban. Tras vendarle los ojos, según E contó luego, uno de los asaltantes se la llevó.  El otro empezó a registrar el vehículo. Mientras, JM, que así se llamaba el novio, oía los gritos de su compañera. Luego se turnaron. El segundo volvió con E [como] desmayada, -y- arrastrándola por las axilas. La chica dijo en comisaría, ya amaneciendo, que tras apartarla del vehículo la habían desnudado y violado vaginalmente, eyaculando, los dos, en su interior; y que luego ella había simulado desmayarse, por lo que los asaltantes, asustados, la llevaron de nuevo al coche y le pidieron a su novio que se marchara de allí inmediatamente después que ellos. Les robaron mil setecientas pesetas que llevaba él, dejando anillos y esclavas que había en el coche. E tenía entonces diecinueve años; su novio veintiuno. Al llegar a casa contó que dos hombres los habían atracado.  

Continuará 

FUENTES: Declaración policial de E, 5-10-1991; declaración policial JM, 5-10-1991; declaración conjunta ante Juzgado de Instrucción nº 4 de Gavá, 16-10-1991; declaración JM, Juzgado Inst. nº 4 Gavá, 28-10-1991; y declaración E, Juzgado Instr. nº 14, 14-11-1991.


(*)Estaría bien saber en qué casos estuvo Reyes presente durante las declaraciones, e introducir algo de impresionismo. Y así entrelazar ya a Reyes y la historia.

(**) En el Renault-5 gris recuperado el 2 de Diciembre de 1991 había “una capucha de tela blanca”

Por el mar corren las liebres

El 7 de mayo de 2006, Juan Cruz entrevistó al entonces ministro de Justicia y  hoy también ex presidente de Canarias, solo que esto último avant la lettre,  Juan Fernando López Aguilar. En medio del texto, como una pregunta  llegada en paracaídas, hay una referencia a la situación de Ahmed Tommouhi, al que Juan Cruz llama Tomuchi. […] El 30 de abril se habían cumplido siete años sin que el Gobierno hubiera resuelto el indulto que en 1999 había solicitado para Tommouhi y Mounib el Fiscal Jefe de Cataluña. […] Sobre lo que respondió el Ministro, anoté esto en mi cuaderno de notas rojo:

“[4] Es difícil faltar tanto a la verdad en 21 líneas de periódico, como éstas:

recort entrevista aguilar

El mérito es de nuestro  ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, y la marca se estableció en la entrevista del pasado domingo, al responder a una pregunta sobre el indulto de Ahmed Tommouhi, que el Gobierno lleva siete años sin resolver. No se debe dejar pasar la oportunidad de hacer el inventario.  

Abre fuego desde la primera frase: “Lo han condenado cuatro tribunales diferentes”: es una verdad a medias, pero supone toda una declaración de principios: ¿olvida el ministro que una de esas cuatro condenas fue anulada por el Supremo porque el ADN demostró que el tribunal sentenciador se había equivocado? Los violadores no eran Ahmed Tommouhi ni Abderrazak Mounib, sino Antonio García Carbonell y un familiar suyo nunca localizado, [aunque] sí perfilado genéticamente. Solo quedan 3, querido. 

La segunda frase: “En España hay 60.000 presos, y en su inmensa mayoría son solicitantes de indulto”. Cuando se pretende desfigurar tanto la verdad, en tan poco espacio, conviene confundir no sólo con lo que se afirma, sino también con lo que se calla. Así, esa afirmación da a entender que es Ahmed el que ha solicitado el indulto, cuando él siempre lo que ha dicho, al rechazarlo, ha sido: “El indulto es para los culpables y yo soy inocente”. Eso lo ha dicho porque él no quiso pedir ni pidió el indulto. El que lo solicitó, [para él y para su compatriota y compañero de condenas, Abderrazak Mounib], fue el Fiscal Jefe de Cataluña, José María Mena, el 30 de abril de 1999. 

