No sé, no sé

A veces te parece que has arrancado el acorde. Pero no siempre llegas a estar seguro de qué teclas has tocado, y no te fías de ese tono tan grave.  No sé. Esto, escrito contra la elegíaca  impotencia con que La Vanguardia dio la noticia de la muerte de Mounib,  él que había dicho en antena que antes que pedir perdón por algo que no había hecho, prefería morir en la cárcel a tener que vivir el resto de sus días de rodillas, también lo voy a quitar.

Mounib hablaba del indulto, y  lo que yo quería apuntalar con esto es que era una forma de traicionar su memoria, su verdad y la posibilidad de hacerla nuestra (veri-ficar), andar forzando los hechos para absolver su nombre en los periódicos, después de que su cuerpo hubiera amanecido muerto en su celda. Por arriba y por abajo de este párrafo, algo asaetado también, eso es lo que he intentado mantener. 

***

 

La muerte representa un límite insalvable para la influencia del relato periodístico. El presente y la verdad van tiesos sobre la cruz, de párrafo en párrafo, y el único recurso, investigar la vida del muerto, no servirá para desenclavarlos. En ese momento crucial la línea que separa la ficción de lo real aparece fría, irrevocable e indiferente a los juegos de palabras. Pero la muerte no es el final, sino el principio del relato. Así como ella no se justifica, el periodista tampoco tiene por qué traspasar el límite de lo que no sabe. Los hechos  son el porque sí del periodismo, y como todo lo que se hace por principio, no hay que forzar su reconciliación con el resultado.

 

Del racismo

Estas páginas explican mi opinión sobre la relación entre el racismo y este caso. Una relación más bien fantasmagórica. Quizá lo sea también mi opinión. En cualquier caso, me quedaré sólo con la opinión de Tommouhi del final. Todo el mundo se preguntará en un momento u otro por esa relación, y no he hallado argumento ni prueba más consistente que la impresión con que Tommouhi la desmiente. Por lo demás,  el libro se interesa en presentar los hechos más allá de cualquier polémica de sentido, por lo que dichas páginas están ya en la papelera.

 

P.D. La hora de este post. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, sobre todo si tu ordenador sufre convulsiones desde primeras horas de la tarde.  

***

 

La carta [que SOS Racismo envió al Gobierno en abril de 2004] planteaba la cuestión del racismo: “existe una duda razonable sobre la influencia que en su condena tuvieron los rasgos de las personas condenadas, de orígen magrebí, y la discriminación que por ello se pudo producir.” Era un argumento que Tote Henares había subrayado en el resumen que hizo para la asocación, y que era la fuente de la que el representante de SOS bebía:

“Además, de lo puramente judicial, hay que tener en cuenta, otros aspectos. ¿Por qué la policía decide investigar a Tommouhi y sus compañeros de pensión? Parece que, simplemente, porque son marroquíes y algunas víctimas habían descrito a los agresores como de aspecto árabe. Si los hubieran descrito con aspecto nórdico ¿hubiera investigado la policía a alguien por el simple hecho de registrarse en un hotel? Si no hubieran sido marroquíes ¿habrían sido confundidos, tan fácilmente, por muchas de las víctimas, incluso estando en la cárcel? Los prejuicios contra los “moros” ¿pueden hacer que sea más creíble una acusación de violación?”

Las preguntas de Henares nunca podrán responderse. Pueden formularse otras: si el fin de semana después de que una chica de Terrassa hubiera denunciado que dos nórdicos habían intentado violarla: ¿habría investigado la policía a dos nórdicos por el simple hecho de registrarse en aquella pensión de Terrassa? No es raro que la investigación policial brote del puro azar. Más raro es que el azar se convierta, como en este caso, en el único argumento de la obra. La explicación de SOS Racismo, por lo demás, venía troquelada ya por la propia naturaleza de la asociación.

La explicación fundada sobre el racismo no era nueva. Las manifestaciones que recorrieron Barcelona entre 1999 y 2001 lo hicieron en gran medida al paso de ese convencimiento: “si Tommouhi y Mounib fueran españoles ya estarían fuera de la prisión”, tituló La Vanguardia una entrevista a Nourredine Douah, el promotor de las movilizaciones. Los argumentos que remueven el inconsciente colectivo cogen vuelo con gran facilidad. La cuestión es saber qué datos y hechos sostienen ese reflejo frente al espejo. Que ese razonamiento surja entre quienes viven la experiencia del racismo burocrático y cotidiano debería sorprender menos aún que en el caso de SOS Racismo. En la asociación Nahda, además, no era el único caso que conocían. Abdeslam Amghar, el compañero de celda de Tommouhi en La Modelo, había acudido también a esas manifestaciones. Pero su fulgurante éxito, de las repercusiones del éxito al menos, de ese tipo de argumentos, se deben seguramente a que ofrece grandes ventajas al público: Al final uno siempre acaba viéndose reflejado en el problema, generalmente como solución. Si la policía, los jueces y los políticos fueran tan poco racistas como yo, se indignaba el periodista al escribirlo anoche, y se indigna esta mañana, con el café humeante y el croissant en la mesa, su hipócrita lector. Luego sale uno camino del trabajo, reconfortado y fresco, como después de una ducha.

El argumento de que este caso se habría resuelto ya –“ya” era en 1999– si Tommouhi y Mounib fueran españoles ha tenido un largo aliento. La historia de Rafael Ricardi se lo cortó en seco nueve años después. Ricardi nació en Cádiz y entró a la cárcel del Puerto de Santa María cuando tenía 36 años condenado por una violación que no cometió. Era 1995 y la chica lo señaló. Una investigación policial –sobrevenida tras la detención de uno de los autores– aportó como prueba el análisis de semen de uno de los violadores, que no coincidía con el de Ricardi. La fiscalía denegó en un principio solicitar la revisión porque, alegó, Ricardi podía ser el otro: las violaciones habían sido cometidas por dos hombres, y en el caso por el que había sido condenado Ricardi sólo se había perfilado un código genético. Si la Fiscalía aceptó finalmente solicitar la revisión fue únicamente porque apareció un segundo resto de semen en una prenda descartada en su día, que tampoco era de Ricardi. La moraleja es que desde 2001 existía un informe del Instituto Nacional de Toxicología de Sevilla cuyas conclusiones alertaban del muy probable error, sin que nadie hubiera ordenado analizarlo. Estuvo ocho años más en la cárcel –trece en total– y ahora, con 49 años, espera a que el Supremo reconozca el error.

Ricardi era toxicómano y vivía debajo de un puente, así que los que defienden la explicación racista enseguida pueden desplazarla hacia la pobreza. Yo podría a su vez desplazarla con otros condenados por la cara: un abogado gallego, un ecuatoriano de Fuerteventura, el dueño de una academia de informática en Cádiz o un guardia jurado de El Puerto de Santa María. Las preguntas por la causa final no suelen conducir más allá del principio por el que se pregunta. Pero es interesante, al menos, oír qué dice el propio Tommouhi, cuáles fueron las impresiones que le quedaron de aquellos días. Semanas después de salir en libertad condicional, acudió al programa de Josep Cuní en la televisión pública catalana, Els Matins de TV-3. «¿Usted cree que su origen marroquí tuvo algo que ver en todo esto?», le preguntaron. «No» dijo, y luego se explicó: «Yo, lo primero que pensé es que querían calmar a la gente. Y para que no hubiera muchas manifestaciones, quejándose de los jueces, de los policías, para calmarlos a ellos, nos cogieron a nosotros. También pensaba un poco en esto: en que no teníamos ningún apoyo. Ni uno. ¿Alguien nos apoyaba a nosotros para traer pruebas? Nadie. Había que calmar a la gente y ya está.»

El lastre del aliento

El problema de coger al lector por las solapas, a mitad de camino, aunque lo hagas sólo para espabilarlo, es que la cosa no queda ahí.  A partir de entonces no olvida tu aliento demasiado cercano. Es por eso que estas páginas van a la papelera.

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23. EL MINISTERIO Y EL INDULTO

 

En nuestra época, el lenguaje y los escritos políticos son ante todo una defensa de lo indefendible. Por tanto, el lenguaje político está plagado de eufemismos, peticiones de principio y vaguedades oscuras. El estilo inflado es en sí mismo un tipo de eufemismo. Una masa de palabras latinas cae sobre los hechos como una nieve blanda, borra los contornos y sepulta todos los detalles. El gran enemigo del lenguaje claro es la falta de sinceridad. Cuando hay una brecha entre los objetivos reales y los declarados, se emplean casi instintivamente palabras largas y modismos desgastados, como un pulpo que suelta tinta para ocultarse.

El ministerio de Justicia y la fiscalía que de él depende llevan diez años enredándose, como una larva en una tela de araña, en esa red sobre la que George Orwell escribió este párrafo en 1946.  Si el estilo de la mentira tiende al trabalenguas es precisamente porque la verdad puede decirse por derecho, mientras que la mentira necesita tantear donde está la verdad y no perderla nunca de vista, para no coincidir con ella. La esquiva pero la necesita como referente. Los más altos responsables del ministerio y la fiscalía han dictado y segregado ese líquido negro creyendo que les serviría para ocultarse, sin saber que, al contacto con el aire, se solidificaba formando estos hilos fínisimos, pero resistentes, en los que ahora, como la mariposa ahogada en el tintero, se les ve atrapados: la palabra escrita no se la lleva el viento. 

El insincero sólo tiene una posibilidad de salir eternamente indemne, y es el silencio. Ésa fue durante casi seis años, la estrategia desplegada tanto por el Gobierno del Partido Popular, como por el del Partido Socialista, después de que el fiscal jefe de Cataluña solicitara el indulto en  favor de Ahmed Tommouhi y Abderrazak Mounib. La insistencia de un hombre apenas visible al fondo de la escena, que durante estos años ha venido soplando preguntas, a quienes por lo general sólo se pavoneaban sobre las tablas, anotando y entregando las respuestas al público y volviendo a repreguntar con una regularidad malaya, y el coro de voces que acabó uniéndosele, consiguieron que el ministerio y el fiscal hablaran. El registro de esa conversación, negro sobre blanco, confirma la exactitud de una frase de Baltasar Gracián: Es tan difícil decir la verdad como ocultarla. 

Tanto el ex fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, como los responsables ministeriales han actuado durante años convencidos de que Ahmed Tommouhi y Abderrazak Mounib son inocentes. El fiscal sabía, sin embargo, que los tribunales, dado el embrollo legal en el que se consumían los dos marroquíes y los estrechos límites que contempla el recurso de revisión en España, no iban a reconocer esa inocencia, a menos que alguien hilara tan fino como para descoser esos límites.  Mena tenía la “convicción profunda” de que no se habían cometido un error, sino siete; y que se se habían cometido bajo sus órdenes. habían cometido bajo sus órdenes. El 30 de abril de 1999 evacuó el indulto. 

El ministerio, con la solicitud sobre la mesa, la guardó en el cajón. Las razones que movieron al Gobierno del Partido Popular a esa decisión se mantuvieron, durante los cinco años que iba a durar su gobierno, envueltas en un prudente silencio. Las del Partido Socialista, sin embargo, quedaron a la vista de todos cuando el entonces ministro de Justicia, Juan Fernado López Aguilar, dijo a un periodista de El País: “El Gobierno ha decidido que no es un mensaje asumible indultar a una persona condenada por violación”. Era el 7 de mayo de 2006. 

El ministerio había decidido no indultarlos por la misma razón que no quería denegárselo: porque fueran inocentes. De haberlo resuelto favorablemente, las víctimas le habrían reclamado una explicación y la única razón que podía dar –que fueran inocentes– era inconfesable. El propio Tommouhi habría pedido que le explicaran cómo es que el brazo de la Ley no alcanzaba a proteger –el indulto es una decisión extrajudicial– allí donde había llegado para castigar. Ésa era la razón también por la que no querían resolverlo, como acabará reconociendo un portavoz ministerial, porque no querían denegárselo. La posibilidad contraria, que fueran culpables, no pudo estar nunca detrás de un retraso de tantos años, pues cada año se deniegan miles de indultos y nadie pregunta las razones, y mucho menos cuando se trata de un violador, que no es lo mismo, bien lo sabía el ministro, que “una persona condenada por violación”. El ministerio se acogió al argumento de que formalmente habían sido condenados, para no tener que justificarse sobre la injusticia material que sospechaba se había cometido, ni tener que dar explicaciones a las víctimas. Los dos marroquíes condenados por error se convirtieron así en una de esas frágiles y aparentes treguas en las que cristaliza la irreconciliable pugna entre la insinceridad radical y la superficie de la lengua, en un mensaje inasumible, en esta época que todo lo asume.

In girum imus nocte et consumimur igni (origen del título del libro)

 

6’16»: Cette lache imitation qui est la dupe du présent et le faux témoin de l’avenir.

