Archivo mensual: junio 2008

El libro, en pocas palabras

Wordle genera nubes de etiquetas a partir de un texto introducido. Las palabras más repetidas resaltan  con un tamaño proporcional a su frecuencia. Yo he metido las 118 páginas del libro que llevo escritas y sale esto:

 

Aquí, a un tamaño legible.

Entre las más frecuentes aparecen «ya» y «pues». La una denota cierta desesperación y la otra insiste en lo evidente. Así que me aplicaré a afeitarlas.

Alá y el silencio de los periódicos

Hace una semana que sabemos que el Gobierno denegó el indulto a Ahmed Tommouhi (no me consta que hayan resuelto el de Abderrazak Mounib). Tote y Estupefacto han comentado aquí la sorpresa que les produce que ningún periódico haya publicado la noticia. Estupefacto se pregunta por qué si durante nueve años ha sido noticia el retraso en la resolución, no lo ha sido la resolución del retraso. Tote me señala directamente: «que conteste Braulio, ¿no?»

Recojo el guante, aunque solo tengo clara una parte muy pequeña de la respuesta. Antes que cualquier explicación teórica, el por qué la noticia no ha salido en El País, con la posibilidad de que hubiera luego podido ser rebotada por otros medios, se debe en parte a una razón muy tonta: Mónica C. Belaza, experta en condenados por la cara del periódico (I, II y III) está de vacaciones.

¿Por qué no han dicho ni mú, Pere Ríos (El País), Ildefonso Olmedo (El Mundo) o Domingo Marchena (La Vanguardia), que durante años han seguido el caso? No lo sé. Imagino que algo tendrá que ver el cansancio. Pero me parece que influye también el poco glamour de la noticia. Aunque fuera, probablemente,  la última noticia que iban a poder sacar sobre el asunto. La realidad, una vez más, ha estropeado el final de una buena historia: un induto sin resolver durante años, era, en cada cumpleaños, una buena historia. Ahora ya no.

Que la resolución sería negativa ya lo había anunciado el ex ministro de Justicia, López Aguilar: «El Gobierno ha decidido que no es un mensaje asumible indultar a una persona condenada por violación», declaró hace dos años. El enviado del ministerio al programa que Hoy por Hoy le dedicó a este tema cuando se cumplían siete años sin que se hubiera resuelto el indulto dejó entrever, sin embargo, la verdadera razón por  la que no se resolvía: «es que sería muy fácil decir que este expediente se va a llevar al Consejo de Ministros, exclusivamente, para que se rechace. Es decir, cuando se plantean cosas al Consejo de Ministros es para cuestiones que sean favorables al interesado». La respuesta es una idiotez: el Consejo de Ministrros resuelve negativamente la inmensa mayoría de los  indultos (sólo el 5% de las las 9.390 solicitudes presentadas en 2005 fueron aprobadas, por ejemplo). Pero es una idiotez reveladora de la única forma de justicia que en el ministerio y la fiscalía estaban dispuestos a ofrecer a estos dos condenados por la cara: justicia poética. No querían resolverlo porque no querían denegárselo. Pero tampoco era un mensaje asumible…

Ésa es también la única forma de justicia por la que está dispuesto a trabajar el periodismo divine. Nadie ha buscado otra explicación que no fuera la del trágico error. Nadie ha preguntado a los responsables. El documental del pasado martes (puede verse íntegro aquí) es el último ejemplo: no había pruebas de su inocencia, dice tranquilamente el señor Fiscal Jefe, y cambia el plano.  «¿Las buscó usted, señor Mena?», me gustará preguntarle. En un papel que envió  al señor Tommouhi a finales de 1999 a la cárcel, el periodista escribió toda una declaración de principios: «Confía en alá. Pronto serás libre.» Confía en Alá, porque lo que es en nosotros…

La denegación del indulto es un acto demasiado trivial, demasiado burocrático como para cerrar un drama. Que pueda ser al mismo tiempo demasiado brutal, debe obviarse en este caso: es una brutalidad que, por muy compleja que sea, el más tonto sabe que también les señala  a ellos. 

Nota: Como bien comenta Estupefacto, dos excepciones digitales confirman la regla de papel: Arcadi Espada y Manuel Trallero.

 

Un documental sobre el caso

Ayer hablé con Ahmed Tommouhi. Ya sabe que el gobierno ha denegado el indulto que solicitó en su favor, y en el de Abderrazak Mounib, el fiscal jefe de Cataluña: «Ellos mandan. Hacen de nosotros lo que quieren. Qué vamos a hacer», me dijo. Yo no sé qué añadir.

Esta noche pasan un documental en La 2, a las 22:45, que tratará, entre otros, su caso. Este es el trailer del documental, obra de La Marea Producciones.

El Gobierno deniega el indulto a Ahmed Tommouhi

El pasado 30 de abril el Gobierno denegó el indulto a Ahmed Tommouhi. El ex fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, lo había solicitado en su favor el 30 de abril de 1999. Fuente: Manuel Borraz.

