Tientos

Hombre, para qué engañarnos. El valor también cuenta. Lo digo por lo de ayer. No sé si conozco los códigos o no, lo que sé es que ayer por la tarde no pensaba en los códigos, precisamente. O sí, pero no delante de la puerta. Delante de la puerta me sentía como un árbitro en el vestuario equivocado: once contra mí. Once hijos tiene. Pasé de largo. La calle es corta. Lo primero que se ve,  al girar la esquina, en la acera de enfrente, es el taller del número 4. Un concesionario citroën. Lo recuerdo porque vi la firma de su dueño, su firma y su cuño de vecino indignado, entre atestados y diligencias. Luego, una mujer, delantal y vestido negros, cincuentaitantos años, más negro el pelo, y más largo, arrojando un cubo de agua a la calle. Joder, parece hecho a posta: Pero no, gracias a dios, los guionistas están en huelga. En la puerta de su casa, pienso. Que es La Casa. Es el número 25. Cruzo la acera. En este caso en dirección al bien, me digo. Enfrente hay un colegio de infantil y primaria. Hay un seat 124 rojo, impecable, brillante a pesar de los años, aparcado delante del vado, así que debe ser de la familia. Es una casa de dos alturas y una azotea que tiene un enrejado, con forma  de media gota  de perfil , de rojas  rejas  y altas. Lo nunca visto: La fachada está  alicatada desde el marco de las puertas hasta la azotea: azulejos granates.  Un balcón en la primera planta. No digo ni mú. La señora entra en casa con el cubo vacío. La espuma del agua en la calle. Continúo hasta el final de la calle y me voy a buscar otros puntos que sé que frecuentaba. Sólo por pasear. Café con leche y donut de chocolate. Leo y tomo notas. Luego vuelvo por la calle perpendicular, para encararla de frente. Recorro el lateral del colegio de primaria e infantil. Enfrente. Hay dos mujeres que llegan, una con un niño en brazos. Una niña, asomada a la azotea, por entre las rejas, pregunta que quién es. Ya han entrado. La niña insiste. Porque no las ve. Llamaré primero por telófono, me digo. Bajo por una avenida: otro edificio entero alicatado por fuera, este de azulejos azules. Parece un inmenso cuarto de baño. Paralela a su calle está esta avenida, que sale por el norte de Sabadell, dirección Matadepera y Terrassa, y que a mí me da por pensar: una lanzadera.

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