[“Mi trabajo consiste en dar por buena la justicia que se ha dictado, con todas las garantías”. Esa coma rompe, sintácticamente,  el sentido de la frase que seguramente querría haber pronunciado el ministro. Pero es un error muy acertado, que quizá tenga ver con una trascripción literal de los silencios. A López Aguilar le hubiera gustado aparecer hablando de una “justicia que se ha dictado con todas las garantías”, pero esa coma viene a decir que su trabajo “consiste en dar por buena con todas las garantías la justicia que se ha dictado”. Lo cual está muy lejos de su intención, pero mucho más cerca de la verdad.]  

Cuarta frase: “En este caso, tres de los tribunales que lo condenaron han emitido informes desfavorables al indulto”. Si no hubiese comenzado con una verdad a medias, quizá le habrían salido las cuentas, en lugar de doblarse la mentira. No han sido tres: tres son los que lo han emitido. Pero han sido dos en contra y uno a favor [del indulto]. Dos más uno, tres. Y añado, por si le interesa, un dato. De uno de los dos [informes] desfavorables, el fiscal se mostró a favor. El fiscal, su subordinado. 

 Seguimos: “El delito es de cuatro violaciones”. ¿Qué delito? ¿Todos por los que fue condenado? No, por favor. Otra vez. ¿Se equivoca otra vez? Cuesta creer[lo] [por]que todos los errores parecen encajarle: dice usted cuatro para que tracemos el paralelismo: cuatro condenas, cuatro violaciones, ¿no?  La verdad es un poquito más compleja de lo que al ministro le gusta transmitir: ya se ha dicho que sólo quedan 3 condenas vigentes, así que no hay “cuatro violaciones vigentes”. Pero es que además tampoco las tres condenas, para su desgracia, son por violación. Una es por robo.  […]. ¿Está mezclando condenas como autor de la violación y como cooperador necesario? Tampoco sale. Sumadas violación consumada y cooperación necesaria, suman cinco. Cinco. Un número impar para ese esquema cuadrado.”

Continuará.

Variaciones sobre cara y cruz

El primero de arriba a la izquierda es Ahmed Tommouhi.

El último de abajo a la derecha es Antonio García Carbonell.

Cortesía de Bill.

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Y este párrafo de Zodiac que ayer dejaron, aunque recortado, entre los comentarios: 

«Tom Macris, el mejor dibujante de la policía del estado, me dijo una vez: «Tienes que decir al testigo que crea en sí mismo y en la capacidad infinita de la mente para captar detalles. Haces una entrevista guiada. Le pillas el punto a la persona, su capacidad mental, sus imágenes espontáneas». Como Macris, este dibujante trabajaba a partir del sentimiento y de la intuición. Asimismo, como la mayoría de los dibujantes de retratos robot, tenía un archivo de imágenes, de personas con rostros de formas y peinados distintos. Los testigos revisan las fotos hasta que encuentran una parecida al sospechoso. Esto da al artista una base sobre la que construir. El dibujante hizo el retrato del rostro completo porque así se hacen las fotos de las fichas policiales y, de ese modo, se pueden comparar más fácilmente. Las descripciones de los homicidios suelen ser lo más difícil: lo más probable es que la atención del observador esté dirigida al arma.»

Robert Graysmith, Zodiac. Alba. pag.117.

Wanted

Se buscan dibujantes. 

99 excelsos dibujantes para ilustrar una frase. 

El ejercicio consistirá en confeccionar un retrato robot sobre un DIN A5, a partir de la descripción fisonómica de un hombre.

El texto de la descripción se enviará a cada uno de vosotros.

El resultado, que deberá enviarse por correo electrónico, en formato gif, se publicará aquí junto al nombre del autor y la frase.

Los que queráis participar, o deseéis ampliar información, debéis poneros en contacto conmigo a través de la dirección mail de este weblog: la_doble_helice@yahoo.es (*)

(*) Ojo a los guiones bajos que hay entre «la» y «doble» y entre «doble» y «helice».  