Notas de la semana

Lunes 2 de junio:

Empiezo a escribir el capítulo sobre los contradictorios señalamientos, fácticamente insostenibles, contra Abderrazak Mounib sobre los tres asaltos del 3 de noviembre de 1991. Casi al final, encuentro la conexión entre eso y lo último que escribí y publiqué aquí: Haciendo Pie. Toda la disertación sobre la inconveniencia de utilizar la expresión el «inculpado» cuando de transcribir la declaración de una víctima se trata, tiene aquí –¡la encuentro!– su demostración práctica. Creo que no entraré en el tema –pura filosofía procesal– de por qué estos hechos no se juzgaron conjuntamente: sólo podría especular, aunque confío en que los hechos, por sí solos, lo evidencien: habría sido imposible condenarlo.  La escritura es todo menos lineal: avanzo un párrafo, dos, y luego vuelvo sobre ellos, los abro, me meto dentro y voy ampliando. Termino sobre las siete y cuarto.

Miércoles 4 de junio:

Ayer olvidé escribir esta nota. Hoy, el capítulo ya tiene un rostro humano, aunque sólo ligeramente humano. Ayudan mucho las palabras de la abogada de Mounib en los dos casos de Vilafranca: «no creo en la justicia: el abogado es muy hipócrita y los jueces dejan mucho que desear». Sólo queda el final: el descarte expreso de Y., la chica de Terrassa, asaltada esa misma noche y que, al contrario que las de Vilafranca, sostuvo que Mounib no había tenido nada que ver.

Me gusta Google Docs: puedo ir insertando documentos e imágenes sobre la marcha. Algunas páginas del libro  se van a parecer, visualmente, bastante a algunas de este blog. Este es un borrador, por ejemplo, de una de ellas.

Jueves 5 de junio:

Bueno, el capítulo está más o menos esbozado. No me convence nada el comienzo, y no estoy tampoco seguro del final. Los problemas de encadenamiento del texto en sí no serán difíciles de solucionar. Pero no encuentro el comienzo: Vilafranca son casos sin grandes escenas, sin grandes frases, es sólo un puro absurdo que cuesta atrapar de manera absurda. Es difícil no contagiarse.

 

¿Por qué soy tan cabezón?

LLevo tres semanas sin avanzar una línea del libro. Después de lo que publiqué aquí hace un mes (Haciendo pie), apenas si esbocé, con trazo voluntarioso pero sin convencimiento, una crónica sobre la primera visita a Ahmed Tommouhi en la cárcel, en junio de 2006. La he releído semanas después y solo se aguantan las citas del señor Tommouhi. El resto es eso: voluntad de pedalear, aunque sea sin cadena.

La razón me resulta familiar y aunque con cierto rubor, porque sé que a estas alturas esto es como descubrir el mediterráneo, intentaré fijarla aquí. Cuando la tesina –no he escrito nada más– me pasó más o menos lo mismo: me lancé a escribir sin red, esto es, sin esquema ni índice ni capítulos bien definidos. Todo, creía yo, lo tengo en la cabeza. Pero la cabeza ella sola se defiende, y contra el aliento que le falta, le sobran todas las preguntas: éste que diga lo que quiera, que yo lo que quiero es que se estrelle ya y que me deje, pareciera que diga (sin decirlo). El resultado es que llegas a tener perfectamente claro lo que luego, una vez escrito, no hay quien lo entienda ni sostenga.

La primera (Hechos Probados) estaba ya muy trabajada y bien ahormada, y la tercera (Hechos Nuevos) es demasiado evidente como para que pueda ser otra cosa: pero es en esta segunda parte (Deshechos) donde está verdaderamente la historia y el proceso de este libro. Y esta segunda me empeñé en escribirla a partir de la estructura que tenía ya hace un año en mente, sin que el roce ni el tiempo la hubieran modificado. Las estructuras que no son cajas vacías, sin embargo, hay que ponerlas a andar por la calle y con lo que en la calle pasa deben conformarse.

Una estructura que era un montaje en el obsesivo sentido que ya expliqué aquí (un ensamblado de documentos, citas y recortes). Ahora no se diluirá del todo, ni mucho menos, pero deberá ajustarse a lo que la claridad y la exposición aconsejen. Todo esto ya lo sabía muy bien un colega, hombre práctico, que la noche que llegué a su casa como quien ha vivido una revelación, me cortó en seco:

–Iván, lo que voy a hacer es un montaje de citas, documentos, cartas, informes. (…)

–Bueno, vale, utilízalo cuando te venga bien, pero no te encierres con eso, porque habrá veces que tendrás que explicar tú las cosas.

Así que, algo jodido (¿Por qué soy tan cabezón, señor?), dejo la ultravanguardia y me agarro a lo clásico, que son, para empezar, estos capítulos: Cortar y pegar; Tres en uno; «No he tenido nunca niguna duda»; Terrassa; Gavà; García Carbonell; Cornellà; Esparraguera ; Segunda investigación; Olesa (hidrocele y Tordera: dos moros «que vestían en plan gitano»); Los abogados; Tarragona.