Anoche no encontré la manera de rescatar un párrafo suprimido del borrador del libro, que voy escribiendo en Google Docs. Sé que lo escribí el martes o el miércoles, quizá el jueves pasado, pero entre las cientos de versiones añadidas no di con la buena. No creo que deba suponer un gran obstáculo técnico el incluir un buscador interno, que permita localizar expresiones o frases de alguna versión suprimida. Primera decepción: porque quería contar aquí hoy cómo había llegado hasta él y por qué había que descartarlo.
Luego me acordé de que este jueves salió a la venta el primer número de la edición española de Vanity Fair y que traía un articulito mío. Hacía mucho que había mandado la nota (un comentario sobre la inauguración de la nueva California Academy of Sciencies de San Francisco, del arquitecto italiano Renzo Piano, acompañando un bonito reportaje gráfico de la edición americana). Al leerla detecté algunas de las variaciones que los editores habían incluido, aunque también –ahora lo sé– otras me pasaron desapercibidas. Contra las dudas, pensé, Google Docs: una función permite comparar dos versiones de un mismo texto, y lo hace además con una resolución gráfica sencilla, mezclando colores y tachones para distinguir el texto final del inicial. Evidentemente se podrían haber comparado a simple vista, sobre el papel, pero hablamos de precisión: de la diferencia entre vio e imaginó. Tampoco podía ser. Las dos versiones, al introducirlas por separado desde otro archivo, con la función cortar y pegar, desencajaban la estructura del texto y se hacía muy difícil entender los cambios.
Así que tiré por la calle de enmedio, y decidí hacerlo yo mismo: a mano. Abajo está el resultado. En redonda queda el texto de la primera versión (PV) que se mantiene en la versión final de la revista (VF). Tachados (así: redonda) aparecen los fragmentos de la PV suprimidos en la VF, y en cursiva, los añadidos, que no estaban en la PV pero sí aparecen en la VF.
En fin, edición recreativa. Son las cuatro y veintidós de la madrugada: Buenos días por la noche.
Por separado, aquí están la versión enviada y la versión publicada.
Un museo vivo
Arquitectura-Renzo Piano
Poco antes de pasar frente a la comisión para la construcción de la nueva California Academy of Sciences, Renzo Piano, uno de los seis arquitectos que optaban al proyecto, estaba asomado al tejado de uno de los viejos edificios agrietados por el terremoto que sacudió San Francisco en 1989, según contó a VF. Piano, que este mes cumple 71 años, con barba blanca y pelo canoso, bajó luego y garabateó en su bloc, inspirado por lo que había visto, el boceto que ganó el concurso. Ocho años después, aquella visión proyectada se ha materializado, y cualquiera que visite el museo puede hacerse una idea de lo que Piano vio. Inspirado por lo que había visto, garabateó en su bloc el boceto que ganó el concurso. Ocho años y casi mil millones de dólares (635 millones de euros) después, aquel dibujo se ha convertido en una obra que los críticos califican como la mejor de este arquitecto, premio Pritzker en 1998.
El arquitecto italiano Piano, fiel a su estilo de no tener estilo propio, ha creado un museo natural, transparente y vivo (además de un jardín en el techo, albergará más de mil especies animales), elegantemente fundido con el Golden Gate Park que lo acuna. Las colinas que vio imaginó rodeando la academia ondulan ahora sobre el tejado mismo de la nueva academia del museo: son y forman las cúpulas de las tres instituciones de la ciudad que acoge y que reabren sus puertas en Septiembre este mes: el Steinhart Aquarium, el Morrison Planetarium y el Kimbal Natural History Museum. Hasta ahora el complejo constituía un hito histórico y científico en San Francisco; con la remodelación, se convertirá en un prototipo de museo ecológico. Para empezar, en el interior habrá toda una declaración de intenciones a favor del medio ambiente: una selva tropical en un invernadero, un planetario enorme para observar las estrellas, un hábitat para pingüinos, además de distintas especies de peces, insectos, repitles, pájaros…. y una exposición interactiva sobre el cambio climático y el futuro de la Tierra.