La viga en el (ojo) propio

Antes de entrar en materia y cribar lo más importante de lo que se ha dicho, sobre todo si ha servido para tapar lo que no se ha hecho, sobre esta historia, empiezo señalando la viga en mi propio ojo. Con la mirada limpia, se ve mejor la paja en el ajeno. 

La primera vez que publiqué algo sobre este asunto estaba de prácticas en EL PAÍS, en agosto de 2005. Tommouhi y Mounib entraron, casi con calzador, para ilustrar una historia más grande sobre “Inocentes en la cárcel”, sobre los errores en la identificación por parte de las víctimas. Ellos estaban, en verdad, en el origen del tema. 

A mediados de octubre, ya de vuelta al Master, me hice con el grueso del expediente de Tommouhi. En diciembre, y con la misma compañera que en el periódico, colamos el tema en el proyecto final. Visitamos Barcelona, conocimos al hijo de Ahmed, Khalid, a su tío Omar, a algunos de los que habían sido sus abogados, etc. En Madrid habíamos charlado con Martín Pallín en su despacho del Tribunal Supremo sobre la sentencia que desestimó la revisión general del caso, y de la que él había sido ponente.

La historia salió. El indulto, la única salida legal fue el título del despiece. Dos aprendices de periodistas, con tiempo de sobra y sin miedo al jerarca, porque ellos mismos –junto con sus compañeros—decidían el resultado final, caían así en el mismo error de muchos de los que los habían precedido y que comparten jueces y abogados y políticos en Barcelona y Madrid: que ya no hay salida legal.

«Si se habla de revisar las sentencias de la época de Franco, ¿por qué no se puede hacer lo mismo con las que se dictaron en democracia contra mí?», se ha preguntado Ahmed. Y lleva razón. La famosa “salida legal” sigue abierta por la misma razón que todo el mundo se afana en afirmar que está cerrada: hay que encontrar  “nuevos elementos” que evidencien la inocencia de los condenados. Pero para encontrarlos, hay que buscarlos.

La ventaja práctica que se deduce entonces para los que afirman que las puertas de la ley están cerradas, es que se ahorran buscar la llave. Es comprensible que a ella se hayan acogido algunos abogados, sobre todo los que más han trabajado hasta ahora: trabajar cansa. Es humano que caigan en ello también los periodistas veteranos: pensar en trabajar sin tiempo y sin espacio, cansa.  Es humano, demasiado humano, que la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y la General del Estado, y el propio Ministerio de Justicia, intenten cubrirse así las espaldas: trabajar cansa, pero más cansa trabajar sobre lo que nunca se ha trabajado nada.

Pero, ¿por qué los aprendices de periodistas, con tiempo, etc… se agarran también a esa tabla? Por una razón literaria, obviamente. Porque quedaba más bonito poner la guinda de la única posibilidad, en un caso imposible, que aceptar que había otras posibilidades, porque éstas incumbían directamente a nuestra impotencia: ¿y qué han hecho ustedes, todos esos días en Barcelona, que no las han descubierto?, tendría derecho a preguntarse el lector exigente. 

Quién dice esos días, dice estos dos años. Así que vaya por delante, sin saltarnos la duda metódica, que todo lo que no sea conseguir la revisión del caso será un fracaso. Un puto fracaso. 

No tengo ases en la manga, pero hay baraja.

En la cocina

La receta:

El principio estilístico de este “reportaje abierto” –por seguir dándole vueltas a la traducción de report in progress—debería ser el montaje, [en el sentido de ensambladura]. Pero no un montaje cualquiera. El verdadero montaje parte del documento. En esta lucha obsesiva por separar definitivamente lo superfluo de la literatura de la función social del periodismo, es a través del montaje [y el documento] que el periodismo se alía con la vida cotidiana. Al montaje [como al collage] nos han pretendido acostumbrar, en sus mejores momentos, las mejores vanguardias artísticas. Ahora que es casi imposible distinguir a pie de calle un hombre entre la muchedumbre de artistas, es hora de que los periodistas den un paso al frente, y que se callen: que la teoría ceda la palabra a los hechos. Se [El documento] proclama así la soberanía absoluta de la autenticidad.

