El estilo de la transparencia y la transparencia del estilo

Lean estos dos párrafos de mitad del libro, por favor.

El movimiento se demuestra andando, así que me eché al monte. Pero sin ánimo anacoreta. Un hombre solo no es un hombre, es paisaje. El 22 de octubre de 2007 abrí al público esta investigación, a través de un blog en internet, en el que he ido colgando entrevistas, audios, recortes de prensa, citas, documentos, declaraciones, notas de lectura, informes periciales, reflexiones, cartas, fotos y vídeos. El material en bruto y bastantes fragmentos con los que está cosido este libro. 

La falta de autonomía de la escritura, su dependencia de la criada que enciende la lumbre, del gato que se calienta junto a la estufa, incluso del pobre viejo que también se calienta, esa necesidad que tanto desesperaba al artista Kafka, para la escritura que quiere establecer un hecho real, contra la época que lo niega, aparece como su única senda y su virtud. El link, ese pozo azul de sabiduría sin fondo, me pareció la forma más apropiada de conjurar  el riesgo que acecha a esta escritura en estos tiempos espectaculares: «el riesgo es aquí que la palabra se separe de aquello que revela y adquiera una consistencia autónoma.» (Giorgio Agamben).

Ahora lean estos otros dos, que son casi los mismos, y precisamente por eso les pido que lo lean con la misma atención, porque sólo así podremos saber si de lo que estoy hablando es de una sensibilidad pulida por el trabajo, y por tanto atenta a la experiencia en común, o sólo de un brote obsesivo.

El movimiento se demuestra andando, así que me eché al monte. Pero sin ánimo anacoreta. Un hombre solo no es un hombre, es paisaje. El 22 de octubre de 2007 abrí al público esta investigación, a través de un blog en internet, en el que he ido colgando entrevistas, audios, recortes de prensa, citas, documentos, declaraciones, notas de lectura, informes periciales, reflexiones, cartas, fotos y vídeos. El material en bruto y bastantes fragmentos con los que está cosido este libro. 

«La falta de autonomía de la escritura, su dependencia de la criada que enciende la lumbre, del gato que se calienta junto a la estufa, incluso del pobre viejo que también se calienta», esa necesidad que tanto desesperaba al artista Kafka, para la escritura que quiere establecer un hecho real, contra la época que lo niega, aparece como su única senda y su virtud. El link, ese pozo azul de sabiduría sin fondo, me pareció la forma más apropiada de conjurar  el riesgo que acecha a esta escritura en estos tiempos espectaculares: «el riesgo es aquí que la palabra se separe de aquello que revela y adquiera una consistencia autónoma.» (Giorgio Agamben).

Los párrafos están sacados del segundo capítulo de la segunda parte, donde más o menos (más menos que más) cuento por qué este libro está escrito al margen del periodismo, o lo que viene a ser lo mismo, por qué está escrito en este blog. Esas comillas colgando de la frase de Kafka no aparecen en el primer ejemplo.

La transparencia es un concepto clave a muchos niveles, sobre todo, respecto de la investigación y la escritura,  a nivel metodológico y estilístico. La forma y el contenido, el estilo y el método, para mí, son lo mismo, así que el título de esta entrada no es un juego de palabras. El trabajo por alcanzar un estilo literario a la altura de la transparencia del método exige al mismo tiempo, que el estilo se transparente, esto es, que se haga imperceptible al lector. Todo estilo distrae de la verdad por su propio atractivo.

Eso es, me parece a mí, lo que rompen esas comillas, que están sacando al lector de su lectura para decirle, con un golpecito suave en el cogote: ojo, que mira lo que estás leyendo. Es además una expresión que si me gusta, es precisamente por su naturalidad. Quizá por eso haya sido al transplantarla cuando se me ha despertado esta vieja reacción alérgica a las comillas. Una naturalidad que creo se conserva mucho mejor en el primer párrafo, volcada la cita como quien no quiere la cosa.

La cosa es siempre la autoridad: las citas como argumento de autoridad. Y yo, en muchos casos, no la quiero. Por dos razones: la primera es que muchas de las citas las uso sólo por lo que dicen y cómo lo  dicen, no por quien las haya dicho, y todo lo que sea citar con nombres y apellidos es rebajar su fuerza y su verdad. Y dos: mientras escribo me vienen a la cabeza demasiadas, y si no alcanzo a decirlo yo mejor, me quedo, obviamente, con la cita; a veces me basta con cambiar una palabra para adecuarla a mis objetivos; otras es una frase oída a algún amigo, que ni siquiera sé si es suya o a su vez él citaba sin decirlo (así ésa del hombre solo y el paisaje, de una carta de Matías escrita creo que a la vuelta de Ushuaia); e incluso me cito a mí mismo: del blog al libro y viceversa. Todo esto haría ilegibles muchos párrafos, enredadas las ideas entre referencias de obras y autores. Así que optaré por un rigor cuajado pero sin tropezones, como un yogur: una relación de citas y autores en apéndice final para quien quiera entretenerse esculcando influencias. Lejos de mí la pretensión de parecer original.

Por supuesto, no se agota aquí todo lo que se puede decir de la relación entre una cita y el texto en el que va incrustada. Es sólo que no quería que esa criada encendiendo la lumbre tuviera que pedir disculpas por haber entrado sin llamar, como si fuera una extraña.

3 Respuestas a “El estilo de la transparencia y la transparencia del estilo

  1. Ah, esa es una vieja discusión. Cada día la resuelvo de una manera distinta. Y cada lector la entiende también de distinta manera. El problema en el diario es que no hay espacio para la bibliografía. Algo bueno tendría que tener escribir un tocho.

    A Bunbury, por no poner comillas ni la firma, le han zurrado por citar a Pedro Casariego. Seguramente se le olvidó. Bien pensado, en el fondo yo quiero que no me citen, o que le adjudiquen mi cita a otro (Wilde, si puede ser). Eso sí que es trascender.

  2. Una precisión, A. B., para que no se me malentienda. Hay un tipo de citas que siempre aparecerán atribuidas: las de los protagonistas y documentos del caso. Y al contrario de lo que ocurre muchas veces, y lo sé porque también yo lo he hecho, procuraré parafrasear lo menos posible: lo que yo sé por boca de otros, que lo digan ellos directamente.

    La libertad de la que trata esta entrada, afecta sólo a aquellas citas que no tienen, en principio, relación directa con el caso. El encontrar esas relaciones forma parte de la estrategia y el eliminar las comillas, de su eficacia.

    Y sí, yo también prefiero esa forma de trascendencia.

  3. A mi juicio, es un crimen literario usar la textualidad ajena insertándola en la propia sin delimitarla adecuadamente. El argumento del «límpido estilo» es una excusa risible, francamente.

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