Si pasáramos un algodón por el capítulo siete del libro, las manchas de tinta –¡de sudor!– que dejarían las razones personales del autor para escribirlo –mezquinas por definición– quizá se parecerían bastante a «esta carta a oscuras». Tenía 28 años. No me interesaba la radio (profesionalmente, ¡internet tampoco!). Básicamente, era gilipollas. La debí de enviar a Londres, a C., al día siguiente de escribirla. Es, con sus tachones, lo último que les dejo aquí.
A cuidarse y hasta la vista*.
Torrelodones, 8 de agosto de 2006.
[…]
***
Me aburro soberanamente, amor, en el trabajo. En la SER. Ya no tengo ni ganas de proponer temas: prefiero que me endosen alguno […] y prepararlos como si fuera un trabajo eminentemente técnico, como quien embala cajas de cartón. No me ha vuelto a contestar Monteira, sobre lo de Galicia. […] Cuando envié aquella solicitud para lo de Migrinter, tampoco al principio estaba muy convencido, pero a medida que le fui dedicando horas y pensamientos al proyecto me fui entusiasmando: cuando me dijeron que no me habían seleccionado fue como si me hubieran robado los recuerdos de infancia, como si hubiera descubierto que, en verdad, nunca hubieran existido los veranos sin colegio y con amigos. Fue un mazazo, lo que pasa es que lo de [que me enviaran a] la SER me había dejado tan hundido que éste apenas me rebajó ya la altura: estaba por los suelos. […] Luego, algún día, la gente vendrá y me dirá que tengo una estrella, que todo me sale bien, pero yo también llevo mis fracasitos rotos como muñequitas sin cabeza. Párrafos como éste me hacen sentir, ahora sí, como un Peter Pan de pacotilla.
Me llamó la atención la explicación que tú me diste para todas mis dudas profesionales: «yo creo a veces, amor, que es también un problema de inseguridad», me dijiste más o menos. No estoy muy seguro, pero entendí que querías decir que por esa inseguridad no acometía nada en serio: ni lo de periodista, ni lo de la tesis para luego ser profesor, etc. Es cierto que hay inseguridad, pero creo que en una dirección del todo distinta a la que tú señalabas. Sinceramente, creo que con más o menos esfuerzo, con más o menos travesía del desierto, podría ser periodista o profesor sin ningún problema. Con el pito, que diría Benito Floro. Sólo hay que trabajar duro.
El problema es para qué. Por desgracia, y por mucho que lea a García Calvo, yo también caigo en la trampa de imaginar o pensar a dónde lleva eso, y el horizonte de éxito en esos campos me horroriza. Los he visto por dentro, y hay ejemplos –bastantes– a los que [admiro] y que creo que han disfrutado su vida y su carrera (no se pueden separar si quieres disfrutar alguna de algo) en esos mundillos, pero veo el panorama bastante desolador. Llegar lejos en ese mundo, tener algún día responsabilidades, me horroriza. Sencillamente porque no sé si mi estómago lo aguantaría. Y, en el caso de que lo aguantara, pobre de mí.
De lo que no estoy seguro, y ésa sí es mi inseguridad, es de si se puede (si podré, porque hay gente que seguro que lo está consiguiendo) sobrevivir en los márgenes de ese mundo. De cualquiera de ellos. Si se puede trabajar en la academia, escribiendo y trabajando contra la academia: la academia donde el 90% de lo que se publica es basura y el 70% de los profesores están contratados gracias a un sistema endogámico. Y qué decir del periodismo, donde sencillamente el 90% de lo que se publica es irrelevante, y el 10% restante, que suele ser más importante directamente mentira. Lo jodido además es que este último diez % es sobre cosas verdaderamente importantes. Un periodismo que es, sobre todo, mala literatura y propaganda, y que su único papel consiste en proyectar un la imagen de la sociedad feliz, por mucho que lo disimulen exponiendo la imagen de los infelices que han sido, o creen ellos que lo han sido, aparatados de la sociedad; una felicidad que aparece como tal, por supuesto, porque es incontestable. Se me hace muy duro pensar que tengo que esforzarme por eso. De la teoría del sacrificio no me creo nada: ningún camino de ningún la mentira no conduce hasta la verdad, la desigualdad nunca traerá la igualdad y no hay camino infeliz que lleve a la felicidad. No hay plazos que valgan.
Ejemplo práctico. Ahora tengo delante una excelente oportunidad: y no es Galicia, claro. Es Tommouhi. Es la oportunidad soñada una y mil veces. ¿Por qué, sin embargo, no me sumerjo sumerjo en ella a pecho descubierto? Por inseguridad, bien sûr. Eso si es inseguridad. Y ni siquiera de que lo podría hacer bien en condiciones óptimas: inseguridad de que lo pueda hacer bien con lo que hay. Y hay, entre otras cosas, mucha gente que te rodea y a cuyos ritmos te habituas y que espera mucho de ti, o al menos que espera lo conveniente, lo natural, y que te acompaña si coincide que pasas por pasabas por allí: no mucho más. Por supuesto, no creo que sea reprochable. Sencillamente es.