Los papeles son (casi) lo único que importa. Entre paréntesis está, importantísimo, aquello de lo que hablan. El documento es el protagonista.  Los protagonistas, las máscaras de esta farsa tan real, llevarán nombres de personas vivas, pues así ha de ser, porque les corresponde y porque nada es fortuito en estas vidas arruinadas al azar. ¿No querríamos todos saber quién es responsable de qué cosa? Los responsables que todavía no han respondido, no porque no haya una respuesta, sino porque no la encuentran, acostumbrados como están a que de las consecuencias de su irresponsabilidad es de lo único que no pasan factura, porque siempre pagan otros, tendrán su derecho a réplica, si es que aún saben usarla. 

El fabuloso argumento está sacado de los sumarios. La acción, que nos llevará por escenas inverosímiles, nos devolverá las consecuencias verdaderas que desencadenó y las falsas causas que la provocaron. [Entre los personajes] no falta quien escribe para encerrar a un dos hombre[s] a  dos en este caso (aunque [uno] ya no vaya a salir porque se murió antes en la cárcel), el [mismo] que debería hacer de notario representante del Estado, y que resulta un Capote de barrio. Los diálogos más inverosímiles, las manipulaciones más baratas, los escritos más fantásticos, son las citas. Frases, cuyo absurdo deberá grabarse para siempre en el oído de los que no quieran ni puedan seguir haciéndose los sordos –“el gobierno ha decidido que no es un mensaje asumible indultar a una persona condenada por violación”—se estirarán como una goma, la goma con la que aguanta el tipo, no vaya a caérsele la cara de vergüenza.

Y que nadie piense que se trata de un hecho aislado: la experiencia más personal está, en este mundillo del espectáculo por donde se ve a dos hombres arrastrando su condena, gobernada por una época perfectamente sincronizada. El público que imaginan, que casi siempre sirve de excusa para su falta de imaginación, y en cuyo nombre se dicta siempre la trama, podrá verse reflejado en el entramado que, delante de sus narices y con la sirena de la «alarma social» girando de fondo, se le oculta.

Un montaje tan denso que el montador se transparente.

Ingredientes: Arthur Cravan, Karl Kraus, Walter Benjamin, Soledad Gallego-Díaz e Iván Vila.

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12:25: Voy a ser tío, una vez más. Y van catorce.

Sobre el estilo de este blog

El estilo es el método. Y el método de ladoblehélice consiste en lo que algunos llaman, sin atreverse a embarcarse todavía, la transparencia radical. El material recogido y con el que trabajaré en la construcción del libro-reportaje estará a disposición de los lectores: Las grabaciones de las entrevistas, los reportajes de audio y televisión sobre el caso, cartas de los presos a sus familiares, las declaraciones de las víctimas, las sentencias, las notas de mi cuaderno de campo, las citas de autores y obras consultadas, etc.

Material en bruto que se podrá consultar, descargar e imprimir. Con Internet es técnicamente posible y dado que ahora «que las fuentes de información son rivales, las falsificaciones también lo son» (G.D.), no hacerlo sería seguir dando razones al lector para su desconfianza. En el periodismo de bajorrelieve –por más altas que sean sus barricadas—la exhibición pública de la verdad se ve a menudo lastrada por el derecho que han adquirido las diferentes partes a exponer su mentira (A.E.). Aquí cada palo aguantará su vela. La publicación del material en el que esas partes basan su versión formal –y falsa— del caso servirá para devolverles su justa perspectiva: aquella en la que lo falso es un momento de la verdad, y no al revés. 

Defiendo que la discusión pública, si se vuelca sobre las cosas y no sobre el ombligo de cada uno, ayuda a la claridad y la exactitud de los descubrimientos. Así, deseo que la comunidad de lectores que aquí pueda formarse me ayude a deshacerme de mis caprichos personales. «La lógica se ha formado socialmente en el diálogo» (G.D.) La objetividad está ahí fuera. 