Un mal comienzo (no lo tiene cualquiera)

En enero de 2008 envié un adelanto a la editorial. Las primeras 40 páginas: el material presentado al Premio Crónicas (los hechos de 1991), mas el capítulo de las detenciones. Al final añadí el principio: redacté dos páginas para maquillar lo verde que estaba. Más allá del almíbar, conservan un regusto amargo. Por eso, cuando en abril empecé a escribir el libro en público, a través de Google Docs, volqué el adelanto sin incluir el comienzo. Es verdad que no valía para nada, y que incluso era más interesante, de cara a los voyeurs, arrancar de cero y en directo. Pero si no lo volqué fue porque me daba, más que vergüenza, vértigo. Éste era el primer párrafo:   

I

 

Es inútil, no da tiempo. El viajero que levanta la cabeza, porque es inútil seguir leyendo el mapa en esta carretera estrecha y emboscada, inútil porque sus signos no son reconocibles en las cunetas de este angosto, espeso y lento camino asfaltado que nos lleva, cuesta arriba y sin horizonte, inútil por lo menos hasta que no empecemos la bajada de este puerto pequeño, reconcentrado y orgulloso ombligo; es inútil, al viajero no le da tiempo leer entero ese cartel, rectangular, blanco, rotulado en catalán y letras negras, que en la curva de la cima aparece encuadrado y cerca, pero fugaz. Es inútil, ni el viajero ni el que conduce han tenido tiempo de leerlo. Por eso vuelven.

 

“PROHIBIT CONSTRUIR EN TOT EL MUNICIPI: ABANS DE COMPRAR PARCELES, DEMANIN INFORMACIÓ AL AJUNTAMENT DE LA BISBAL DEL PENEDÈS”.

 

¿Se puede caer más bajo? Sí, pero es difícil. Podría intentar autopsiconalizarme, pero no me quiero justificar. Baste ese encorvado periodista disfrazado de  «viajero». Podría incluso darle unas palmaditas en la espalda: ese «Es inútil, no da tiempo» inaugural, ya no me acuerdo, pero ahora parece una escandalosa contraseña, un angelical pacto con el diablo: voy a escribir esto, por obligación, pero que conste que yo no quiero. Por el mismo agujero, pero al otro lado del tabique, se oye me parece oír el «sí quiero» de una puta de lujo soñando con su noche de bodas. 

 

El vértigo ha desaparecido. El síndrome de Estocolmo de uno que no quiere inventarse nada (¡si supiera, iba a estar yo aquí!), pero es el invitado de honor en una recepción donde se anima a mezclar lo real y «los recursos de la ficción», según las bases del premio. El reflejo verdeoro de las llanuras trigueras en ese brindis al sol. La inalcanzable cima de la sierra regionata o el anfiteatro de los prodigios, para respirar un poco de aire puro. En resumen, la patética histeria de los que empiezan pidiendo perdón,  para ganar tiempo. Creen que el mundo está contra ellos. Hablo de aquel comienzo.

 

No hay conspiración. El laberinto está dentro. La salida, a la mano de cualquiera: Quitarse de en medio y escribir algo verdadero.

 

Ella había sido violada y su novio estaba herido.

 Por ejemplo.

El periodista, víctima de lo real

John Carlin, un reportero de El País, visita Islandia. El 6 de abril de 2008 publica «La buena vida«, en cuya entradilla dice:

«Aislamiento. Frío. Naturaleza hostil. Los islandeses han hecho frente a sus problemas. Hoy son los seres humanos más felices, y su país, el lugar donde mejor se vive del mundo. Ellos mismos explican por qué.»  (El País, 06/04/2008)

Seis meses después publica «El primero en caer«,  aunque la entradilla aclara que no se refiere al periodismo y su lugar en el mundo:

«Hasta hace unas semanas era considerado el mejor lugar para vivir del mundo. Y sus habitantes, los más felices del planeta. Pero, arrasada por el terremoto de la crisis financiera, Islandia se ha convertido en un país en bancarrota, con una población en estado de ‘shock’ y unas autoridades balbuceantes. ¿Un anticipo de lo que les espera a otros países?» (El País, 19/10/2008)

¡Ese sujeto elíptico! Era considerado, dice. La lectura íntegra de los dos reportajes instruye mucho sobre el viaje a lo real del periodismo simbólico. Por ejemplos:

«También hablamos de cómo los islandeses –que hoy día cuentan con excelentes restaurantes y cuya energía para trasnochar debe de proceder del ADN vikingo– parecen tener mucho del savoir-vivre del sur de Europa.» (El País, 06/04/2008)

«Pero los logros acumulados a lo largo de los mil años de presencia humana en la isla se ven ahora en riesgo debido a la exuberancia vikinga, que muchos habían identificado como el motor del milagro islandés, como el motivo por el cual el país pasó en medio siglo de ser el más pobre de Europa a uno de los más ricos, con desempleo cero.» (El País, 19/10/2008)

«Es uno de los problemas de abusar de los símbolos: algunos no simbolizan una puta mierda» (La Prensa, víctima de la mafia)

Vaya

Uno.- Cuando empecé a escribir, imaginaba que el paraíso era un lugar con playa y un mes por delante para afeitar el texto, mucho antes del invierno. Los días que más subido iba, pensaba en las páginas que llegaría a quitar:  30, 40, 50, me decía. Ahora resulta que al manuscrito, antes de que nadie se lo lea, por estrictas razones espaciales, aunque no necesariamente extraterrestres, le sobran cien páginas. Pronto será primavera. Estoy en Madrid (vaya, vaya). Me doy dos semanas. 

Dos.- Menos mal que Sergio González no se olvidó, mientras iba leyendo el borrador, de que la  comprensión mutua ennoblece la amistad. Así escribía, sobre uno de los párrafos, estos cariñosos comentarios desde su balcón en Calpe:

 

comentarios_borrador_sermon

Tres.- Él me manda hoy también este enlace a la historia de Robert Graham Hodgson, otro conejo que confesó ser un elefante.

Prohibido arrojar escombros al ombligo

«Allí donde el autor, llevado por su impulso, ha ido directo al todo, donde se cree dispensado de tener que reunir piedra a piedra, donde no ha visto las juntas, y, al no verlas, no las ha sellado;  es allí donde se instala el moho del envejecimiento. Para distinguir las juntas, los límites del pensamiento, hay que criticarse a uno mismo». [*]

Walter Benjamin

 

Diez días después, y a la espera de los comentarios de los editores, he releído este fin de semana, muy por encima, algunas partes del manuscrito. Le sobran unas cuantas páginas. La grasa, como casi siempre, no se debe a la información que mana en exceso, sino a la pegajosa mano que la galvaniza.  Casi toda brilla en la segunda parte: en la primera y en la tercera,  la voz del narrador me suena honrada, clara y precisa. Limpia. Los enredos están en la segunda. Pero con una señalable evolución: empieza pecando por temblorosa y acaba haciéndolo por campanuda. Hablo sólo de los baches: ¿para qué hablar de lo que no nos quita el sueño? El estilo de algunos párrafos del principio (Vilafranca, «No he tenido nunca ninguna duda», Terrassa, etc.) es el de la hiedra: se extiende pegada a la textura del mundo, sube y baja como queriéndose agarrar al folio blanco de la pared, las frases se entrecortan, se agarran unas a otras y siguen. El que escribe, cuerpo a tierra, se arrastra muy despacio, como una lagartija que se ha tragado un cordero. En los peores párrafos del final, sin embargo, camina erguido, sacando pecho; cuando intuye que la pasarela acaba en un cul-de-sac, disimula y se para, como luciéndose, mirando al público. Incluso sonríe, pero los dientes que enseña son de leche. ¿A quién pretende morder así? Ambos excesos son la cara y la cruz de la misma moneda:  «el desesperado compromiso con la angustia». Y aunque es innegable que los primeros eran los garabatos de alguien mucho más frágil y asustado que este último que pasea con la zancada más larga que el paso; también lo es que gracias a que entonces pude ver que personalmente no tenía nada que perder, salvo el miedo, ahora sé que lo que más miedo da es reconocer que no hay nada personal que ganar. Corregir es desaparecer. ¿Qué mejor que hacerlo en público?

 

[*]»Aux endroits où l’auteur, emporté par son élan, est allé droit au tout, où il s’est cru dispensé d’assembler pierre par pierre, où il n’a pas vu les joints, et, ne les voyant pas, ne les a pas comblées –c’est là que s’installe la moisissure du viellissement. Pour distinguer les joints, les limites de la pensée, il faut se critiquer soi-même.» 

W. Benjamin. OEuvres, vol. II, Folio, Paris, 2000, p. 324-325.

 

Anónimos

Buscando a Jimmy.

Bandeja de salida

11:28. El manuscrito ha sido enviado a la editorial Seix Barral.

La versión de uno de los (dos) abogados

El lunes pasado publiqué aquí la minuta que le pasaron los abogados Pedro J. Pardo y Jorge Claret a Ahmed Tommouhi, después de que se hubiera hecho efectivo el cobro de la indemnización que le correspondía a Tommouhi por la condena revocada de Olesa.  Y publiqué que en esa minuta habían facturado procedimientos que no habían llevado ellos. Lo publiqué sin la versión de los abogados. Pardo y Claret no habían querido en ningún momento dar su versión sobre el modo en que se reclamó esa indemnización: le hicieron firmar una supuesta autorización para presentar un nuevo recurso de revisión, cuando en verdad lo que estaba firmando era una autorización para ellos poder reclamar la indemnización en su nombre. Yo di por hecho que los abogados tampoco iban a querer dar su versión sobre el contenido de la minuta, porque tendrían que darla también sobre el engaño original.  Me equivoqué. 

Pedro J. Pardo admitió el viernes por la tarde, en vistas de que así –minuta incluida– se va a publicar en el libro, que engañaron a su cliente para que firmara la reclamación de la indemnización. Ahmed Tommouhi no quería cobrar esa indemnización. No quería dinero del Estado que lo había condenado a casi doscientos años de cárcel, si antes no se investigaban los demás casos y el Supremo  reconocía  que también en ellos  habían sido condenados injustamente. Pardo justifica ese engaño, así como el hecho de que le facturaran procedimientos que no habían llevado ellos, en los siguientes términos: 

Sobre la firma, con engaño, de la solicitud:

1.-Nosotros hicimos lo que considerábamos que era lo mejor para el cliente. El cliente se pensaba que si pedíamos la indemnización se iban a olvidar del resto de asuntos. Y que no iban a estudiarlos. Nosotros sabiendo que no era así y que era mejor para el cliente, y sobre todo para su familia, pues lo hicimos.

2.- Era imposible hacerle entender que si cobraba esa indemnización, el estado no se iba a interesar más o menos por su situación. Era imposible hacerle entender que una cosa no tenía nada que ver con la otra. Pero nosotros pensamos en su bien, y sobre todo en el bien de su familia, y por eso hicimos esto. Éticamente no lo hicimos bien, pero lo hicimos por su bien.

Sobre la facturación de procedimientos que no habían llevado ellos: 

3.- Es que por los asuntos que llevamos nosotros, le cobramos muchos menos, y por eso con los que no habíamos llevado, compensamos. ¿Por qué? No lo sé, fue minutado por debajo de lo que cobraba el Colegio de Abogados. No lo sé, ya te digo, que no me acuerdo. No sé por qué lo hicimos así. Que le cobramos por debajo de las minutas del colegio de abogados, eso seguro.

4.- Fue una forma de repartir el coste entre todos los procedimientos: se cobró menos por los que se trabajó, y se cobró por los que no habíamos trabajado. Lo que hicimos fue calcular un total y dividir entre varios. Y por eso en todos es la misma cantidad.

5.- Porque claro, qué hacíamos con los procedimientos que nos hicimos cargo cuando ya se habían terminado. ¿Qué hago, no cobro nada? Nosotros nos hicimos cargo de todos los procedimientos, y nos los tuvimos que estudiar igual para luego presentar los recursos de revisón. Aunque en su día no hubiéramos intervenido… Y por eso lo hicimos así, para cobrarlo todo junto.  De hecho, cuando hemos tenido que hablar de su caso con los periodistas, por ejemplo, respondíamos por todas las causas. Si tú me preguntabas algo de la sección sexta, yo también te respondía.

Sobre la asistencia de Manuel Ollé a la vista del Supremo en 1997, que también se facturó, pero que no se le pagó al propio Ollé: 

6.- Ollé asistió a la vista del Supremo en el asunto de la revisión, pero nada más. Esa fue su participación. Luego no participó en nada más. Pero yo no tengo nada que ver con Ollé. Es Claret quien tiene que entenderse con él. Después le dijimos a Ahmed, guárdate dinero para el recurso de Estrasburgo. No se guardó nada. Tuvimos un enfrentemaiento a raíz de eso. Y cuando Ollé participó en el recurso de Estrasburgo, ya no llegamos a cobrar nada.  

 

Jorge Claret ha declinado esta mañana comentar los hechos. 

 

Malaguarismos

(Nota, 18 Febrero: Esta es la página 2 de la minuta, que no aparece enlazada en el texto).


