Archivo de la categoría: El autor y el dinero

Última actualización

A partir de hoy, el dominio http://www.ladoblehelice.com acoge la transformación de este blog en otra cosa. Esta herramienta que durante casi dos años y medio ha estado al servicio de un proyecto, la investigación y escritura de un libro, Justicia poética, deja por tanto de actualizarse.

Pero no se vayan, porque todo seguirá donde estaba: www.ladoblehelice.com

Justicia Poética está en las librerías

Poco más de un mes

El libro estará en las librerías españolas a finales de enero. He cambiado el título. Y estoy muy contento: Falsos testigos del porvenir era mucho más oscuro que Justicia poética. Los dos recogen bien el tiempo del que habla, pero el de la edición argentina lo hacía sólo calificando a sus funcionarios, que levantan acta del mundo como si el mundo fuera una hoja en blanco. Este de la edición española anuncia mejor el estilo y el tema del libro, que es para lo que sirven los títulos. Y es, aun con todas sus ambigüedades, más transparente. La portada de Martín Elfman, como ya dije, creo que  ilustra a la perfección la tesis del libro. Tanto, que incluso contiene la doble lectura que el texto no llega a desarrollar del todo y que no sé si alguna vez escribiré. Los párrafos de la contraportada mejoraron mucho después de pasar por las manos de Arantxa Martínez. En fin, que no me importaría que me juzguen no sólo por el contenido, sino también por la forma del libro, cosa que agradezco a Elena Ramírez, editora de Seix Barral, hacia donde un mensajero se acaba de llevar las pruebas corregidas.

Edición española

La versión española de Falsos testigos del porvenir aparecerá  en febrero de 2010, publicada por Seix Barral.

Así que ahora que empiezo a trabajar con vistas a esa reedición, y trabajaré hasta que termine agosto, agradezco los comentarios, sugerencias y correcciones que los lectores de la edición argentina quieran dejar aquí.

Autoliteratura

[EL LIBRO ESTÁ EN LA CALLE]

Si pasáramos un algodón por el capítulo siete del libro, las manchas de tinta –¡de sudor!– que dejarían las razones personales del autor para escribirlo –mezquinas por definición– quizá se parecerían bastante a «esta carta a oscuras». Tenía 28 años. No me interesaba la radio (profesionalmente, ¡internet tampoco!). Básicamente, era gilipollas. La debí de enviar a Londres, a C., al día siguiente de escribirla. Es, con sus tachones,  lo último que les dejo aquí.

A cuidarse y hasta la vista*.

Torrelodones, 8 de agosto de 2006.

[…]

***

Me aburro soberanamente, amor, en el trabajo. En la SER. Ya no tengo ni ganas de proponer temas: prefiero que me endosen alguno […]  y prepararlos como si fuera un trabajo eminentemente técnico, como quien embala cajas de cartón. No me ha vuelto a contestar Monteira, sobre lo de Galicia. […] Cuando envié aquella solicitud para lo de Migrinter, tampoco al principio estaba muy convencido, pero a medida que le fui dedicando horas y pensamientos al proyecto me fui entusiasmando: cuando me dijeron que  no me habían seleccionado fue como si me hubieran robado los recuerdos de infancia, como si hubiera descubierto que, en verdad, nunca hubieran existido los veranos sin colegio y con amigos. Fue un mazazo, lo que pasa es que lo de [que me enviaran a] la SER me había dejado tan hundido que éste apenas me rebajó ya la altura: estaba por los suelos. […] Luego, algún día, la gente vendrá y me dirá que tengo una estrella, que todo me sale bien, pero yo también llevo mis fracasitos rotos como muñequitas sin cabeza. Párrafos como éste me hacen sentir, ahora sí, como un Peter Pan de pacotilla.

Me llamó la atención la explicación que tú me diste para todas mis dudas profesionales: «yo creo a veces, amor, que es también un problema de inseguridad», me dijiste más o menos. No estoy muy seguro, pero entendí que querías decir que por esa inseguridad no acometía nada en serio: ni lo de periodista, ni lo de la tesis para luego ser profesor, etc. Es cierto que hay inseguridad, pero creo que en una dirección del todo distinta a la que tú señalabas. Sinceramente, creo que con más o menos esfuerzo, con más o menos travesía del desierto, podría ser periodista o profesor sin ningún problema. Con el pito, que diría Benito Floro. Sólo hay que trabajar duro.