El escrúpulo de la objetividad es, naturalmente, la condición de posibilidad para todo empeño honesto por establecer un hecho real. «Quien no lo tenga no puede siquiera aspirar a ser honrado» (R.S.F.). 

La objetividad y la transparencia, sin embargo, obligan al periodista, no a las fuentes. La verdad a menudo tiene malas compañías, y otras veces necesita del anonimato. Así que las fuentes entrevistadas seguirán siendo anónimas siempre que quieran, y de los documentos que se deba a alguna de ellas en exclusiva se hará el uso máximo que con ella se pacte. 

Más allá del uso mínimo que haga de la información facilitada por una fuente en la construcción de la narración (una frase, una idea, una duda, etc.), no escamotearé la exhibición completa del caudal que de esa fuente mane. Porque que la transparencia no les obligue, no quiere decir que no se puedan acoger a ella: la publicación íntegra de las entrevistas o los documentos aliviará a las fuentes el temor a ser malinterpretadas.  

La transparencia, por supuesto, tampoco obliga a las víctimas. Aunque, como discutiré aquí más adelante, casi nunca comparto la bajada de persianas frente al mundo que muchas víctimas practican, en especial las víctimas de delitos sexuales, obviamente la polémica no señalará al caso personal. Las víctimas no aparecerán citadas por su nombre ni por ningún dato que las identifique, excepto cuando ellas decidan lo contrario.  

Huelga decir que el que más se expone siempre es el que monta el escaparate. Es un yoyeo lamentable, pero no puede ser de otra manera en el periodismo, esa forma de tauromaquia. Los escritores de ficción pueden permitirse afirmar que escriben para ser otro. Los periodistas, snif, no sólo no pueden hacerlo, sino que tienen que responder como si siguieran siendo el mismo una vez se publica lo que han escrito: hay llamadas telefónicas, e-mails a tu buzón, cartas al director, policías y jueces. A las críticas, a las correcciones, a las sugerencias y a los requerimientos, me expongo, pues, personalmente. 

¿Por qué esta vieja historia nos interroga todavía?

Los puntos de inflexión de esta historia están ya en las hemerotecas, pero dispersos. Y esa dispersión ha dado alas, por lo general, a dos interpretaciones. La transmitida por los medios: la tragedia de un inocente –uno, porque al otro, muerto, lo remató el olvido—que ha pasado 15 años en la cárcel por un parecido fatal; y la que sostienen desde la judicatura y el Ministerio: que no se ha demostrado que sean inocentes en las otras condenas. En el fondo, comparten la misma explicación: que todo se sostiene en el convencimiento, puramente subjetivo, de las víctimas. Los primeros no han explicado cómo pudo formarse ese convencimiento –más allá del gran parecido físico— y los segundos dan por sobreentendido que ese convencimiento equivale a certeza, pues, dicen, se trata de una prueba “incontestable”.  

El hecho mismo de cómo pudieron ser condenados dos inocentes se pierde así en la distancia, difuminado tras las versiones inverificables, las decisiones indiscutibles y los argumentos incontrastables. La única verdad indiscutible de esta historia, sin embargo, sigue en pie: que el nexo original entre las dos personas que fueron condenadas por las violaciones de 1991 y las propias violaciones –la autoría—no ha sido nunca verificado. Ese origen es mi meta (K.K.).  

La desconexión entre lo real y su representación ha alcanzado en este caso una perfección envidiable, aunque descorazonadora. La tesis que sostiene la instrucción policial y judicial del caso Mounib-Tommouhi  es un enorme hipertexto que se enrosca sobre sí mismo sin ninguna conexión exterior con la realidad y del que nada puede verificarse fuera. Así también los argumentos de las sentencias. Los hechos se declararon “formalmente probados”, pero no se aportó una sola prueba material que sostuviera dicha declaración. Esa capacidad de verificación, sin embargo, es la obligación de los distintos ámbitos de representación de lo real a los que ha acompañado el periodismo en este asunto: la policía, la justicia y la política.  