La indemnización a la que tenía derecho Ahmed Tommouhi por la condena revocada de Olesa fue solicitada contra su voluntad en mayo de 1998. El libro cuenta cómo, y cómo lo sé. El caso es que cuando llegó aprobada, en abril de 2001, sus abogados, Jorge Claret y Pedro J. Pardo, le convencieron, después de varias visitas a la cárcel, para que aceptara el dinero. A la mañana siguiente los abogados retiraron algo más de dieciocho millones de pesetas de la delegación de Hacienda en Gerona, metieron el dinero en un maletín y cruzaron la plaza hasta una sucursal del BBVA que había a 200 metros, donde le ingresaron algo más de 12 millones en la cuenta a su hermano, Omar Tommouhi, que los acompañaba.

Un día tuvieron que justificar esos casi seis millones de diferencia que se habían cobrado. Echaron mano de las «Normas Orientadoras del Il-lustre Col-legi d’Advocats de Barcelona, en su 14ª edición (mayo de 1994)» y fabricaron esta minuta. El resultado es fabuloso. Más allá de los malaguarismos contables  –restaron 660.000 pesetas que el hermano de Tommouhi había pagado durante los años noventa por adelantado, en lugar de sumarlas, de modo que acabaron esfumándose del Total: 5.943.000 ptas; o el descuento del 20% que anotaron: «por características de cliente y referencia al asunto», queriendo decir por pobre e inocente que sigue en la cárcel–, la verdad es que lo estafaron engañaron:

Facturaron 400.000 pesetas por un procedimiento que no habían llevado ellos, como este de la Sección Sexta, que llevó de oficio Desiderio Fernández:

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O este otro de la Sección Novena, que también llevó de oficio Pere Ramells, y por el que facturaron la misma cantidad. En este añadieron un supuesto recurso de casación que nunca se presentó. 

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En fin, se cobraron también el trabajo de Manuel Ollé ante el Supremo, 

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pero se olvidaron de pagarle. «Yo no cobré un duro, cero patatero», decía Ollé hace unas semanas en su despacho de la calle Goya, en Madrid. 

El abogado Pedro J. Pardo dejó la abogacía en agosto de 2008. Hoy es juez. Jorge Claret sigue en el foro, como él mismo decía la noche que nos vimos en su despacho en octubre pasado. Ninguno quiso hablar de la indemnización.

Decir es hacer

Jamal Benali y Mostafá Zaidani durmieron con Ahmed Tommouhi en una pensión de Terrassa el fin de semana del 9 al 10 de noviembre de 1991. El lunes 11, Tommouhi y Zaidani fueron detenidos. Este último fue puesto en libertad sin cargos después de la detención en Barcelona, el miércoles 13,  de Abderrazak Mounib, el otro marroquí condenado junto a Tommouhi por las violaciones de Tarragona. Estas violaciones (I y II) se cometieron la noche del sábado 9 al domigo 10, y Tommouhi siempre declaró que esa noche él estaba durmiendo en la pensión. Sus abogados, Claret y Pardo, nunca llamaron a declarar ni a Benali ni a Zaidani. Yo los he encontrado.

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Conversación con M.

El 25 de abril de 2006, sobre las 21,58 horas, llamé a M., la chica violada en Olesa en 1991. Enseguida supo por qué la llamaba, qué era el «caso de Ahmed Tommouhi«. «Cómo no me voy a acordar», dijo.  Hablamos unos veinte minutos.

Yo estaba preparando un programa de radio: cuatro días después se cumplían siete años sin que el Gobierno hubiera resuelto el indulto de Tommouhi, y queríamos preguntarle al ministerio de Justicia los motivos del retraso. «Y qué quieres que yo te diga; como comprenderás no voy a estar a favor de eso», dijo. 

Esa postura me sorprendió. Era la segunda víctima con la que hablaba, o mejor dicho: la segunda chica violada, porque también había hablado con Álex, testigo apaleado de otras violaciones. Ella, sin embargo, es la única cuyo caso fue revisado: se analizaron unas muestras, años después de los hechos, y el ADN señaló que los violadores eran Antonio García Carbonell y un pariente suyo, y que Ahmed Tommouhi y Abderrazak Mounib, el otro marroquí que llevaba años en la cárcel por estos hechos, eran inocentes. 

«Yo al segundo juicio ni entré», dijo. Es una frase que sitúa muy bien esta historia. Mucha gente se empeñaba entonces que el caso Tommouhi no saliera de un recipiente muy concreto, fijo: en un asa, el día de su detención y en la otra, el día que se leyó la sentencia del último juicio, en enero de 1995. Se tapa la olla, se pone a fuego lento, y que se cueza en la cárcel. Las víctimas son algunas de esas personas. Por razones perfectamente comprensibles. M. descansó el día que condenaron a Tommouhi y a Mounib, y desde entonces, dijo, no quiere «saber nada»: «Lo único que quiero es olvidarlo». 

La olla se desbordó un día. La parte que le toca a M. ha sido hasta hoy la vía de escape más gorda. Por ahí se fue una de las condenas, revocada por el Tribunal Supremo en 1997, y hubo que repetir el juicio, un segundo juicio, en 1999. «Es que ni lo vi. Se declaró culpable y ya está». Antonio García Carbonell había sido condenado también por una ola de violaciones cometida durante la primavera de 1995. 

M. sigue al teléfono. «No entiendo por qué al principio sí que eran unos y luego otros. Si eran los mismos análisis; no sé, de verdad que nunca he entendido el por qué.» M. tiene una visión muy imprecisa del caso: «sólo yo y otras dos chicas denunciamos». En verdad denunciaron nueve. Sus ganas de olvidarlo todo van dando resultado: «sólo apareció ADN de uno, del que se murió»; «el otro sigue en la cárcel, pero es que pudo ser él». Le expliqué que no, que el análisis arrojó el perfil genético de dos hombres distintos. 

-¿Y por qué no detuvieron al otro también?», reclamó.

-No lo detuvieron porque no saben quién es; sólo saben eso, que es un familiar muy cercano suyo. Pero si a esa persona no se le extrae, como a García Carbonell, sangre que pueda compararse con los restos que sacaron de tu ropa, pues no se puede saber quién es. 

-No sé, la verdad, por qué al principio no había ADN y luego sí. 

-No es que no hubiera ADN. Lo que pasaba en 1991 es que la técnica no estaba todavía tan desarrollada como en 1997. Se analizaron los mismos restos, y la segunda vez sí que se puedieron extraer resultados…

-No sé, mira, ya me da igual todo, ¿sabes? Yo lo único que quiero es no volver a pensar en aquello. Que nadie me vuelva a hacer daño, que yo no haré daño a nadie. Y te entiendo a ti, que desde tu punto de vista, como periodista, quieras sacar el tema y que te parezca que estos señores son inocentes. Pero yo los vi, yo sé que son ellos. Yo los vi y mi cuerpo me dice que son ellos. Y a mi nadie me va a decir lo contrario. 

M. hablaba serena, encadenando las frases despacio pero sin pausas. A veces con contundencia. Cuando pasaba demasiado tiempo entre párrafo y párrafo, le preguntaba algo, me justificaba.

-A lo mejor hay una persona inocente en la cárcel, dije.

Ahmed Tommouhi seguía entonces en la cárcel. Abderrazak Mounib había muerto en abril de 2000, tres años después de que se descubriera el error. 

-Ya, pues lo siento, dijo. Yo también he sufrido lo mío, todos hemos sufrido…Si son inocentes, ¿por qué no los han indultado ya? A mí si tienen que indultarlos, que los indulten, tanto me va a dar. 

El Gobierno denegó finalmente el indulto el 30 de abril de 2008, nueve años, exactamente nueve años después de que lo hubiera solicitado en su favor el entonces fiscal jefe de Cataluña, José María Mena. Ahmed Tommouhi, en libertad condicional, sigue condenado por otras tres causas y un único motivo: que las víctimas, como M., lo señalaron.

Es tarde para corregirse

Desde hace un tiempo, organizo todo el trabajo en base a esta sóla consigna: aprieta los dientes y no mires para atrás. Así que a menudo vengo aquí con la misma noticia, pero distinto formato:  «cabalgo». La falta de tiempo está obligándome a tomar decisiones sobre la marcha, para solucionar ciertos problemas formales, que sorprenderán al trasluz de lo que he ido anunciado aquí: el capítulo más caprichoso, por ejemplo, se ha trasnformado en algo totalmente distinto y, estoy seguro, mucho mejor. El work in progress se está imprimiendo en la estructura del libro de una forma mucho más marcada de lo que imaginaba, y me gusta.  A partir del próximo lunes, sin embargo, si es que llego por fin a enviar el  manuscrito, desgranaré aquí lo más importante que todavía no he dicho –porque no lo he terminado de escribir–. Creo que febrero será un mes interesante y no sólo porque vaya a ser el último. 

Mientras tanto, y por si acaso, que vayan subiendo los títulos de crédito con esta música de fondo.

La desaparición del público (bosquejo)

1.- (El público). Los juicios pactados que van imponiéndose como la forma más habitual de administrar justicia –en España más de la mitad de los penales se resuelven ya por acuerdo entre las partes—más allá de las ventajas e inconvenientes prácticos que puedan atribuírsele, sellan un principio teórico indiscutible que pocas veces se advierte: la irrelevancia del público. La justicia administrada mediante acuerdos, por mucho que sean públicas la instrucción y la sentencia, se desprende del público, de su función y garantía epistemológicas. El público no es sólo la fuente de legitimidad en cuyo nombre se dicta sentencia –el “S. M. el Rey” es sólo su concreción simbólica, un signo–, es también el ojo común que puede fiscalizar la representación de lo ocurrido. Si la justicia ha tenido que abrirse, desde el oscuro rincón medieval donde se obtenía la verdad por confesión del acusado, hasta la retransmisión en directo y por televisión del juicio del 11-M es también porque se sobreentiende que la verdad que el tribunal tenía que dilucidar no escapaba a la razón común, sino que era una verdad al alcance de cualquiera, y que por tanto podía dilucidarse a la vista de todo el mundo. “Una verdad empírica, pública e intersubjetivamente controlable”, según los términos de Ferrajoli. Nadie, por más que pueda pervertirse esa garantía de lo mismo que en orígen era la convicción del juez, puede pretender que una condena basada en la íntima convicción del juzgador, en un motivo incomunicable, sea justa. La justicia trabaja con la hipótesis de que se puede obtener esa verdad comunicable, intersubjetiva y cierta. Todo eso ha desparecido en los juicios a consenso, porque lo único que debe comunicarse es el acuerto en sí, no el fondo real sobre el que se recorta, pudiendo negar así que algo ha ocurrido, aunque haya ocurrido, y todo el mundo lo sepa. Lo más habitual, sin embargo, es que se pacte que ha ocurrido algo, a pesar de que nadie haya visto nada. Nadie que no sea una de esas figuras que condensan y a la vez subliman, el fantasma del público. Los arrepetidos o los testigos protegidos son el ejemplo de mayor proyección internacional. Las víctimas de delitos sexuales en España, sobre todo si son menores, encajan sin desmerecerlo en ese mecanismo de la ausencia: su palabra suele sustraerse a la discusión común, y así revela una verdad incomporable. No digo que no haya psicólogos, psiquiatras incluso expertos forenses que la certifiquen, pero se trata sólo de un análisis interno de su coherencia, que no se compara con la incoherencia del mundo. Los juicios a puerta cerrada, como este de Tarragona, escenifican dicha desaparición.

2. (Subir las persianas) Las víctimas en general, y las víctimas de delitos sexuales, muy en particular, reclaman el anonimato. Los juicios a puerta cerrada son una consecuencia directa de esa idea tan extendida de que respetando su derecho a la intimidad, estamos poniéndonos de su parte. Más allá de las cuestiones que plantea esa desaparición del público como juez de los que administran justicia, que es un problema político de graves consecuencias jurídicas, no estoy ni siquiera seguro de que ese sagrado anonimato sirva a su pretendida intención de proteger a las víctimas.

El crimen es una forma de negación. No sólo física. Estos que violaban, parece una obviedad que necesitaban primero reducir al otro a lo que ellos imaginan que es. Esta idea está presente en la mayoría de las declaraciones de las víctimas, las de La Secuita con incisiva evidencia. El insulto parece una forma de facilitarse el crimen, o por lo menos lo precedía a menudo. En consecuencia, la réplica de las víctimas, redoblaba los insultos y los golpes que recibían. Los violadores pedían sobre todo dos cosas: que las chicas se callaran, o que repitieran lo que ellos querían oír: que eran “unas guarras”, por ejemplo. Las dos redundan en lo mismo: en negarlas.

La violación sigue siendo, en gran medida, un tabú. Por supuesto que entiendo que las víctimas no quieran mostrarse en público. Nadie en su sano juicio puede pretender que no sea compresible. El dolor no puede ponerse en común. Lo que no tengo tan claro es que se trate de una decisión estrictamente personal. Un tabú es un silencio generalizado. El trauma sufre el tabú en carne propia.

