Archivo mensual: octubre 2013

García Carbonell, la doctrina Parot y la verdadera impunidad

Esta tarde ha salido en libertad Antonio García Carbonell, después de algo más de dieciocho años en prisión. García Carbonell, autor confeso de siete violaciones, entró en la cárcel el 23 de junio de 1995 y de no haber sido por la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que ha anulado la doctrina Parot, habría seguido preso hasta 2025. Yo he dedicado ocho años a seguir su caso y su vida y estoy convencido de que es el autor de al menos otras seis violaciones: bueno, estoy convencido yo y la Guardia Civil, pero eso es otra historia ahora.

El caso es que me parece bien que pueda acogerse a los beneficios penitenciarios que por ley, y por sentencia de Estrasburgo, le corresponden.

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Dicho esto, diré en mi descargo que he dedicado buena parte de esos ocho años a intentar encontrar pruebas para que lo condenaran por esas otras violaciones impunes. Estas dos noticias de El País (una y dos) valen para recordarlo.

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La última noticia que dio El País sobre este caso, antes de que García Carbonell saliera en libertad esta tarde, se publicó el 3 de junio de 2011 y contaba que una juez había reabierto el caso de una violación cometida en Blanes, Girona, en 1991, gracias a los desvelos de un ciudadano barcelonés: Manuel Borraz. Borraz había convencido a la fiscal y a la juez de Blanes, que en un principio habían considerado que el delito había prescrito,  de que estaban equivocadas y de que faltaban seis meses para que la violación prescribiera. Borraz proponía además que se analizaran unas muestras de semen que yo había identificado en el último capítulo de Justicia poética, y señalaba que García Carbonell era el principal sospechoso de dicha violación. El juzgado, finalmente, le dio la razón y ordenó analizar las muestras.

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Las muestras, según un Mosso d’Esquadra que siguió el caso, resultaron que estaban deterioradas. Fin de la  historia del caso.

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Fin del caso porque en verdad la historia nunca acaba. ¡Nunca mientras haya alguien para contarla! Hace un año empecé a escribir un epílogo al libro, básicamente para dar la mala  noticia de que las muestras estaban deterioradas, pero también para otras cosas. Una de ellas era la reacción de la juez, Mercedes Giménez Olavarriaga, y la fiscal, Ainhoa Barinaga, cuando fui a verlas al juzgado de Blanes y les conté que además de la violación que ellas acababan de reabrir, había otra violación impune, que se había cometido la misma noche que la de Blanes, pero en Gerona capital y dos horas antes: el 25 de noviembre de 1991. Una violación, otra, que por tanto tampoco había prescrito.

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Como es muy tarde, me voy a abstener de resumirlos, pero les dejo aquí los párrafos de aquella memorable visita y de cómo reaccionaron sus señorías. Me he acordado estos días en los que tanto se habla de impunidad, impunemente.

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La visita al juzgado, a falta del cuaderno de notas extraviado, la reescribo de memoria. Me limitaré, por tanto, a dos fragmentos de las conversaciones que por separado mantuve con la fiscal y con la juez. En su despacho, la fiscal Ainhoa Barinaga, de unos treinta y tantos años, a quien recuerdo con un hilo de voz apenas audible del que había que ir tirando con delicadeza, no dijo nada más allá de confirmar que el caso se había reabierto, aunque fue amable y atenta con los detalles de mi rutina. Releyendo el sumario, yo había redescubierto que la misma noche de autos de Blanes, se había cometido otra violación idéntica a las afueras de Gerona y me pareció que, en tanto que fiscal, podía interesarle. Pero su interés resultó puramente humano: me animó a que fuera yo mismo a denunciarlo a Gerona capital. Dispuesto a echar el resto, le pedí que me precisara si tenía que ir al Juzgado de lo Penal que había instruido el caso o a la Audiencia Provincial que archivó el sumario. “Vaya a los dos y así hace usted un poco de turismo”, dijo.

A continuación, no me acuerdo si en la misma planta que estaba la fiscalía, entré al Juzgado de Instrucción número 1. Detrás del mostrador, las mesas de los agentes judiciales se repartían en un espacio diáfano modulado sólo por las estanterías y los armarios metálicos que las separaban, parecido aunque no tan amplio como el de la empresa de seguros de El Apartamento. La juez pidió que la esperara en una pequeña habitación encajada al fondo, entre el mostrador y su despacho. Ahora que lo pienso quizá fuera la sala de declaraciones.

Mercedes Giménez Olavarriaga, treintañera como la fiscal, aunque de apariencia más segura y sonriente, entró acompañada de su secretaria judicial y ambas se sentaron del otro lado de la mesa. La juez en la silla del centro y la secretaria a su derecha. La secretaria tenía un aire de joven de colonias comprometida que ondeaba todavía en sus gestos. El juzgado no informa de nada que esté tramitando, dijo la juez Giménez, cortando pronto y por derecho cualquier puente que pudiera haber entre su papel y el mío. Cuando le hablé de la otra violación de esa noche, vino a decir lo mismo: el juzgado hará lo que corresponda. No hizo nada.

Tanto la juez Giménez como la fiscal Barinaga desestimaron, por turnos, informar al juzgado de Gerona que había archivado también en su día esa violación cometida un par de horas antes que la de Blanes. Todo en nombre de la víctima cuyo nombre no conocían.

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El cómplice de García Carbonell en todas esas violaciones, por cierto, nunca ha sido identificado ni detenido, pero supongo que no es a esa impunidad a la que se refieren los ministros del ramo y el incienso.

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Buenas noches.