Pero lo más sorprendente es el exterior. El verde del fondo, Piano lo ha «transplantado» ha sembrado con especies vegetales autóctonas (más de mil plantas) sobre en la superficie del techo que servirán, además, para mantenerlo fresco y absorber el agua de las tormentas. Una alfombra de tulipanes, margaritas y pequeños arbustos se extiende suavemente sobre el armazón logrando un perfecto efecto de camuflaje con el entorno. El esbelto rectángulo de muros acristalados que sostiene ese “techo vivo”, así lo llama Piano él, realza la sensación, buscada por el autor, de una conexión inmediata entre edificio y con la naturaleza.
Piano (Génova, 1937), debutó en la escena internacional con la construcción junto a Richard Rogers del Centre Pompidou de Paris (1971-1977) El debut de Piano en la escena internacional fue polémico: la construcción del Centre Pompidou de Paris (1971-1977) junto a Richard Rogers. Un edificio estéticamente coherente con el deseo la idea de desacralizar el arte y abrir los museos al gran público, pero con una cierta adecuación original a su función específica de funcionalidad discutible: se le acusaba de tener poca superficie mural para las exposiciones y los fondos bibliográficos, por ejemplo. Esta vez, sin embargo, ha cuidado mucho acoplar estética y función: un edificio verde y sostenible para una institución que estudia la naturaleza. Gran parte del recinto se refrigera con aire natural. Uno de sus aciertos ha sido lograr que casi todo el recinto se refrigere con aire natural y evitar el aire acondicoinado, una obsesión de Piano desde hace años. A eso hay que sumar los paneles solares, el suelo radiante o que el 90% de los materiales que sobraron de la demolición del edificio antiguo se han vuelto a usar en el nuevo. Y un dato muy curioso: el 68% de los elementos usados como aislantes provienen de reciclar pantalones vaqueros (¿quizá un resto del espíritu hippy californiano?)
Hay otros detalles, sin embargo, que sí resultarán familiares al visitante atento a la trayectoria de Piano, autor también de la Terminal del Aeropuerto Internacional de Kansai, en Osaka (Japón), la Maison Hermès, en Tokio, o la reciente sede del Times de New York, el primer rascacielos levantado en la ciudad desde el 11-S. Piano, quien ha escrito que “construir es juntar elementos materiales”, tiende a repetir una parte o incluso una pieza, a menudo de inspiración orgánica, que generan un edificio armónico y equilibrado. conocedor de Piano y que provienen de su inspiración orgánica: el techo de cristal que cubre como una telaraña uno de los patios, las placas solares con forma de alargadas hojas injertadas insertadas en el porche que rodea el edifiio (y que producirán entre un 5 y un 10% de su energía), así como las pequeñas y las piezas cuadradas y alineadas sobre el techo como escamas, son ejemplos de esa rítmica imitación de la naturaleza la techumbre a modo de escamas. Son rasgos de su estilo que se encuentran en otros edificios como la Maison Hermès en Tokio; el aeropuerto internacional de Kansai, en Osaka, Japón; o el edificio del periódico The New York Times en Nueva York.
Por fin, encontramos también la seña de identidad por excelencia del arquitecto italiano: la búsqueda de la transparencia, una obsesión que empezó en la década de los años 80, Renzo cuando Piano formó parte junto a Norman Foster o el propio Richard Rogers de la corriente «high tech», que tenía entre sus símbolos más queridos el Crystal Palace de Londres (1851). La búsqueda de la transparencia sigue siendo uno de los trazos más característicos de la arquitectura de Piano, que para la para la Academy of Sciences de San Francisco se lo impuso además como una obligación dado el entorno de jardines que la enmarca. Piano sólo ha firmado un edificio en España: sobre la fachada de la sede del Luna Rossa Team para la 32 Copa América celebrada en Valencia en 2007, ensambló una serie de paneles translúcidos con materiales de viejos barcos que durante la noche devuelven un efecto linterna desde el interior iluminado. Academy of Sciences de San Francisco es la apoteosis de esa luminosidad porque está situada en medio de un parque y sus muros transparentes permiten ver la naturaleza. “La mayoría de los museos son opacos, un reino de oscuridad. Aquí, sin embargo, puedes ver el parque alrededor”, concluye Piano con satisfacción.