Un silencio generalizado, pero también una forma de estar de acuerdo, sólo que secretamente compartida. Que no es lo mismo. Apuesto a que nadie aplaudiría con tanta firmeza ese tabú como el médico aquel que trató a las chicas de La Secuita “como si fueran unas frescas”, según contó uno de los padres al juez. Quien más allá de comprenderlo, defiende ese silencio como un acto de reparación con las víctimas, en el fondo comparte el mismo fetichismo impotente que el violador: que las chicas tuvieron su parte de culpa. Sólo quiero reiterar con esto que comprendo el trauma, pero que no he movido un dedo por el tabú. Las he llamado por teléfono y les he escrito. Sólo G., una de las chicas de Cornellà, aceptó hablar en más de una ocasión: en dos.

3.- (La víctima absoluta). Otra cosa es la figura jurídica que sobre la alfombra de ese tabú camina. El mal absoluto que cada vez más representa el agresor sexual, mucho más absoluto si pederasta, fragua su correspondencia lógica: la víctima absoluta con un derecho ilimitado a que se repare su daño. El derecho ilimitado y el no-derecho, sin embargo, son lo mismo, y su reivindicación difumina muchas de las fronteras sobre las que se sostiene el ejercicio y la posibilidad de la justicia: el viejo Hágase la Justicia y perezca el mundo está de actualidad. Lo peor de la gran inversión que propugnaba Margarita Robles en 1991: “Como jurista pienso que lo que no se puede hacer es invertir el enjuiciamiento y exigir a la víctima que demuestre su inocencia.”, es que probablemente ha triunfado. La imposibilidad ontológica de demostrar la inocencia, que es lo que está pidiendo esa reinversión, deja al acusado, a falta de evidencias fácticas que alcancen al entendimiento del tribunal, a expensas del convencimiento de quien lo acusa. La distancia entre los hechos y el derecho, ese reducto en el que se mueven los jueces, los periodistas y el público de toda verdadera democracia, es el primer límite que clausura la pretensión de que la palabra de la víctima debe sustraerse a la discusión común y el escrutinio público, como si la culpabilidad estuviera siempre fuera de toda duda. El único argumento de las víctimas que es indiscutible, sin embargo, es éste: “Estoy convencida”. El resto deben estar expuestos al mundo con el que, quieran o no, limitan.

El “informe” confindencial de O.

Tommouhi, los notarios, Artur Más y la televisión.

Atando cabos

El lunes publiqué unas notas sobre García Carbonell y sobre la otra identidad  que consta en su ficha policial: José Jiménez A. . Estupefacto encontró el rastro de otra persona con ese mismo nombre, y enlazó en los comentarios diversos documentos que lo identificaban. B.T. llamó la atención sobre las quizá infundadas sospechas, y –entendí yo– contra el uso y abuso público de la identidad del también llamado José J. A. Luego he pensado que no, que B.T. llamaba la atención contra el uso y abuso del historial de García Carbonell, contra el que podríamos estar cometiendo «los errores que otros cometieron con Ahmed Tommouhi y Abderrazak Mounib».

La advertencia de B.T. es útil, referida a cualquiera de los dos abusos. Me doy cuenta de que quizá si hubiera publicado la segunda identidad de García Carbonell con iniciales, sin alguno de los dos apellidos al menos, nos habríamos evitado el error de estar comparándolo con ese otro vecino de Tarragona, que se llama igual, y que nada tiene que ver con esto.

Es una interesante llamada de atención sobre las consecuencias que tiene cualquier publicación, por mucho que se insista en que se trata sólo de una «hipótesis», un borrador, o un rumor. No descubro el mediterráneo, pero reconozco que, quizá relajado por el paso de los años (se trata de unos hechos de 1972), descuidé ese principio fundamental: que precisamente porque las mentiras tienen consecuencias enteramente reales, deben evitarse también las verdades a medias.

Respecto de la segunda posibilidad, que estuviéramos abusando de las sospechas sobre García Carbonell, sigue sin parecérmelo. El rigor y fundamento de los «antecedentes» –atestados sobre hechos ocurridos en un lugar y tiempo concretos–, que ciertamente no comprobé, no afecta a lo principal aquí: el registro de diferentes identidades (que son tres, por cierto, no dos; aunque la tercera fue usada en muy contadas ocasiones) bajo una misma huella digital , que es lo que yo vi, y  sostengo.

Y sí, respecto de los comentarios de Tote y Estupefacto sobre las consecuencias legales de la edad, ésa es la principal: podría acogerse a beneficios penitenciarios que, naturalmente, no le corresponden.

¿Quién es quién? (Cabos sueltos)

Entre todos los libros que este libro no será, uno de los que me quedo con ganas de escribir aparece en un desvío al final del capítulo sobre Antonio García Carbonell, y en el cartel puede leerse: Santa Coloma de Queralt, 1972. Me quedan ganas pero me faltan fuerzas, así que vayamos soltando lastre. Es sólo una hipótesis, pero yo apostaría a que a partir de las diligencias que anuncia este recorte de La Vanguardia de hace 36 años se podría llegar hasta la verdadera identidad de Antonio García Carbonell, también conocido como José Jiménez Amaya. Hasta su verdadera edad al menos.

 

PLA DEL PENEDÉS: DETENCIÓN DE LOS AUTORES DE UN ATRACO A UNA COOPERATIVA DE SANTA COLOMA DE QUERALT

En la localidad de Pla del Penedès han sido detenidos tres individuos que deberán responder, en unión de otro que lo fue días atrás, del atraco cometido el pasado día 11 en los locales de la Cooperativa Agropecuaria de Santa Coloma de Queralt, donde golpearon a un empleado y a un cliente y se llevaron 30.000 pesetas, desapareciendo en un vehículo de color blanco robado a un vecino de Gavà.

El mismo día 11, los fugitivos robaron una furgoneta Citroën en La Llacuna, pero cuando escapaban con ella colisionaron contra un indicador de tráfico, volcando y resultando herido uno de los atracadores al que sus compañeros dejaron abandonado.

Finalmente, en Pla del Penedés fueron detenidos Luis Moreno, de 33 años, de Barcelona; Antonio Navarro Manzano, de 28 años, de Requena (Valencia) y José Jiménez Amaya, de 23 años, de Lérida. Con el herido, Ángel Francisco Calvo Lamiller, han quedado a disposición de la autoridad judicial, así como parte del dinero que llevaban encima y diversas armas.  –Europa Press.

 

Fuente: La Vanguardia Española, 19 de septiembre de 1972.

Feliz año.

La condensación (semen seco)

La gran tentación es abusar de la palabra «inocente». En el documental  De Nens, se ve al presidente del tribunal advirtiendo, no sé si al testigo o al defensor que pregunta, que el concepto «inocente» sólo tiene una interpretación posible, y es jurídica. Estoy de acuerdo.

En este caso es fácil abusar de él sin correr además ningún riesgo: el recurso literario está cantado desde que en el caso de Olesa se demostró científicamente que eran inocentes y así fue reconocido por el Tribunal Supremo. Se llama generalización. Siempre me ha parecido ridículo ese (ab)uso, y que al único que absuelve además es al que abusa, no a los condenados: nadie mejor que Tommouhi lo ha expresado: «estoy en la calle, pero sigo estando condenado», me dijo la primera vez que lo vi en Martorell.

Una juez, joven y profesional –defendía que su profesión tenía una relación directa con la verdad de las cosas–, me señaló los riesgos  que supondría publicar que alguien es inocente existiendo sentencia firme. El Consejo (General del Poder Judicial) no lo consentiría, algo así vino a decir. Yo creo que se toma demasiado en serio al Consejo. Aunque confieso que no me he informado a fondo sobre este asunto; sobre los riesgos. Teniendo en cuenta que la ponente de la sentencia firme contra la que se dirigirá esa afirmación es vocal de ese Consejo, la cosa va cogiendo interés. 

En el caso de Cornellà todos mis desvelos han ido en ese sentido. Este párrafo condensa, achicada el agua al comienzo de uno de los capítulos, el trabajo del caso:

Margarita Robles Fernández, Gérard Thomàs Andreu y Felipe Soler Ferrer condenaron por violación a un hombre distinto del que eyaculó dentro de N.F.  la noche del 7 de noviembre de 1991 en Cornellà y cuyo semen se recuperó deshidratado en la zona vaginal de la braga. El violador continúa impune. Ahmed Tommouhi, cumpliendo condena. Siempre me había resistido a creer que fuera sólo un acto de soberbia. La sentencia muestra ahora que antes hubo un problema de ignorancia: no entendieron el informe pericial.  

Es cierta cada una de sus frases, y así se publicará. Que esto se pueda escribir y publicar debería, en un estado de derecho digno de ese nombre, dar lugar a dos únicas  consecuencias: que se demuestre que es falso y que se castigue en consecuencia a quien lo escribe; o que se demuestre, y se reconozca jurídicamente, la verdad que contiene. De lo contrario, sería admitir que tres chamanes puedan arruinar la vida de un inocente (y consentir de hecho la impunidad).

Esta otra breve, precisa y admirable sentencia del Supremo abre, en mi opinión, el camino jurisprudencial para la segunda opción. Deberían leerla todos los que, verdaderamente, tienen algún interés íntimo, esto es, común, en este caso.

Brians, 13 de Marzo de 1997

Del inocente Abderrazak Mounib, que se está pudriendo, por la cara y por error judicial desde el 13 de noviembre de 1991, dentro de la cárcel, pagando la culpa de otros, verdaderos culpables de los hechos, al excelentísimo Don Reyes Benítez Redondo:

Es un gran honor escribirle esta carta, en la que le hago llegar todos mis respetos hacia usted. En ella tengo que explicarle, señor don Reyes, que estoy en huelga de hambre desde el 4 de marzo de 1997. Porque estoy muy harto, señor, y ya no puedo aguantar más. Pienso que la muerte, para mí, es la única solución. Por eso le aviso a usted de la huelga. Por un lado le agradezco muchísimo y de corazón todo el buen trabajo que ha hecho para salvanos a nosotros, dos inocentes. Y yo, Abderrazak Mounib, pido a Dios y al Corán, que le guarden a usted y a su familia entera, y que le ponga en su camino flores y azahar, que le protejan, a usted y a su familia, y que Dios le bendiga a usted y a su familia entera, don Reyes.  Un abrazo muy fuerte, de corazón, y un gran saludo de mi alma, don Reyes.

El inocente, Abderrazak Mounib.

Un saludo cordial.

 

carta_mounib_brians

El Supremo admite a trámite el recurso de revisión de otro condenado por la cara, Rafael Ricardi

Comentarios/ Tote Henares:

 

No, no se trata de Tommouhi, su “baraka” debe de ser todavía más chunga que la de Ricardi.

Una condena por violación se revisará al probar el ADN la inocencia

EL PAÍS – Sociedad – 19-12-2008

“La Sala Penal del Tribunal Supremo ha autorizado a Rafael Ricardi Robles, condenado en 1996 por dos delitos de violación, a interponer un recurso de revisión ante la aparición de nuevos elementos de prueba que evidencian que su ADN no se corresponde con las muestras recogidas en la ropa de la víctima y que por tanto, pudo tratarse de un error judicial. Ricardi ha pasado 13 años en prisión y salió en libertad el pasado 25 de julio.”

El título definitivo, un subtítulo provisional y una posible contraportada (a modo de explicación)

Un esfuerzo más si queremos ser curiosos: lo que anuncia el título de la entrada puede leerse  aquí.

Vainas mías

Sinar Alvarado, un periodista venezolano, me pidió hace año y medio que le respondiera a estas preguntas por correo, para una nota de El Gatopardo. Al parecer, se publicó en el número junio de 2007. Nunca recibí el pdf prometido, así que cuelgo aquí lo que yo le envié, algo retocado. Lo he encontrado esta semana revisando archivos, y habla de los orígenes.

–¿Cómo fue tu primer contacto con el caso?

Llegué a este caso a través del blog de Arcadi Espada, en abril de 2004. Vivía en Poitiers (Francia), acogido como investigador invitado en Migrinter, un centro de investigación sobre migraciones internacionales. Las tardes daban para mucho. En el blog de Arcadi encontré un link: pinché y me reenvió a la página que Manuel Borraz tiene sobre el caso: recoge una ingente documentación, en gran parte rastreada en la prensa.  Me sumergí y aquí sigo.

– ¿Cómo y cuándo decidiste que querías narrar la historia en un libro?

La idea de hacer un libro me empezó a rondar después de ver que la editorial Debate había abierto un Premio para un libro-reportaje: se podían presentar autores que hubieran publicado al menos un reportaje durante 2005 en algún medio sobre un tema que mereciera desarrollarse en un libro. Yo cumplía los requisitos, así que preparé una propuesta, técnicamente desastrosa, que envié en el último momento. El fallo se comunicaba a los autores el 30 de abril. El 3 de mayo de 2006 preparé un tramo (un espacio de media hora) del programa Hoy por Hoy de la Cadena Ser. La percha era que ese 30 de abril se habían cumplido siete años sin que el Gobierno hubiera resuelto el indulto que había solicitado en 1999 el Fiscal Jefe de Cataluña, José María Mena, para los dos marroquíes. Invitamos a un portavoz del Ministerio de Justicia (ni el Ministro, Juan Fernando López Aguilar, ni la jefa de la sección de indultos, Ana de Miguel, quisieron estar presentes), y acabó viniendo Adolfo Gallego, digamos, un técnico. Quiero decir que el Ministerio declinó enviar a ningún responsable político. Después de terminar el programa, me quedó la misma sensación de siempre: que se me había escapado vivo. Ni el espacio de una página de periódico, ni el tiempo de un programa de radio permiten el recorrido que necesita esta historia: más allá de las dramáticas casualidades, hay dos mil folios de sumario que explican toda esta ruina. Y luego están las consecuencias de esa ruina: los años de cárcel, las familias destrozadas, y también los hombres y mujeres, pocos, muy pocos, que desinteresadamente han ayudado y están ayudando a Ahmed y Abderrazak. Todo eso quedaba siempre fuera, y quedaba la vaga impresión de que es un tema irresoluble: me convencí de que un libro permitiría exhibir públicamente lo contrario: «que este caso parece irresoluble por la misma razón que debería haberse resuelto fácilmente: por su exceso», según una cita –nada literal– de E. A. Poe.