Ni la justicia ni la política han cumplido con ella, tampoco después de conocerse los resultados del ADN que obligaron a revocar una de las sentencias. Los jueces en persona siguen echando mano hoy del cortafuego de los diferentes puntos de vista formales para sofocar la verdad material de los hechos, quizá porque los abrasa. Y el Gobierno, a la hora del indulto, se acoge al argumento de que siguen formalmente condenados en otras causas para no concederlo, aunque todos los datos objetivos apuntan a que realmente fueron condenados sin pruebas.  

¿Y el periodismo, qué ha hecho para verificar la inocencia que, de una forma u otra, proclama? Nada. Todo lo más, hemos aprovechado el trabajo hercúleo de un guardia civil que sí cumplió con esa obligación epistemológica –la verificación—que  permite sustanciar materialmente el relato formal de unos hechos, también aquel suyo sobre la inocencia de Tommouhi y Mounib: si exprimimos sus informes, quedan los restos biológicos pertenecientes a García Carbonell y a la otra persona no identificada. El verbo está hecho de carne.  

Por lo demás, el periodismo se ha limitado a poner la voz de Tommouhi al frente del coro de versiones: “soy inocente”; pero el horror de los crímenes, el convencimiento sincero –aunque erróneo—de las víctimas, el prestigio oficial de jueces y gobierno, y sobre todo su higiénica exposición como una suma de versiones, como un montoncito de voces, ha hecho que  la verdad se haya visto reducida, en el mejor de los casos, a su estatuto espectacular: el de “una hipótesis que jamás puede ser demostrada”. 

Es hora de mostrar aquí que estos dos hombres no siguen condenados sólo por error –lo que guardaría todavía una relación, aunque desviada, con ellos y con la verdad de los hechos y la responsabilidad—sino que ahora la condena se mantiene, en verdad, por pura cobardía electoralista. Tommouhi y Mounib han sido condenados no sólo siendo inocentes, sino también siendo ignorantes. Ignoran que l’air du temps conlleva que si pueden dictarse efectos prácticos como la prisión sin que ninguna razón verdadera los motive, lo razonable es que la verdad tampoco tenga ya ninguna consecuencia. Ignoran, en este tiempo de metáforas, su importancia simbólica: que no son un mensaje asumible, en esta época que todo lo asume.  

El indulto de Damocles

El 18 de septiembre de 2006 salía en libertad condicional, después de casi 15 años, 5.424 días preso, Ahmed Tommouhi: «Estoy en la calle, pero todavía no soy un hombre libre», dijo en su primera entrevista. Tommouhi (Nador, 1951) y otro marroquí, Abderrazak Mounib (Fez, 1952), habían sido condenados por una ola de robos y violaciones cometidos en Cataluña en 1991. Una decena de víctimas los señalaron como los asaltantes. Pero las muestras de ADN de una de esas violaciones analizadas en 1997 desvelaron el error: los autores eran un español, detenido en 1995, y otra persona no identificada. Los reconocimientos por parte de las víctimas habían sido la única prueba de cargo en todos los casos.

El Fiscal Jefe de Cataluña, dado que las otras condenas no habían podido revisarse por falta de muestras analizables, solicitó el indulto para ambos en 1999. El Tribunal Supremo, un año después, lo recomendó como la «salida adecuada» a la situación.  El Gobierno, ocho años y medio después, no lo había resuelto. [Ahora sí]. «Acepto los errores: ¿pero algo que dura tanto es un error?», dejó dicho Abderrazak Mounib antes de morirse en la cárcel en 2000. Ahmed Tommouhi, si el Gobierno no lo indulta antes, será hombre libre en 2009. Él dice que no lo será hasta que se reconozca su inocencia. 

Cuatro años después 

Aunque detenidos en 1991, el caso Mounib-Tommouhi no existió como tal hasta cuatro años después. En la primavera de 1995 dos hombres repitieron una ola de violaciones muy parecida a la del otoño de 1991. Hubo víctimas que los volvieron a señalar como los dos hombres que, hablando árabe, las habían violado. Mounib y Tommouhi, sin embargo, no habían salido de la cárcel desde 1991.

