Al parecer, José Antonio Martín Pallín, magistrado emérito del Tribunal Supremo y ponente del auto que desautorizó el recurso de revisión de Ahmed Tommouhi el 30 de junio de 2000, es también un hombre personalmente afectado por haber tenido que tomar esa decisión. Por tres fuentes diferentes, muy diferentes, y muy autorizadas, me viene esta información. Según el ex fiscal jefe, por providencial ejemplo, se miró la causa con «un extraordinario interés en sacarle la punta y en resolver el asunto». Es, por decirlo banalmente, su espinita clavada.
Yo diría incluso, aunque esto todavía es sólo una hipótesis, que en la entrevista que le hizo José Martí Gómez para El Magazine de La Vanguardia, el 21 de enero de 2007, al hablar de la sentencia que le había quitado el sueño, se refería precisamente a este caso:
[…]
Pregunta: ¿no le ha quitado el sueño ninguna sentencia?
Martín Pallín: – […] Yo diría que mi preocupación no ha sido tanto por imponer las penas excesivas que me exigía y exige la métrica penal, penas que siempre puedes pedir que se atenúen, sino por la sensación de haberme equivocado de autor.
P. -¿Error judicial?
M.P -Digamos que las circunstancias externas han provocado en mí la duda de si he condenado a alguien que tuvo la desgracia de estar en el lugar inoportuno en el momento inadecuado.
P. -Ya lo cantó Gato Pérez en un bolero […] Por la noche, todos los gatos son pardos.
MP: Eso, más o menos.
P-¿Y qué poso queda tras la sensación de condenar a un inocente?
M.P.: La esperanza de que el Tribunal Constitucional corregirá mi error. Recibiré la corrección con gran alegría porque siempre he sido partidario de una justicia que prime la libertad del culpable antes que la condena de un inocente.
Bien. Tanto es así que acepta comparecer ante el Parlament. El hombre ante el ágora. ¿Qué dijo del caso? Nada. Los comentarios de estupefacto y rb resumen esa nada. Y aquí está la nada transcrita al completo. Es antológico, por ejemplo, el párrafo en el que explica cómo el Supremo ha incorporado un caso de identificación en rueda a la jurisprudencia del recurso de revisión:
Y después, por ejemplo, hemos metido también un caso de error de identificación, lo cual es bastante peligroso, sobre todo si se trata de una identificación en rueda, porque yo las identificaciones en rueda me parecen… bueno, me ponen bastante nervioso, como elemento probatorio. Es algo que no me deja tranquilo, cuando hay que poner una sentencia en función de un reconocimiento en rueda. (acta de la comparecencia).
Vale, ahora sabemos que al señor Martín Pallín le ponen muy nervioso las ruedas de identificación. ¿Es eso todo lo que tenía que decir al respecto de la ecuación: ruedas de identificación-recurso de revisión-caso Tommouhi-Mounib? Por no hablar de los otros condenados por la cara que, al parecer, desconoce: Rafael Ricardi, o Jorge Ortiz.
El Otro Gran Afectado por este caso, que lo ha vivido también con el corazón en un puño, es el Fiscal Mena. El hombre de los deseos fervientes y las convicciones profundas. ¿Qué dijo, además de que en 43 años no había visto un caso igual, cuando pasó él también por su comparecencia el pasado 1 de julio? ¿A qué venía aquella propuesta suya, sobre la reforma de la segunda instancia? ¿Qué consecuencias podría tener en este caso? Contra todas las celebradas interpretaciones con las que la recibieron en los periódicos (El País, El Periódico de Cataluña), él mismo me lo aclaró hace diez días debajo del almez aquel donde nos vimos, en la terraza del Why Not: «Nada, nada, nada. En este caso, nada.»
El problema no es que haya un magistrado y un fiscal convencidos de la inocencia de un condenado, a los que la ley, aun siendo directamente responsables de esa condena, no les permite actuar en consecuencia. Es peor, es esta perfecta falta de consecuencias con la que todavía se pavonean sobre el escenario, ese yoyeo irresponsable del corazón en un puño y el micrófono en el otro –para cantar la nada, corazón– lo que ha hecho insoluble este caso hasta la fecha, y los que vengan.
Si es verdad que la ley les impide actuar de acuerdo a sus certezas materiales, no sé a qué esperan para denunciar públicamente esa ley. Y si no es verdad que sus convicciones tienen una base material, no sé por qué siguen expresándolas públicamente. Con uno de los dos tipos de víctimas, al menos, convendría que fueran consecuentes.