Evidentemente no gané el Premio de Debate, pero el libro ya llevaba tiempo escribiéndose sólo: así que llamé a Ahmed y a su hijo Khalid y les dije que iba a escribir un libro sobre su historia. Un año después llegó el Premio Crónicas.

— ¿Cuánto dirías que han pesado la política y los prejuicios raciales en el tratamiento que recibieron los acusados?

La política no ha pesado nada: es su insoportable levedad lo que los ha dejado en la estacada. Si tuvieran algún peso, si pudieran siquiera imaginarse todavía –y omito el sujeto deliberadamente– que su acción conserva algo de grave, como las graves consecuencias que acarrea su dimisión, por ejemplo, otro gallo nos cantaría. Pero no: son leves, leves como una sombra.

Los prejuicios raciales pudieron pesar, al principio, como costumbre: «de noche todos los gatos son pardos»: a la hora de las descripciones facilitadas por las víctimas, el perfil desarrollado por la policía, etc. Enseguida se dibujó al «árabe», a pesar de que las víctimas hablaron de gitanos, de acento sudamericano, o incluso hubo un chico que dudó, al identificar la lengua, entre «árabe o hebreo». Sólo cuajó la idea del «moro».

Después, sinceramente, creo que no fue un problema de racismo. Lo que no quiere decir que no influyera el que fueran marroquíes: influyó, desde luego. Porque Ahmed, por ejemplo, ni siquiera sabía de qué le hablaban cuando lo detuvieron; no tuvieron instrumentos para defenderse: ¿cómo lograría Ahmed entenderse con su abogado, hace catorce años, cuando todavía hoy es difícil entenderlo? ¿cómo defenderse ante el juez? Sí, al final, tuvo intérprete, pero la cadena llevaba demasiado tiempo engrasada. E influyó también porque Marruecos, el Gobierno marroquí, no ha movido un dedo por sus dos ciudadanos nacionales. Quizá con otro pasaporte…

.-¿Se conoce en España un caso similar, reciente?

Similar, desde luego que no. Por el número de años, por las evidencias, por el limbo legal en el que quedaron atrapados, por la indiferencia, no hay ninguno similar. Pero desde luego hay y ha habido otros casos de «inocentes en la cárcel» (de hecho el primer reportaje que publicamos en El País sobre el caso, con ese título, incluía otros casos), que han sido condenados por una mala identificación por parte de las víctimas.

–¿Después de divulgar la historia en los medios, de varias denuncias, por qué son tan pocos quienes ayudan?

Eso habría que pregutárselo, si acaso, a los que no ayudan. Y no digo que yo esté ayudando: de momento, yo sólo tomo notas.

[…]
–Te hago la pregunta que formuló una vez mounib: ¿puede durar tanto un error? ¿O no se trata sólo de un error de la justicia?

No. No puede durar tanto. De hecho, esa duración es la prueba de que no es un error. La teoría del error sirve, ante todo, para emborronar la posibilidad de que haya habido seis errores (fueron condenados en dos causas conjuntamente, y luego en dos más cada uno por su lado), que es una de las hipótesis que quiero demostrar en el libro. Pero más allá de eso. Creo que esta historia tiene dos partes: en la primera (hasta que se demuestra el error en una de las condenas, en la que se logró perfilar genéticamente unas muestras de semen), los marroquíes habrían sido condenados siendo inocentes. En la segunda, de ahí en adelante: su condena actual está resumida en una frase del anterior Ministro de Justicia, Juan Fernando L. A., cuando le preguntaron por el caso hace ahora un año: «El Gobierno ha decidido que no es un mensaje asumible indultar a una persona condenada por violación». Esa frase dice muchas cosas, casi todas involuntariamente. Dice, por ejemplo, que, a pesar de que el indulto como tal sigue sin resolverse (esto es, que ni se ha concecido ni denegado), ya se ha tomado la decisión y que se ha tomado fuera del Consejo de Ministros, que es donde está democráticamente previsto que se haga. Dice, además, y literalmente: «mensaje asumible»: esto es, que el hecho de indultar a Ahmed y Abderrazak, no constituye, por ejemplo, una posible salida legal, más o menos digna, a dos vidas arruinadas, con sus consecuencias prácticas: que fuera una forma de reconocer el error, por ejemplo, pues hace tiempo que se les habría denegado el indulto si no supieran que son inocentes. No: ya se trata sobre todo de un «mensaje». Y dice, por último, aunque sin decirlo, que no se atreve a decir «violador», sino «persona condenada por violación». La diferencia es brutal. Como se ve, las tres ideas afirmaciones, sin ser dicho, están diciendo que importa una higa si estos señores violaron o no violaron a las chicas.  A Ahmed y a la familia de Mounib, sin embargo, sólo les importa eso: que se sepa que no violaron a las chicas.

Huelga decir que esa pregunta por el origen («¿ellos violaron o no violaron a esas chicas?») es mi meta, por decirlo a la manera de Kraus.

— ¿Cuáles son las principales dificultades que implica narrar esta historia?

Sin duda: la complejidad jurídica. El entramado legal en el que quedaron atrapados.

— ¿Sería este tu primer libro?

Sí.

Índice

PRIMERA PARTE: HECHOS PROBADOS

1.-Cuatro años después

2.-Otoño de 1991

3.-Detenciones

4.-Primavera de 1995

5.-Primer informe

SEGUNDA PARTE: DESHECHOS

6.-Primera visita al preso

7.-El periodismo realmente existente (?)

8.-Cortar y pegar

9.-La Junquera, lugar de paso

10.-Un reportaje abierto sobre un caso cerrado

11.-Si la letra con sangre entra

12.-Más de mil muertos después

13.-Vilafranca: El inculpado tiene uno de los dos bigotes

14.-Lo real y su representación jurídica

15.-Libertad condicional

16.-Terrassa: Una investigación racional y rigurosa

17.-«No he tenido nunca ninguna duda»

18.-La cárcel

19.-Gavà: El juez Iglesias

20.-El nombre y la impunidad

21.-Idiosincrasia

22.-El violador y el periodista

23.-Carta de Ahmed Tommouhi a sus abogados

24.-Olesa: Detención, señalamiento, instrucción, juicio y condena de dos inocentes

25.-Un polimorfismo muy tonto

26.-El impasse

27.-Ministerio de Justicia Poética

28.-Segundo informe y la revisión del recurso

29.-Alá, redactor jefe

30.-Audiencia Pública: Gerard Thomàs

31.-Cornellà I: Visto para sentencia

32.-La sentencia

33.-Cornellà II: El semen en tinta se diluye

34.-Carta abieta a una magistrada

35.-Ella era así (en 1996)

36.-La condensación: Efectismo y dialéctica

37.-Una pistola verdaderamente humeante

38.-Tarragona: (?)

39.-Los abogados

40.-«Como un pollo sin cabeza»

41.-La desaparición del público

42.-El infatigable hombre de la nada

43.-El efecto compromiso

44.-Subir las persianas

TERCERA PARTE: HECHOS NUEVOS

45.-Informe para un tribunal (?)

Bellísimo momento

Tres años y medio después, tiempo que en el que no has hecho otra cosa, casi siempre en silencio, que reunir materiales como un loco para que no te tomen por loco, para que tu voz no clame sola en el desiero, sino que sea palabra que sale al encuentro seguro de quien quiera escucharla, examinarla, discutirla y llegado el caso revocarla, cuando llega ese momento, este momento, sientes una emoción limpia, sincera, justa y un cierto descanso por merecer todo el trabajo que aún queda por hacer. Empiezo a escribir el capítulo de la década prodigiosa, esos diez años transcurridos desde que el Fiscal Mena pidió el indulto; de momento sólo voy reuniendo, cortando y pegando, los fragmentos, las cartas, las citas, por orden (¡siempre!) cronológico. Llego a diciembre de 2005: hasta ahora, los sucesivos responsables ministeriales habían optado por no responder nada que fuera una respuesta, pero en diciembre de 2005 empezaron a hablar, y fue ahí cuando se cayeron con todo el equipo: recuerdo, antes incluso de transcribirlas, todas las mentiras que dijeron, en las cartas al director, en la SER, en la entrevista en EL PAIS; saber que, como en el capítulo de Olesa, bastará sólo con ordenarlas –aunque aquí habrá que engrasar los saltos de párrafo– para que se vea cuán miserables son, sólo eso me produce un placer, este sudor en las manos, palpable. La venganza sabe mucho mejor cuando es impersonal.

Es la 01:52.

Dentro-fuera, de la cárcel y de la cabeza

«Si me mandan un DNI para venirme a ver, o me mandan un teléfono, o una dirección, vale. Pero escribir a mi hijo o a mi hija, aquí, o en Marruecos, nunca. Ni cartas ni nada. A veces, cuando me mandaban una carta, Omar la sacaba del sobre, la metía en otro con mi dirección de aquí de Brians y me la dejaba. Pero nada de palabras graves. No. Hola, saludos, estamos bien, y ya está. Yo se lo dije: no quiero cuentos. Que si ha pasado esto, que si lo otro, que si no sé qué. Nstchchch, nstchchch. Mucha gente a la que le cuentan todo lo que pasa fuera se vuelven locos dentro, ¿me entiendes? Muchos. Si no sabes cómo arreglar esos problemas, y te llegan cartas, el teléfono, no sé qué; y hoy no duermes, mañana tampoco, la semana que viene igual, la sangre te come y cuando te das cuenta ya estás hablando solo. ¿Sí o no? [risas] Que me cago en no sé qué, que me cago en el rey: ya estás hablando solo. Te lo digo yo que he pasado 15 años con gente que estaba bien…El problema no es la droga, no es sólo la droga de la cárcel. Lo otro también es un problema. Si te llegan malas noticias, hoy, mañana, durante un tiempo, no tardarás tanto que te veas hablando solo. No sabes cómo ponerte; vas a pedir mediación y vas a dormir. Pero si esa medicación te la tomas dos o tres veces, fuuuuch [acompaña el cortante sonido con un gesto del brazo y la mano como una hoz]; cuando piden la medicación y le traen los potitos, se vuelven como cabras. Cuando los llaman para la comida no van a comer. ¡A comer! Y van los últimos. Y si no lo toman…Había uno conmigo que tomó esa medicación durante mucho tiempo. Y aún así, cuando gritaba mucho, se lo llevaban y le inyectaban aquí [en el brazo]; se quedaba quince días por los suelos. Sólo pedía agua, o por favor vete a buscar un café y invitame…Y más potitos…Pero cuando le inyectaban esa vacuna, se quedaba quince días muy grave. ¡En el suelo! Yo dormía con él. Pasaba tiempo conmigo, hablaba con él: bla-bla-bla-bla-bla. Me cargaba un poco. Ya está, le dije: no te tomes más esa medicación. Habla con ellos, con educación, despacio: sin gritar, sin chillarles, porque si no te llevarán otra vez. Estuvo un día o dos sin tomar nada. Una mañana se levantó así: bailando sólo: aaaahaaaahaahhaah [hace temblar su voz y su cuerpo], ¿me entiendes? De verdad. Le dije: ¿qué te pasa? Mira, Ahmed, me dijo: no querías que tomara nada y mira cómo estoy. Esa mañana, a la hora del desayuno y del café, le trajeron la medicación. Rápido. La tomó y se quedó dormido. Luego, se quedó en una toma al día. Por lo menos, eso le hizo bien para su alteración…La gente me decía: ya ves…Cada tanto, no mucho tiempo, te encuentras en el patio uno así, ¿me entiendes? Por eso vienen esos problemas: porque les llega esto, les llega lo otro…Como mucho, si uno es muy fuerte, aguantará un año, tragándose noticias. Si es fuerte. Un año aguanta. Si tienes condena larga, porque si tienes una condena de un año, dos o tres, sabes que va a pasar rápido y no te comes mucho el coco si viene la familia, o te llaman, no pasa nada; pero si tienes mucha condena… Gente normal que por la tarde se ha vuelto loca.»