El 20 de junio de 1995, la Guardia Civil detuvo al español Antonio García Carbonell. Al verlo en comisaría, al agente Reyes Benítez se le vino a la cabeza la cara de Tommouhi, a quien había visto cuatro años antes durante la instrucción. García Carbonell y Tommouhi se parecen muchísimo. Reyes Benítez: «En la foto que llevaba García Carbonell en el carné de conducir y en la de la detención de Tommouhi son idénticos.» García Carbonell, aunque «de aspecto norteafricano», según sus víctimas, es gitano. Pero sobre todo habla caló, lo que hizo pensar a Reyes Benítez que quizá las chicas, a oscuras, apaleadas y muertas de miedo, hubieran confundido no sólo la cara, sino también el habla de los gitanos con el árabe. 

Esa sospecha desencadenó en 1996 una nueva investigación. Los dos informes policiales elaborados por Reyes Benítez y elevados a la Fiscalía de Cataluña sostenían que Mounib y Tommouhi eran inocentes, y que uno de los autores de las violaciones por las que ellos habían sido condenados injustamente era Antonio García Carbonell, el detenido de 1995. El Fiscal Jefe ordenó rastrear los restos biológicos que aún pudieran conservarse, y en 1997 el ADN de la única muestra analizable lo demostró científicamente: eran García Carbonell y otra persona no identificada quienes habían violado a la chica de Olesa en 1991. El primero fue condenado a más de 250 años de cárcel por esa violación y las de 1995. El otro sigue sin ser localizado. 

El Tribunal Supremo  revocó en 1997 esa condena por el caso Olesa y el Estado fue condenado a pagar más de 18 millones de pesetas (unos 108.000 euros) a cada uno de los dos marroquíes. ¿Por qué, entonces, Mounib siguió preso hasta morir y Tommouhi sigue aún cumpliendo condena? La explicación técnica es que quedaron atrapados en una falla del ordenamiento jurídico español. Una vez que las sentencias son firmes, como lo eran en este caso, el recurso de revisión sólo es viable si aparecen «nuevos elementos que evidencien» la inocencia de los condenados. Una vez condenado, es el reo quien debe demostrar su inocencia. 

Tras los informes elevados a la Fiscalía, seis años después de los hechos, sólo se recuperaron restos biológicos de la violación de Olesa. Las otras condenas son jurídicamente independientes. El propio Tribunal Supremo explicó el corsé que le imponía la literalidad del recurso de revisión y que le obligó a desestimar la revisión de esas otras causas. Y por eso mismo recomendó el indulto como «salida adecuada» a la situación creada. El Fiscal Jefe de Cataluña, José María Mena, lo solicitó formalmente el 30 de abril de 1999. 

Ni el anterior Ejecutivo del Partido Popular ni el actual del Partido Socialista lo han resuelto. Que el Gobierno no lo ha resuelto significa exactamente eso, que ni lo concede ni lo deniega. «El Gobierno ha decidido que no es un mensaje asumible indultar a una persona condenada por violación», se justificó el entonces ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar. El periodista que lo entrevistaba obvió la pregunta que, desde hace ya más de ocho años, justifica este proyecto: ¿por qué, entonces, tampoco se lo deniegan, como hacen con la mayoría de los miles de presos que piden el indulto cada año? La respuesta es la tesis que quiero demostrar aquí: porque ellos –a diferencia de la mayoría de esos otros miles—fueron condenados injustamente. 

Mientras tanto, la dama con la venda en los ojos, encantada de conocerse y gorda como una estatua de Botero, se divierte jugando al sol con su cada vez más raquítica y minúscula balanza de maqueta: «Es la esencial e irreductible ambigüedad de la justicia misma, incluso sujeta a forma en el derecho, que si la hizo, ciertamente, menos cruel que la venganza, también la reificó y la consagró como infalible e inexorable», (R.S.F.) se lee en el pie de foto.

EL INDULTO FUE FINALMENTE DENEGADO EL 30 DE ABRIL DE 2008.