La detención, el 20 de junio de 1995, de Antonio García Carbonell sorprendió a sus vecinos del barrio . Tenía entonces 56 años, casado y con 11 hijos. Era, al parecer, muy religioso: evangelista. Durante las visitas que recibía en la cárcel, así como los días de juicio, etc, siempre lleva una biblia bajo el brazo. Un hombre respetado.
La familia presentó un escrito con una veintena de firmas de vecinos suyos, en principio, que daban fe de la vida intachable que siempre había llevado García Carbonell. La Asociación Gitana de Sabadell envió además una carta, dirigida al tribunal, en la que expresaba la perplejidad con la que había sido recibida la noticia de su detención e implicación en un caso así.
La carta observaba las costumbres, de la comunidad en general y del señor Antonio en particular. El respeto a los difuntos y la virginidad de las chicas antes del matrimonio son costumbres de sagrado cumplimiento entren nosotros, venía a decir. Y añadía estos trazos sobre su comportamiento:
«El señor Antonio el día de los santos lleva flores a casi todos los gitanos difuntos y en las bodas tira peladillas y da la enhorabuena a los padres de la novia; el señor Antonio y su [esposa] ya son dos hijas las que han casao y las dos por el rito gitano»
Le pedía al tribunal, por tanto, que considerase la posibilidad de que se estuviera cometiendo un error: porque no puede ser, concluía, que este hombre haya hecho una cosa así.