(Ahmed Tommouhi, Martorell, octubre de 2008)

Un turista en el Centro de Internamiento

Leandro Pazos aterrizó a las ocho de la mañana del lunes 10 de noviembre en el aeropuerto de El Prat con 1.500 euros y 600 dólares en metálico, una tarjeta de crédito, una reserva de hotel y un billete de vuelta para el 15 de diciembre. Estuvo internado en el Centro de Internamiento de Extranjeros de la Zona Franca de Barcelona hasta que lo expulsaron el sábado pasado. No traía carta de invitación.

Leandro es argentino. El consulado español le había informado de que, teniendo la reserva de hotel, no era necesaria la carta. La policía, al comprobar que la reserva no cubría toda la estancia, lo detuvo y solicitó su internamiento. El sábado un avión de Aerolíneas Argentinas lo llevó de vuelta a Buenos Aires.

Norman Cilento, argentino como Leandro pero con nacionalidad española, acudió al juzgado para responder legalmente como anfitrión hasta que lo devolvieran. La juez,  María de las Nieves Osuna García, decretó su internamiento hasta que despegara el avión.

Leandro ya está en Argentina, decidido a emprender acciones legales contra el Gobierno español. Su periplo, sin embargo, deja un serio y legítimo interrogante: ¿puede la administración española detener e internar –hasta 40 días– a cualquier extracomunitario que intente entrar legalmente en el terriotorio nacional?

El retorno está previsto cuando la entrada se intenta ilegalmente: como los africanos de los cayucos, por ejemplo. La expulsión, cuando se está irregularmente en España: como los turistas que prolongan su estancia más allá de lo que les autoriza el visado, se me ocurre.

Esta nueva figura que parece dibujarse por la vía de los hechos consumados, que sólo por aterrizar en un país estés sometido al poder discrecional de su policía, sin posibilidad de frenar sus acciones judicialmente, constituye una verdadera e inquietante novedad que va normalizándose.

Que haya sido atendido por un abogado de oficio no cambia lo fundamental: ¿se habría suspendido la repatriación hasta que se resolvieran los recursos, de apelación, por ejemplo? La respuesta, con la ley de extranjería y la experiencia en la mano, es no. La tutela judicial, por tanto, no se ha hecho efectiva.

El traslado de las condiciones de excepción jurídica que gobiernan las zonas de espera de los aeropuertos hasta los centros de retención a las afueras de las ciudades supone una reciente deslocalización del derecho y la ciudadanía.

La confusión entre un procedimiento y otro, el de retorno y el de expulsión, no inquieta tanto por la parte de los turistas. El problema es que esa expulsión en clase preferente, sin derecho a tutela judicial efectiva, puede también aplicarse a los que viven y trabajan aquí irregularmente.

Un amigo de Leandro que lo visitó en el Centro de Internamiento de la Zona Franca grabó este vídeo. El «no se pueden hacer fotos» del final aconseja hacerlo público.

 

El capítulo más caprichoso

25.-OLESA: SEÑALAMIENTO, INSTRUCCIÓN, JUICIO Y CONDENA DE DOS INOCENTES
 
 
 I
 
 
El médico forense interino del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº 2 de Martorell, José Manuel Benítez Moreno, ha procedido a reconocer a M., a las 04 horas del [6 de noviembre de 1991].
   
Las lesiones observadas pueden tener una data aproximada de 4 a 6 horas, por los signos flogóticos que presentan, siendo compatibles con agresión sexual en forma de violación. No se aprecian lesiones de defensa en manos ni uñas.
 
 
II
 
M: «Que es el 4º empezando por la izquierda«
JJ: «Que le parece que es el 4º empezando por la izqda. Ya que su aspecto físico es como el que le pegó«.
 
 
III
 
 
M: «Que reconoce sin ninguna duda al 1º y al 3º como los inculpados«
  
 
  IV
 
Los hechos relatados […] revisten y salvo ulterior calificación los caracteres de delito de Violación, rapto, robo y detención ilegal y apareciendo de las actuaciones indicios racionales de criminalidad contra Ahmed Tommouhi y Abderrazak Mounib, procede decretar su procesamiento […].
 
 
 
A preguntas de S. Sª si el declarante tuvo acceso carnal con la chica manifiesta que no.
A preguntas de S.Sª si Ahmed tuvo acceso carnal manifiesta que no lo conocía y no estuvo con él.
 
 
  VI
 
A preguntas de S. Sª sobre si sobre si yació con la chica, manifiesta que no, reiterando que no conoce a la citada pareja ni conocía entonces a Abderrazak y que está dispuesto a hacerse cualquier análisis.
 
 
VII
 
La supuesta participación de mi defendido se basa única y exclusivamente en la identificación que se realiza, por parte de JJ. y M., de los procesados como autores de los hechos […], sin que dicha identificación venga avalada por ningún dato objetivo, olvidándose por parte del Juzgado que una identificación no es más que la base sobre la que se debe empezar a trabajar para probar que el identificado es el autor de delito o para llegar a la conclusión de que se ha sufrido un error en la identificación por parte de las víctimas.
 
Si bien puede considerarse como indicio suficiente para dictar Auto de Procesamiento el reconocimiento Judicial efectuado, es evidente que antes de dictar un Auto de tanta importancia como es el de Procesamiento, deberían haberse efectuado las investigaciones necesarias para contrastar con datos objetivos lo que es tan sólo una apreciación subjetiva y más si tenemos en consideración las circunstancias en que se produjeron los hechos denunciados: […] a pesar de llevar los agresores una linterna, sólo la usaron para alumbrar directamente a los ojos de la dicente o al suelo. En estas circunstancias se hace difícil a esta representación aceptar, sin más, la identificación realizada por las supuestas víctimas.  
 
Por ello entendemos que antes de dictar el Auto que se recurre, se debería haber tomado declaración a los ahora procesados, lo que no se hizo al menos en este Juzgado, hasta el mismo momento en que se  les notificó el Auto, es decir el pasado día 24 de abril. De esta manera (…) se podrían haber realizado las comprobaciones necesarias para el mejor esclarecimiento de los hechos, especialmente en relación con la enfermedad que presenta mi principal, que no es otra que “Hidrocele grado II-III”, que le impide tener relaciones sexuales y también en relación con su estancia, en la fecha de los hechos, en la localidad de La Junquera.
   
 
VIII
   
De lo instruido resulta que las únicas pruebas de cargo existentes son las declaraciones de las víctimas: J. J. manifiesta que “LE PARECE que es el 4º”, es decir mi defendido, por lo que entendemos que su declaración no puede ser definitiva para procesar; manifiesta doña M., en su primera Rueda en Terrassa (13-11-1991): “Que es el 4º empezando por la izquierda” y al día siguiente en Barcelona “Que reconoce SIN NINGUNA DUDA al 1º”. ¿Es que el día anterior tenía dudas? Creemos que en la segunda rueda se reafirma en la acusación porque el día anterior había visto al acusado, no porque realmente tuviera una mayor convicción. En resumen que de las dos víctimas, una de ellas no reconoce a mi defendido y la otra creemos que se ha dejado llevar por su comprensible ofuscamiento al haber transcurrido pocos días desde la comisión del delito; nos merece mayor aceptación la declaración del Sr. JJ, precisamente porque ha sufrido menos las consecuencias del delito y su declaración es más objetiva y desapasionada. A tener en cuenta asimismo que los hechos ocurrieron durante la noche y en lugar no iluminado, por lo que se hace más difícil la identificación. […]
 
Constan en el sumario cuatro muestras y análisis del esperma encontrado en el cuerpo y ropa de Doña M., […]; como ya manifestó el procesado ante este Juzgado el 24-4-92 “está dispuesto a hacerse cualquier análisis” y esto es precisamente lo que se solicita: análisis del esperma del procesado a fin de compararlo con el existente en el sumario y verificar su similitud o diferencia.
 
Manifestó igualmente mi defendido (24-4-92) que el día en que ocurrieron los hechos, 5 de Noviembre de 1991, como varios anteriores y posteriores, se encontraba residiendo en un almacén con su hermano y varios marroquíes más; si bien no sabía exactamente la dirección, ésta es la siguiente: calle Rutlla, nº 3, Martorell.
 
Los nombres de algunos de ellos son los siguientes: Omar Tommouhi (hermano del procesado, con domicilio actual en calle Mur, Nº 74, 1º de Martorell; ZARFANI TOHAME, ALOAME BOLALI, MASARE AHMAD Y MAODE MOHAMED, todos ellos, actualmente residen en la calle DALT, nº 66, 1º de Martorell. Todos ellos acreditarán que el inculpado estuvo con ellos el día de Autos y comparecerán a declarar voluntariamente, sin necesidad de ser citados si el juzgado lo estima oportuno.
   
 
IX
 
 
J.J, 17 años, planchista: 
 
Preguntado sobre si vio perfectamente la cara de dichos individuos, el declarante manifiesta que en el exterior hay luz suficiente, lo que pasa es que entre que le deslumbraban con la linterna y los nervios, no pudo ver perfectamente la cara, aunque sí la silueta y el aspecto que tenían y que luego en la rueda de reconocimiento los distinguió ya que le impactaron.
 
 
X
 
M., 21 años, estudiante: 
   
Preguntada si las demás personas que participaron en la rueda de reconocimiento eran de características similares a los procesados, la declarante manifiesta que si bien miró a todos los individuos sólo vio o se fijó en los que reconoció.
 
 
XI
 
 
Teniendo en cuenta que no se han alegado hechos ni argumentos que no se hubieran previsto al decretar el procesamiento de cuyo auto se pide la reforma y, subsistiendo los indicios racionales que lo motivaron, procede mantenerlo en todas sus partes.
 
 
 
XII 
 
 
D. Xavier Castellvell i Diez, abogado designado por el turno de oficio y ostentando la representación del procesado Ab. Mounib por carecer todavía éste de Procurador de los Tribunales que le represente, como mejor proceda, DIGO:  
 
Que habiendo tenido conocimiento esta representación [de] que el procesado Abderrazak Mounib fue reconocido fotográficamente en el Sumario 5/91 del Juzgado de Instrucción nº 1 de los de Blanes (Rollo 58/92 de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Girona), como autor de un delito de violación cometido en la meritada localidad de Blanes, violación que por otro lado, al parecer, presenta características muy semejantes (modus operandi) a las del hecho objeto del presente procedimiento, y habiéndose acreditado posteriormente la imposibilidad material de que mi representado hubiera cometido aquel delito, por lo que evidentemente en el reconocimiento fotográfico efectuado se había cometido un grave errror, es por lo que considerando todo ello de gran importancia para el esclarecimiento de los hechos objeto del presente procedimiento, intereso y solicito se libre despacho dirigido a la Sección 1ª de la Audiencia Provincial de Girona, para que por la misma se expida y remita a éste Juzgado testimonio de la totalidad de dichas actuaciones (Sumario 5/91 del Juzgado nº1 de los de Blanes). […]
 
Solicito asimismo que por la Policía Judicial, previa la correspondiente investigación que realice, remita a este Juzgado informe sobre si con anterioridad al mes de noviembre de 1991, existía algún tipo de relación entre el procesado Abderrazak Mounib, vendedor ambulante, vecino de Barcelona, calle Metges nº 17, 5º-2ª y el otro procesado, Ahmed Tommouhi, albañil, vecino de Sant Feliu de Guixols, calle Alicante nº 104. 
 
AL JUZGADO SUPLICO que habiendo por presentado este escrito, se sirva admitirlo y en sus méritos acordar la práctica de las diligencias que se interesan. 
 
 
XIII 
 
En la Audiencia Provincial de Barcelona, a veintitrés de Marzo de mil novecientos noventa y cuatro. […] El Sr. Presidente declaró abierta la sesión, y preguntados los procesados si se confesaban reos del delito que se les acusa, contestan
 
Que no.—–
 
1.- Dada cuenta del hecho, con la lectura de los escritos de conclusiones y lista de testigos y peritos, se pasó la práctica de las pruebas, se dio cuenta de la documental propuesta y se examinó al procesado Abderrazak Mounib, quien una vez exhortado a decir la verdad, […] contesta:
 
–“No estuve en Olesa; estaba en la Jonquera vendiendo por el día y por la noche. El día 5 estaba allí trabajando; estuve en el Club Valverde hasta las 2 y ½ de la noche. Cuando me detuvieron tenía el mismo aspecto físico que ahora. Estoy enfermo y debo operarme. La Guardia Civil les llevó una foto antigua de hace más de diez años [de hacía casi siete, en concreto]. En la rueda estaba yo, el otro acusado, 2 guardias, y un español con barba.
 
Fui 3 días a La Junquera a vender bisutería y pasé esos días allí. Tengo mujer y 4 hijos. He aprendido español en la cárcel, donde doy clases. Antes hablaba “español poco”, para vender “ya me valía”. Ese día estaba en La Junquera.
 
Conozco al otro procesado de “cuando le esposa la Policía y nos llevan a la cárcel”. Antes no lo lo conocía “jamás en la vida”. No nos detuvieron el mismo día. La primera vez que vi al otro procesado fue con motivo de nuestra detención.
 