El problema es para qué. Por desgracia, y por mucho que lea a García Calvo, yo también caigo en la trampa de imaginar o pensar a dónde lleva eso, y el horizonte de éxito en esos campos me horroriza. Los he visto por dentro, y hay ejemplos –bastantes– a los que [admiro]  y que creo que han disfrutado su vida y su carrera (no se pueden separar si quieres disfrutar alguna de algo) en esos mundillos, pero veo el panorama bastante desolador. Llegar lejos en ese mundo, tener algún día responsabilidades, me horroriza. Sencillamente porque no sé si mi estómago lo aguantaría. Y, en el caso de que lo aguantara, pobre de mí.

De lo que no estoy seguro, y ésa sí es mi inseguridad, es de si se puede (si podré, porque hay gente que seguro que lo está consiguiendo) sobrevivir en los márgenes de ese mundo. De cualquiera de ellos. Si se puede trabajar en la academia, escribiendo y trabajando contra la academia: la academia donde el 90% de lo que se publica es basura y el 70% de los profesores están contratados gracias a un sistema endogámico. Y qué decir del periodismo, donde sencillamente el 90% de lo que se publica es irrelevante, y el 10% restante, que suele ser más importante directamente mentira. Lo jodido además es que este último diez % es sobre cosas verdaderamente importantes. Un periodismo que es, sobre todo, mala literatura y propaganda, y que su único papel consiste en proyectar un la imagen de la sociedad feliz, por mucho que lo disimulen exponiendo la imagen de los infelices que han sido, o creen ellos que lo han sido, aparatados de la sociedad; una felicidad que aparece como tal, por supuesto, porque es incontestable. Se me hace muy duro pensar que tengo que esforzarme por eso. De la teoría del sacrificio no me creo nada: ningún camino de ningún la mentira no conduce hasta la verdad, la desigualdad nunca traerá la igualdad y no hay camino infeliz que lleve a la felicidad. No hay plazos que valgan.

Ejemplo práctico. Ahora tengo delante una excelente oportunidad: y no es Galicia, claro. Es Tommouhi. Es la oportunidad soñada una y mil veces. ¿Por qué, sin embargo, no me sumerjo sumerjo en ella a pecho descubierto? Por inseguridad, bien sûr. Eso si es inseguridad. Y ni siquiera de que lo podría hacer bien en condiciones óptimas: inseguridad de que lo pueda hacer bien con lo que hay. Y hay, entre otras cosas, mucha gente que te rodea y a cuyos ritmos te habituas y que espera mucho de ti, o al menos que espera lo conveniente, lo natural, y que te acompaña si coincide que pasas por pasabas por allí: no mucho más. Por supuesto, no creo que sea reprochable. Sencillamente es.

Y tampoco quiero condiciones óptimas porque las únicas condiciones óptimas que son óptimas para hacer el libro que hay que hacer, son las que no son óptimas. Esto es, aquellas que plantean todo tipo de dificultades pero que nunca impondrían nada a la boca que pregunta, la cabeza que piensa ni la mano que escribe. Ni plazos, ni estilos, ni tamaños ni obligación. Eso sería óptimo. Pero, claro, ¿cómo decir en la SER, no a la «SER», sino a mis compañeros de carne y hueso como yo, que me dejo la beca ya, porque ya quiero ponerme a escribir un libro sobre Tommouhi («Braulio, estás obsesionado», me dijo a todo esto Á., mi colega del Máster: ¡y es mi colega!); ¿tú crees que al día siguiente no me iban a mirar como a un loco? ¿tú crees que no hay gente en el Máster que si supiera algo estaría haciendo cábalas a ver lo que tardo en darme la hostia? ¿Crees que mucha gente me llamaría para tomar un café cuando no pueda quedar para cenar porque mi fin de mes empieza «desde el día 3»? Es casi más todas esas renuncias de pacotilla lo que me crea una inseguridad acojonante: verme en la intemperie y sin nada que escribir, y tener que volverle a pedir dinero –por fin se lo devolví todo el viernes– a mi hermano Rafa.

Todas esas preguntas me asaltan, mon amour; perdóname por tostarte la oreja, pero sólo el pensar que te lo estoy contando a ti me hace aclararme un poco más, mi niña de «mirada limpia e inteligencia clara».

Te quiero, locura.

[firma]

*Cuando sepa la fecha de publicación en España, la anunciaré aquí.

El libro está en la calle

Falsos testigos del porvenir ya está disponible aquí.

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Este cerdo y sus porqueros I

«La era digital quizá subsuma alguno de los mútiples intermediarios del libro (editores, distribuidores, agentes, asistentes, libreros), que realmente son o han sido una voraz legión convencida de que el autor es un cerdo y se come todo.»