La carta que le envié a E., la chica violada en Viladecans (caso Gavà), fue devuelta: «dirección incorrecta», según el acuse de recibo del 16 de enero de 2008. Hoy, de vuelta a Barcelona después de tres semanas, voy a ir a comprobar la dirección personalmente.
Adelanté que, pese al compromiso de la transparencia, no publicaría las cartas enviadas a las víctimas sin haberlas avisado primero. La devolución de ésta me permite invertir los términos: la publico porque la chica ya no la va a leer. Llamaré a su puerta, de acertar con su dirección, y le explicaré por qué esta carta abierta.
En fin, la carta era ésta:
Estimada E. M.:
Me he permitido escribirle, aunque no me conoce, después de muchos meses pensando en hacerlo. Mi nombre está más arriba, tengo 29 años y soy periodista. Le ruego me disculpe si la sorpresa de esta carta le resultara molesta.
Estoy escribiendo un libro. Supongo que ya se lo imagina. Sí, es sobre los hechos del otoño de 1991 y sobre la vida de las dos personas que fueron condenadas como autores en algunos casos. En el suyo, hubo absolución. En otros, ni siquiera fueron juzgados.
La razón que explica suerte tan dispar, no sé si la conoce: nunca apareció ninguna prueba, más allá de la “identificación” por parte de algunas víctimas, que implicara a los dos ciudadanos marroquíes en los hechos. Así que todo dependió, exclusivamente, de lo que dijeron las víctimas: unas que sí, otras que no.
Si he de confesar, no tengo del todo claro lo que dijo usted. Y no porque no haya leído sus declaraciones una y otra vez, no menos de 20 ó 25 veces, intentando oír sus palabras más allá de lo que transcribían los secretarios judiciales. No crea que juego a las adivinanzas: es que sólo a través de las contradicciones que se reflejan en esos escritos, se puede uno hacer una idea más o menos de lo que en verdad usted decía.
Me quedo con la cita de su declaración del día del juicio oral, donde usted aclaró que lo había señalado
“por ser de raza árabe y de constitución anatómica parecida a la de su agresor, pero sin estar segura de que se trate de la misma persona”
El Tribunal lo absolvió: no sé cómo recibió usted esa sentencia, si con rabia, porque temiera usted que el acusado sí que fuera el autor de los hechos, o como un descanso, porque por fin había logrado deshacer un malentendido.
No lo sé, pero por las declaraciones suyas que he leído, ya le digo, creo que usted había intentado dejar eso claro mucho antes. En concreto, en una declaración que prestó ante el juez instructor, ya aclaraba que
“en ninguna de las dos [ruedas] estaba segura de su reconocimiento”
El juez, aún así, decidió procesar al señalado y, no sólo eso, un mes después escribió que usted había ratificado el reconocimiento en ambas ruedas y dictó prisión provisional. Ya le adelanto que hoy martes, en un blog que mantengo en Internet sobre esta investigación, me detendré a analizar todo esto. Puede consultarlo aquí: www.ladoblehelice.com.
No sé si sabe que cuatro años después se repitieron unos hechos muy parecidos, también a manos de dos hombres “al parecer norteafricanos”, y que hablaban una lengua “árabe”, y que uno de ellos fue finalmente detenido: era gitano y hablaba caló. Que era físicamente idéntico al marroquí que usted había señalado como de “constitución anatómica parecida”, pero sin estar segura de que él fuera el autor.
La Guardia Civil tampoco estaba tan segura. En cuanto detuvieron al del año 95, uno de sus agentes redactó un informe avisando de que quizá se había producido un error con los condenados en 1991, y que el verdadero autor era el detenido del 95 y la otra persona no identificada. Las pruebas de ADN, que sólo se pudieron practicar en un caso, el de Olesa, confirmaron su hipótesis. Los autores de los hechos de Olesa, cometidos el 5 de noviembre de 1991, eran los mismos autores que los del 95: Los dos marroquíes eran inocentes, y así lo reconoció el Tribunal Supremo en 1997.
Pero hay más. Después de demostrado el error, y por motivos que sería demasiado largo explicar aquí, uno de ellos murió en la cárcel, tres años después, y el acusado que fue en su caso absuelto, ha pasado 15 años preso. Hoy está en libertad condicional, pero, él mismo lo dice: “todavía no soy un hombre libre”. De hecho su condena vence en 2009.
Yo llevo dos años y medio metido en esta historia. El blog que le citaba antes, existe desde hace tres meses. Es un intento por desarrollar este trabajo a la vista de todo el mundo. No por exhibicionismo, sino por transparencia. Ahí contaba el jueves pasado (“El encontronazo con el Otro”) que me llena de curiosidad una frase del acusado, que en un juicio posterior declaró que en el caso en que había sido absuelto, la chica se le acercó y le habló. Que él no había entendido lo que le decía, pero que algo le dijo.
Esa chica sólo puede ser usted, porque en ningún otro caso lo absolvieron. Me he preguntado muchas veces qué es lo que le dijo, y por qué. No sé si usted lo recuerda, y si querría contármelo.
He empezado esta carta diciendo que el libro trata de la vida de dos condenados. Yo querría que el libro tratara de la de ustedes también. Pero eso es algo que sólo de ustedes depende. Yo le animo, sinceramente.
Agradeciéndole por adelantado su atención, reciba un saludo cordial:
Braulio García Jaén.