Habitualmente vendo ambulante en La Junquera. Me quedo allí dos o tres días y vuelvo a buscar mercancía. “Yo vivía aquí en Barcelona”, “siempre he vivido en Barcelona”; nunca en Sant Feliu de Guixols. No vi al otro procesado hasta el día de la detención, no nos detuvieron juntos; sino que lo veo detenido, en la Cárcel. La fotografía por la que fui reconocido era de hace unos diez años [de hacía casi siete, en concreto]. Padezco enfermedad hidrocele desde 1988/1989. No puedo estar mucho en pie, es una enfermedad “en el pene”; y ello me impide realizar el acto sexual, tengo esa enfermedad de finales de 88 o principios del 89. Tenían que operarme en la Cruz Roja poco tiempo antes de la detención. Tengo lesión en esta mano (indica su mano derecha). Mido 1,77 descalzo y calzado 1,79 ó 1,80.
 
 
2.- Interrogatorio del procesado Ahmed Tommout [sic], que indica que no entiende bien el español y que solicita un intérprete, lo que corrobora su letrado y a cuya solicitud [accede el Tribunal]. Y no habiendo ninguno disponible, por el oficial habilitado se telefoneó al Sr. Kamel, quien indicó que se trasladaría ante el Tribunal a la mayor brevedad.
 
[ º ]
 
Con la presencia del intérprete Kamel Salim Manssur, intérprete jurado, previo juramento, se procede a interrogar al procesado Ahmed Tommouch […], dice:
 
–Sabe de lo que se le acusa pero está injustamente aquí. El día 5/XI/1991 no estuvo en Olesa. Nunca ha escuchado ese nombre, es la 1ª vez que oye ese nombre. No conocía al otro procesado hasta que lo traen a la Cárcel. No puede explicar por qué le han reconocido.
 
Soy albañil. Trabajaba en Sant Feliu de Guixols. Antes de ser detenido, estaba trabajando en Terrassa y el 5º día fue detenido, antes trabajaba en Sant Feliu. En Martorell no ha vivido ni trabajado. El 25 de Octubre fue a Martorell a visitar a su hermano. No conozco Olesa. No he estado en Olesa. (Se le exhiben folios 24, 25 y 26). No conoce esta casa, no ha estado nunca en esta casa de las fotografías. Cuando fue detenido había otro marroquí que vivía en el mismo sitio y detuvieron a este otro marroquí, que dejaron en libertad. No ha tocado a ninguna mujer; no sé si me han reconocido; yo no vi a nadie; por lo de Tarragona. En el juicio de Tarragona, que aún no se ha celebrado, se le acusa de 2 violaciones. Yo no he hecho nada. Al principio me dijeron que había violado a 17 mujeres.
 
Cuando fui detenido vivía en una pensión, cuyo nombre no sabe y había dos marroquíes viviendo con él. Ninguno de ellos es el procesado Mounib, a este señor es la 1ª vez que lo ve es en la detención. No sabe que ropa encontró la Policía. Detuvieron a otra persona, pero la dejaron en libertad.

 

Me habían informado [de] que había violado a 17 mujeres. Yo no quiero ocultar al tribunal estas acusaciones. Una chica de otro proceso me habló, no sé lo que decía, y en esa ocasión fui absuelto de aquella acusación. Cuando me detuvieron detuvieron llevaba en España 2 años y medio. En este tiempo sólo conocía el nombre de las herramientas de trabajo, pero como vivía con marroquíes, no precisaba ni sabía español. No se conducir “ni una moto”. Ganaba alrededor de 200.000 ptas/mes que ingresaba en el Banco y lleva a Marruecos a sus hijos. No he alquilado ningún coche porque no sé “conducir”. No tengo ningún amigo que tenga un “Peugeot 204” ni conozco ese tipo de vehículo. En Gerona me llevaban al trabajo en furgoneta. No sé determinar mi estatura, nunca me he medido. Detuvieron a otro chico y a mí. La policía me intervino la ropa de trabajo. No tengo ningún pantalón de color marrón. Estoy casado y tengo 3 hijos.
 
 
3.- A continuación declara la víctima, M., 24 años de edad:
 
[Las primeras cuatro líneas son ilegibles] sacan un palo y golpean a J.J.; nos obligan a ir hacia una caseta. Allí ataron a J. J. a una carretilla. Nos sienta cabeza abajo. De los dos, uno mandaba, el que hablaba castellano. Cogieron una manta, nos ataron las manos a la espalda. Era una caseta de madera, de huertos, al que llegamos en “unos minutos”; nos amenzazaron con un palo. En el interior de la caseta, me registraron, me quitaron la cartera. A J.J. no. Lo del dinero “fue al final”, cuando J. J. ya estaba atado. 1º atan a J.J., luego me quitan la cartera y después [] “violaron los dos”, mientras uno me violaba el otro “vigilaba fuera”. El lugar era oscuro, pero a unos metros de la caseta había una farola. “Ellos nos alumbraron con una linterna”. Dentro les vi bien la cara; les podía ver también, antes, fuera. Hice 2 ruedas en Terrassa y en Barcelona: ratifico esos reconocimientos, estoy segura; en ese momento no tuve ninguna duda de que eran ellos. La Guardia Civil en Martorell nos enseñó muchas fotos y reconocí a él (indica a Abderrazak). Al otro, Ahmed Tomout [sic] le reconocí en 2 ruedas: en Terrassa y Barcelona. Precisé tratamiento psicológico y psiquiátrico, y aún estoy en tratamiento. Antes de ese día no les había visto nunca. No recuerdo cuanto tiempo transcurrió. [una frase cortada por el bajo del folio] A mí cuando me pegaban con el palo para que callara”. Tuve las lesiones por la violación, porque me pegaban para que no gritara”, “me mordían”, “me pegaban en la barriga”.
 
Antes de los hechos vimos pasar el coche, pero no le dimos importancia, y se paró (el coche) en el camino de la caseta. (Se le exhibe folio 24, fotografías 1.2.), reconoce que “es en esta caseta donde pasó todo”. A J. J. le pegó con un palo “el que lleva gafas” (se refiere a Abderrazak) y el otro le alumbró y vi sangre en cara y manos. A mí me obligaba a ir a la caseta “él” (señala a Ahmed Tommouhi). (Se le exhibe fotografía) “es donde pasó todo”. El de gafas (Abderrazak) salió y volvió con una manta, y antes el otro (Tommout) le había dicho algo en árabe, que no entendí. Reconoce todas las fotografías. Se hicieron pasar por Policías todo el tiempo “no nos dijeron otra cosa”. El que “mandaba” (se dirige a Tommout) me rompió cazadora, pantalones y bragas, él también fue el que me obligó a entregarle el dinero y la cartera. Dentro de la caseta el palo lo tenía ese señor (Tommout) y “me daba con el palo para que me callara”. Era un palo largo y grueso. Había una linterna, no recuerda donde estaba, pero sí que la lintera estaba “dentro” y con esa luz podía ver el rostro del autor.
 
Cuando los reconocí en el juzgado, antes había reconocido en fotografía a “esa persona”; yo estaba convencida de que esa persona de la fotografía era una de las que me había violado. La otra la reconocí en rueda, no en fotografía. Uno era el jefe, y hablaba español “que se entendía”, era ése (señala a Tommouth). No sé quién era el que conducía. Mi compañero, a partir del golpe estaba mal. Se lo dieron al decirles nosotros “que se identificaran”. “Si veo a una persona la puedo reconocer, y más en una cosa así.”. “Cuando le hacen algo así te acuerdas toda la vida”.
 
Había una farola “más lejos” y la linterna que llevaban. No había más luz artificial. Había luna. En el interior había solo la linterna: una sola linterna. Me enfocaban a la cara. El de gafas (Abderrazak) era el que obedecía y no hablaba español; no sé el idioma que hablaban” “sería moro”; no era inglés, ni francés, ni alemán. Me mordieron, concretamente el primero. Les “vi bien la cara”. En la fotografía reconocí al primero, pero “lo vi más claro cuando lo vi en persona”. (Se le lee el folio 215, párrafo 2º) ratifica su declaración. En la rueda, inmediatamente, las reconocí, a esas dos personas “seguro” las demás personas que formaban la rueda [borde folio: ¿no? ]las vi. La foto la había visto “hacía mucho tiempo.” “Vi claro que eran esas 2 personas”. “No he tenido nunca ninguna duda”, respecto a que los procesados son autores de los hechos. Me defendí, tenía las manos atadas.
 
A preguntas del Presidente [del Tribunal]: Sólo reconocí en fotografía a uno de ellos; “el primero de aquí” (Abderrazak Mounib)
 
4.- A continuación, interrogatorio del Testigo de la acusación, JJ., [de 19 años de edad]:
 
Estábamos con M.  parados, en Camí Can Pou. Pasó un Peugeot, y no le dimos importancia. Cuando nos íbamos aparecieron 2 señores diciendo que eran Policías; uno lo dijo en castellano; que fuéramos a la caseta; porque había habido un robo; les pedimos que se identificaran, nos queríamos ir, me cogió del brazo y se “liaron a palazos conmigo”. Era un tronco bastante grueso. Me golpeó uno de ellos. Sangraba mucho, me asusté. Nos dijeron que fuésemos para abajo, me cogen por detrás por el cuello. Entramos en la caseta, me dejan sentado; estaba atendido, me ataron en una carretilla, y entonces cogieron a M.  Nos pidieron las llaves de las motos, a ella le pidieron la cartera, le quitaron algo de dinero. M. “se resistía; él le pegaba; pegaba tirones a la ropa. Mientras uno la agredía, el otro salía fuera a [ilegible] entre ellos, nos pareció en árabe; cuando acabó, uno salió (el cabecilla) entró el otro “y fue más rápido y no la pegaba”. En las esquinas había “luz de la fábrica, la luz de la luna y la farola”. Ellos llevaban una linterna “yo identificarlos ciertos, no puedo”. Solo las “siluetas”. En la rueda, “creí que era una persona, por su fisonomía, me impactó”. Concretamente me parecía el que me pegó al que creí reconocer. Con certeza no lo puedo decir, porque “me quedé aturdido”.
 
El “cabecilla” fue el que la matrató, empujones, golpes y si se resistía le daba con el palo. Ellos pusieron una manta no sé de donde salió. El más moreno, más grueso, más voluminoso, fue el que me golpeó.
 
Posteriormente, he hablado con M. Yo le pregunté a ella, y, ella me dijo que estaba “muy segura”.
 
El rostro “perfecto” no lo vi. Vi la silueta, el cuerpo. […] Aunque primero dije que había 2 linternas, pero luego al pensar, creo que sólo había 1 linterna con la que nos enfocaban y a veces nos deslumbraban.
 
 
 
XIV
 
 
D. Alberto Chiner Noria [†] y D. Luis Borras Roca, Médicos Forenses de Barcelona, manifiestan que de acuerdo con lo solicitado (…) han procedido a reconocer a Abderrazak Mounib con el siguiente resultado:

 

Se trata de un individuo que presenta las siguientes lesiones:
 
–Fractura mal consolidada con callo hipertrófico que dificulta la flexión de los últimos dedos en sus últimos grados de flexión.
 
–Exóstosis en la tuberosidad mayor del calcáneo que produce limitación de escasa entidad de los movimientos de la articulación del tobillo.

–Hidrocele en el testículo derecho del tamaño de una manzana mediana.

 

 
CONCLUSIÓN
 
Dado el tamaño del hidrocele, en relación con el miembro, existe una grave dificultad para la penetración que sólo puede realizarse con colaboración de la pareja. Esta dificultad es fundamentalmente de tipo mecánico.
 
Es todo cuanto tiene el honor de informar, según sus reales saber y entender, firmándolo en Barcelona, a 23 de [borde del folio fotocopiado]e mil novecientos noventa y cuatro.
 
 
 
 
XV
 
Testifical de Juan Manuel, 29 años:
 
Fui agredido junto con una chica cuando estábamos en Blanes, en un descampado; se acercó a nuestro coche un individuo que golpeó el cristal de la ventanilla, me golpeó con una barra y me amenazaron con una pistola. Y mi mujer fue violada. Eran dos, uno de raza magrebí, el otro no lo sé porque llevaba la cara tapada. Eran de 1,75 a 1,80. en comisaría, en fotografías, reconocí a alguien, en aquel momento estaba seguro que fue esa persona (reconoce folio 344). [La fotografía es de Abderrazak Mounib]
 
 
XVI
 
 
Estas fotografías [pertenecientes a Abderrazak Mounib] fueron remitidas a varios puestos de la Guardia Civil en donde se habían cometido este tipo de delito, dando como resultado de que en el Puesto de Blanes es reconocido por  M.J. y Juan Manuel […] como la persona que en fecha 25 de noviembre de 1991 cometió el delito de violación junto con otro individuo en la localidad de Blanes.
 
Efectuadas gestiones por parte de esa Unidad se averigua que el citado individuo se encuentra internado en prisión desde el pasado 13 de noviembre del pasado año y continúa actualmente internado, por lo cual no pudo ser el autor de la violación cometida en Blanes, debiéndose el error en el reconocimiento posiblemente a que los autores son de similares características físicas […].
 