Y tampoco quiero condiciones óptimas porque las únicas condiciones óptimas que son óptimas para hacer el libro que hay que hacer, son las que no son óptimas. Esto es, aquellas que plantean todo tipo de dificultades pero que nunca impondrían nada a la boca que pregunta, la cabeza que piensa ni la mano que escribe. Ni plazos, ni estilos, ni tamaños ni obligación. Eso sería óptimo. Pero, claro, ¿cómo decir en la SER, no a la «SER», sino a mis compañeros de carne y hueso como yo, que me dejo la beca ya, porque ya quiero ponerme a escribir un libro sobre Tommouhi («Braulio, estás obsesionado», me dijo a todo esto Á., mi colega del Máster: ¡y es mi colega!); ¿tú crees que al día siguiente no me iban a mirar como a un loco? ¿tú crees que no hay gente en el Máster que si supiera algo estaría haciendo cábalas a ver lo que tardo en darme la hostia? ¿Crees que mucha gente me llamaría para tomar un café cuando no pueda quedar para cenar porque mi fin de mes empieza «desde el día 3»? Es casi más todas esas renuncias de pacotilla lo que me crea una inseguridad acojonante: verme en la intemperie y sin nada que escribir, y tener que volverle a pedir dinero –por fin se lo devolví todo el viernes– a mi hermano Rafa.
Todas esas preguntas me asaltan, mon amour; perdóname por tostarte la oreja, pero sólo el pensar que te lo estoy contando a ti me hace aclararme un poco más, mi niña de «mirada limpia e inteligencia clara».
Te quiero, locura.
[firma]
*Cuando sepa la fecha de publicación en España, la anunciaré aquí.
Enorme. Delicado y conmovedor.
«Básicamente, era gilipollas». Desde ya, hago mía la frase. ¡Qué útil!
Nada sirve para nada. Solo hay que hacer lo que dicta el corazón.
El libro de Tomouhi ha servido para que leamos esa carta. Con eso basta.
…Vayamos por partes. Salí del cabaret, soporífero, sudado, como esos viejos que aceleran el paso cuando salen del sex-shop, o se parapetan tras un periódico. Leí «Pop» de Enric González, por recomendación de el «Gaucho Insufrible», a quien dejé dibujando en Barcelona…
…Y he decidido salir del cabaret para entrar aquí, mientras suena «Honestidad Brutal», que probablemente no escuchaba entero, de cabo a rabo, desde hace tres o cuatro meses. Y es paradójico leer esta carta brutalmente honesta en estas circunstancias de brazos bajados y de apuesta personal sin sentido, temeraria, emocionante, pero una apuesta donde al otro lado no hay respuesta, sólo la música para los camaleones, las teclas de piano y las del ordenador, mis dedos posándose en ellas, en calzoncillos, sin afeitar, y esos pelos que Da califica irónicamente y con una pizca de decepción como «de Elvis»…
…Es una apuesta como otra cualquiera, pero a veces uno está a esto de tirar la toalla, de soltar la presa que muerde con fuerza, pero quizás cada vez con un poco menos de fuerza…
…El hecho que te escriba esto aquí tiene un punto de exhibicionismo, igual que las presentaciones del Madrid, mediáticas borracheras donde uno se sube a una silla y dice «mirad lo grande que la tengo», porque hemos hablado no hace poco de los temas que tocas en la carta…
…Pero también es bonito (sin dejar de ser cursi) emocionarte con la carta que le escribe un tipo a quien admiras y en quien te fijas incluso para batallas mayores (criminalmente largas, en tus propias palabras, socarronas y crueles) a alguien a quien él quiere, supongo, que mucho tiempo atrás…
…Es bonito, digo, mostrar públicamente esa admiración, como los hermanos pequeños se quedan embobados con las gilipolleces que hacen los hermanos mayores. No sólo por estar de acuerdo con la carta que vino del pasado (supongo) y confirmar aliviados que no somos tan distintos de lo que quisimos ser. Que era esto que te has currado solo como un campeón, y que ahí está. Que ya lo intuías y que ahora lo tienes…
…Nunca me he prodigado mucho dejando mis comentarios en este blog, pero ahora que en cierto modo se va cerrando el telón, quiero dejar aquí mi meadita, como el perro que mueve la cola de contento cuando intuye a un tipo de bien, de esos que sabe que lo van a acompañar durante el resto de la vida…
…Lo que me jode de todo esto es que lo has hecho tan bien, ha sido tan memorable lo que te has currado contra viento y marea, y contra la opinión de todos (incluída la mía, como hace dos o tres domingos me recordabas), que ahora te me van a llevar de Madrid, y yo voy a quedarme sin poder admirarte y quererte desde cerca…
…Eres un canalla…
…Vuelvo al cabaret, que yo también tengo mis apuestas, y me temo que también las suscribes porque no son muy distintas de las tuyas…
…Un abrazo enorme…
Enhorabuena!
Lo leeré.
Te deseo la mejor de las suertes.
Saludos.
Braulio! Campeon! Me alegro mucho del final feliz, pero ahora no te me duermas en los laureles y mandame el libro de una vez.
La carta me ha parecido sobresaliente, es como la precuela de todo la aventura, que le da un final redondo a la saga. Y la senyorita C. debe de estar ademas muy contenta 🙂
Un abrazo. Estare atento al correo.
“El Supremo anula la sentencia contra Ricardi, encarcelado 13 años por una violación que no cometió
La sala considera obligado estimar el recurso de la defensa, ya que hay nuevas pruebas que permiten acreditar sin dudas «la inocencia del acusado»
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Supremo/anula/sentencia/Ricardi/encarcelado/anos/violacion/cometio/elpepusoc/20090723elpepusoc_5/Tes
Ha pasado más de una semana desde que se conoció la anulación de la sentencia; no he visto a las «masas justicieras» pidiendo que se modifique la ley para evitar estos terribles errores. Que yo sepa, Ricardi no ha sido recibido ni por el presidente del Gobierno, ni por el ministro de Justicia, ni se han hecho manifestaciones en su apoyo…
Donde esté una buena venganza que se quite la justicia… y los toros.