 
 
 
XVII
 
En cumplimiento a lo interesado en escrito de fecha de 24 de Septiembre de 1992, de ese juzgado, sobre si existía algún tipo de relación entre el procesado ABDERRAZAK MOUNIB, vendedor ambulante, vecino de Barcelona, c/ Metges nº 17-5º-2ª y el procesado AHMED TOMMOUCH [sic], albañil, vecino de Sant Feliu de Guixols, c/ Alicante nº 104, con anterioridad al mes de Noviembre de 1991, tengo el honor de participar a V.I., que de las gestiones practicadas no se ha podido determinar ningún tipo de relación entre ambos […].
 
XVIII
 
 
Por el Presidente se pregunta a los procesados si desean añadir algo. 
Ahmed Tommouch: «Me presté a todo para comprobar mi inocencia«.
Abderrazak Mounib: «No sé nada de esto«
 
Se declara concluso para sentencia.
 
XIX
 
 
Ilmos. Sres.
D. MODESTO ARIÑEZ LAZARO
Dª ELENA GUINDULAIN OLIVERAS
Dª NURIA ZAMORA PEREZ
 
En la ciudad de Barcelona, a veintidos de abril de mil novecientos noventa y cuatro.
 […] 
FUNDAMENTOS DE DERECHO
 
De dichos delitos son responsables en concepto de autores ambos acusados.
 
Dicha autoría resulta de las dos diligencias de reconocimiento en rueda efectuadas en fase sumarial por M. el 13 y el 14-11-91, ambas realizadas en Juzgados de Instrucción distintos y formados con sujetos diferentes en los que sus componentes eran marroquíes a excepción de uno en la última rueda.
[…]
 FALLO 
 
Debemos condenar y condenamos a  Ahmed Tommouch [sic] y Abderrazak Mounib como autores responsables de los siguientes delitos, sin concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal; a) de un delito de robo con violación, precedentemente definido a la pena para cada uno de ellos de 27 años de Reclusión Mayor; a) de otro delito de violación también definido, a la pena para cada uno de ellos de doce años y un día de Reclusión menor; c) de un  delito de detenicón ilegal, asimismo definido, a la pena para cada uno de ellos de 6 años y un día de Presión Mayor; d) de un delito de lesiones, ya definido, a la pena para cada uno de ellos de 3 años de presión menor; e) de otro delito de lesiones, también definido a la pena para cada uno de 3 años menor, a las accesorias en todos los supuestos de suspensión de todo cargo público y derecho de sufragio durante su condena y al pago de 10/12 partes de las cosatas procesales incluidas las de la acusación particular, con aplicación de la regla 2ª del art. 70 del C.P.
***
FUENTES de las citas:
 
 
I.- Informe médico-forense,  Martorell, 6 de noviembre de 1991.
II.-  Rueda de reconocimiento, Terrassa, 13 de Noviembre de 1991.
III.- Rueda de reconocimiento, Barcelona, 14 de Noviembre de 1991.
IV.- Auto de Procesamiento, Martorell a 10 de Abril de 1992.
V.- Declaración de Abderrazak Mounib, Martorell, 24 de abril de 1992.
 VI.-Declaración de Ahmed Tommouhi, Martorell, 24 de abril de 1992.
VII.- Recurso de Reforma y Subsidiario de Apelación, Xavier Castellvell I Diez, abogado de Abderrazak Mounib. Martorell, 27 de Abril de 1992. 
VIII.- Recurso de Reforma y Subsidiario de Apelación: Desiderio Fernández Martínez, abogado de Ahmed Tommouhi. Martorell, 27 de Abril de 1992.
IX.- Declaración de JJ, Martorell, 19 de mayo de 1992.
X.- Declaración de M., Martorell, 19 de mayo de 1992.
XI.-  Auto del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº 2 de Martorell, 27 de mayo de 1992.
XII.-  Escrito al juzgado, Xavier Castellvell i Diez.  Martorell a 21 de setiembre de 1992.
XIII .- Acta del Juicio Oral, Sección Quinta, 23 Marzo de 1994.
XIV.- Informe aportado a la causa y dado por reproducido en la vista oral, 23 de Marzo de 1994.
XV.- Acta del juicio oral, 18 de abril de 1994.
XVI.- Informe del Equipo de Policía Judicial de Blanes  aportado a la causa y dado por reproducido en la vista oral el 18 de abril de 1994.
XVII.- Informe del Equipo de Policía Judicial de Blanes  aportado a la causa y dado por reproducido en la vista oral el 18 de abril de 1994). 
XVIII.- Acta del Juicio Oral, 18 de abril de 1994.
XIX.- Sentencia de la Sección 5ª, 22 de abril de 1994.
 
 
 
 

 

Paisaje reflexivo (aforismo)

El callejón del gato, lleno de espejos sin mundo, no tiene salida.

Pájaro no-azul

Si al leer el título de esta entrada, lo primero que se les viene a la cabeza es un pájaro azul, entonces García Calvo llevaba razón y yo entendí lo que razonaba.

Agustín García Calvo mantiene una tertulia desde hace 40 años. Empezó, creo, en la calle del Desengaño, antes de que lo echaran de la universidad, y ahora está en la Sala La Cacharrería del Ateneo,  en Madrid. Durante su exilio, se la llevó a la Boule D’Or, entre ontólogos y delincuentes que vivían en París. La mejor descripción que yo he leído sobre esa tertulia está –mal que le pese a Bea– en Mira por dónde, las memorias de Fernando Savater, asiduo durante los años en que allí leían a los presocráticos. Savater llega a decir que aquello fue, junto con las clases de Lévi-Strauss, la experiencia intelectual más deslumbrante a la que ha asistido.  

Durante un tiempo, los miércoles por la tarde dejaba lo que estaba haciendo y me iba para allá antes de las 20:30. Si Ferlosio dice que a él lo que le gusta es tejer, no hacer jerseys; de García Calvo podría decirse que lo único que le entretiene es destejerlos. Así que procura hablar contra cualquier cosa de la que se pueda hablar, porque de lo verdaderamente bueno no se habla. Lógicamente.

Una tarde estaba hablando, me parece, de cómo la filosofía y la ciencia son ejercicios al servicio de la positividad: que todo lo que dicen contribuye, fundamentalmente, a realizar aquello de lo que hablan, incluso cuando pretenden criticarlo. Que le parecía que el caso de lenguaje que mejor servía a la negatividad buscada sería la poesía, y que ni siquiera. 

Todo eso oía yo sin entender nada del todo, cuando puso un ejemplo que me pareció clarísimo. Incluso cuando decimos pájaro no-azul, es inevitable que imaginemos, precisamente, un pájaro azul, vino a decir. 

Bueno, pues de eso me acuerdo cada vez que leo el interrogatorio al que sometió el juez de guardia, Andres Salcedo Velasco, a Tommouhi y Mounib el 14 de noviembre de 1991. Este runrún:

-Preguntado sobre si se reconoce autor de la violación de G. S. y N. F. sobre las ocho del 8-11-91 en  Esplugas, [manifiesta] que no ha estado nunca en ese pueblo y que no ha cometido el hecho.

Preguntado sobre si se declara autor de la violación de S. V. y R. B. el 10 de noviembre de 1991, digo 9 de noviembre de 1991, en el campo de fútbol de La Secuita (Tarragona), [manifiesta] que no tiene coche y que nunca ha estado en La Secuita ni conoce Tarragona.

Preguntado sobre si se reconoce autor de la violación de J. R. a las 0:30 horas de noviembre de 1991, en la carretera de Las Cabañas a la Pelegrina de Vilafranca del Penedès, manifiesta: que nunca ha estado en ese pueblo ni lo conoce.

[Etc, etc.]

Así hasta siete veces. Dejo a un lado ahora que el juez no sabía ni el día en que se habían cometido alguna de las violaciones (las de «Esplugas» –Cornellà, en verdad– habían ocurrido 24 horas antes de lo que dice el enunciado de su pregunta), lo que, por cierto, tuvo graves consecuencias en este caso –el acusado no tenía ese viernes 8 la coartada que sí tenía el día anterior: el jueves había vuelto antes a casa de su hermano–; y que da por violadas a chicas, como J. R., y más abajo de lo que reproduzco aquí, a  Y. S. de Terrassa, que nunca lo fueron. Es excesivo incluso para un juzgado de guardia.

Un esfuerzo de abstracción para trasladarse a 1991, cuando nadie sabía  lo que sabemos hoy –nadie salvo los acusados–, y se ve cómo la propia formulación de la pregunta, esa repetición monótona del término «violación», interpelándolos, contribuye a realizar la sospecha de que, efectivamente, ellos eran los violadores. Decir es hacer, y es diciéndolo como va uno haciéndose a la idea.

Luego está el otro problema: las posibilidades de respuesta que brinda ese tipo de preguntas no permiten en ningún caso distinguir a un inocente que dice la verdad de un culpable que miente, pues ambos dirán que «no», lo cual es absolutamente indemostrable.

Al revés te lo digo para que me entiendas: «¿dónde estaba usted el 5 de Noviembre a las 23.00 horas?» El culpable y el inocente podrían así empezar a distinguirse, explicando dónde estaban, qué hacían, con quién, desde cuándo y cómo habían llegado hasta allí, variantes que, ahora sí, despliegan una serie de coordenadas que sirven no sólo para cribar la coherencia del relato, sino sobre todo, para verificar su correspondencia material.  

Una última antigualla: El interrogatorio  debería ser antes que nada un derecho del imputado: «tiene la única función de dar materialmente vida al juicio contradictorio y permitir al imputado refutar la acusación o aducir argumentos para justificarse» (Ferrajoli, Derecho y Razón. Trota: p. 607)

Da vergüenza tener que volver sobre algo que sabe hasta el último lector de novela policíaca. Pero hasta ahí hay que bajar para darle la vuelta, en este caso, a este Estado de Derecho y este Mundo del Revés.

La prosa «en» el mundo

La hipótesis de fondo sobre la que se articula el libro es que este caso muestra lo que ocurre cuando la desconexión entre lo real y su representación, la palabra y el mundo, el verbo y su carne, se produce en concreto. Esa desconexión es la verdadera novedad. Lo que ocurre es que no hay forma material de ponerle remedio, puesto que no hay nada ni nadie que medie entre los argumentos que puedan alegarse y las consecuencias que se desencadenan. El mundo se derrumba mientras hablamos del mundo que se derrumba mientras hablamos. En esa espiral malvive Ahmed Tommouhi y murió Abderrazak Mounib.

De lo que vengo a hablar ahora, sin embargo, es de los diferentes modos en que el estilo del libro, que es su método, se despliega para restablecer esa conexión. Más allá de la doble transparencia, de la que ya hablé, de algunas otras técnicas que voy poniendo en marcha, casi sin saberlo, para solucionar el gran problema: fundir el relato y aquello de lo que habla. Éstas:

-La primera frase no debe entretenerse con prolegómenos de ningún tipo (ni siquiera el más honrado: el narrador saluda, se sitúa y empieza a contar); la frase final no puede ser broche de nada. Éste es un reportaje abierto por delante y por detrás. Empieza y termina sólo porque el lector abre y cierra el libro, pero no porque sea orígen ni final de nada: el autor recoge el testigo y al final estira el brazo y ofrece su testimonio: ¡escribo sólo pensando en las consecuencias!

-La segunda parte (Deshechos) empieza con tres hilos bien diferenciados, que se van trenzando, contaminándose, hasta hacerse indistinguibles. La voz del autor, ése que pasaba por allí y que acaba metiéndose donde no le importa, como en cualquier conversación, va filtrándose lentamente, ganando confianza y familiaridad (naturalidad, por tanto), con los otros dos hilos (la palabra sin mundo y el mundo sin palabra). El autor como intermediario.

-Los protagonistas aparecen con sus nombres. El nombre propio permite señalar con el dedo, es decir,  pasar subrepticiamente del mundo del que se habla al mundo en el que se habla: del libro a la vidaAsí, la inicial bajo la que aparecen las víctimas de las violaciones es un caso in extremis de esa bisagra. 

-Los extractos de documentos, antes que su transcripción, se insertan escaneados: las frases que los introducen y que los recogen se funden,  cuando se puede, con el fragmento; hasta el punto de que la cita pueda no ser más que parte de una frase que se completa en el texto del relato.

-Las citas del sumario que son verdad van entrecomilladas «en la misma caja de texto» que el relato;

«Las que son falsas, en caja aparte, como ésta«.

-El lector, su razón, es interpelada directamente. Esto se consigue indirectamente: afeitando el texto de sobreentendidos, opiniones, subrayados, sentimentalismos y golpes en el pecho; esto es, mostrándole hechos, documentos, citas, pero sin conclusiones. Mi ideal es que el lector me insulte por contar lo que cuento sin inmutarme. A ver si consigo que se inmute él. Por fin, dicho sea al pasar, he logrado montar un capítulo sólo con citas. El lector atento debe poder adelantar –y acertar– la tesis de la tercera parte (hechos nuevos) sin más obstáculo que el escepticismo que habrá ido acumulando con el paso, por fuera y por dentro de las páginas, del tiempo y su experiencia.

Todo esto respecto del estilo; respecto del método, que es el estilo, todo se reduce a lo mismo: verificación.